Marisa Lozano Fuego
Me gustan grandes
No puedo evitarlo. Lo saben. He tratado de ocultarlo, adaptarme, tragar con los cánones y estereotipos, si, conformarme. Pero no hay manera. La Naturaleza me tira, me subleva salvajemente, y se impone la esencia humana. Salvaje. Deliciosa. Tierna. Y también, sí. La dolorosa. Sí, mi gente, el tamaño importa. Lo saben ellos y lo saben ellas, por eso practico abstinencia. Es algo que no mucha gente resiste. A veces, yo tampoco. Sí, me gustan grandes. De esos tamaños inmensos, que hacen saltar las lágrimas. De esas carnalidades salvajes y conmovedoras. Que hacen que la vida importe quizá un poquito menos. O que tragar bilis se haga glorioso. Sí, grandes. Esas, esos que no nos caben en las manos y que nos revientan el pulso.
Sé que mucha gente lo ha cuestionado. “Claro, ¡debe de ser muy exigente!”. O a lo mejor se cree princesa. O es mojigata. O no tiene criterio. La verdad es una, nítida y desnuda. Me gustan grandes. De muchos colores, de diferentes matices. A veces, envueltas en trajes varios. Rojos, azules, militares, bellos. Místicos, viscerales, legalistas. Históricos, literarios. Contestatarios. Sí, pero grandes.
Que no se puedan reventar, que no se puedan negar, que lleguen al fondo, que no traicionen. Si. Grandes, de esas vocaciones que mueren por una idea como Santa Teresa, como Evita, como Frida Kahlo o Jesucristo. Como la del artesano y la mariscadora, como la de la madre y la bailarina, como la del docente y el obrero. Igual de respetables. Igual de grandes
Sí. Sí, claro, chaquetera, dicen. Me subleva la pequeñez de mentes. A todos ellos parece importarles dividirse en bandos, cadenas televisivas, artículos. Dejar que nos convenzan en una u otra dirección por intereses creados...para unos pocos. Yo busco el tamaño, es muy fácil, igual que cuando vas al súper. Démelas grandes. Las patatas. Los filetes. Las gracias, las lealtades. Démelas duras, solidas, que no se rompan. Las amistades. Las caricias.
Así, no quiero decir ricas. No quiero decir ambiciosas, no quiero decir muchas. Démelas así, las personas. Grandes en su humildad enorme, grandes despedazándose en una consulta, por una vocación, por un alumno. Apagando un incendio o amamantando un bebé. Grandes, grandes, compromisos que no se vendan, política que nos recuerde ideas, no me importa el bando, Platón o Marx, San Agustín o Descartes. Fe, derechos laborales, vías de existencia divina, colectivos dignificados, duda metódica. Ideas, puramente ideas. Incorruptibles, puras. Gratuitas, de todos, de todas. Grandes, grandes, inmensas, Indesdibujables.
Personas grandes con corazones grandes que comparten su comida en una lareira. Aunque los trozos sean pequeños.
Errores grandes, matanzas históricas que hoy pueden subsanarse con la paz. Pero que no lo hacen. Démelas, así, crisis, grandes, dudas grandes, para poner a prueba nuestra pequeñez. Para que no seamos tan ruines. Para ver si crecemos y si crezco. Démelos grandes, por favor, los fracasos, las puñaladas, los obstáculos. Eso hará que deba esforzarme el doble. Que haga y hagamos callo.
Deme los gobernantes grandes, con sillones pequeños y ambiciones justas. Deme los jueces a la medida de la ley y los corazones con el tamaño de lo cierto. Y el amor, ese, sin medida. Y el perdón, démelo muy grande, lo necesito, y a veces me cuesta, mucho más que antes, sobre todo cuando no entiendo la intención de herir.
Déselas grandes, las oportunidades, a aquellos que tienen la suerte de tener hijos, descendencia. Para que los peques, las niñas, no tengan que sufrir esta mediocridad, un país dividido por las luchas mientras la salud y la sanidad agonizan. Démelas pequeñas, las ambiciones. Démelas pequeñas, las tumbas. Quiero pocas. Démelas eternas, las oraciones. Que nadie vuelva a insultarme por ser creyente. Que nadie me, nos insulte u ofenda por ser distintos. Distintas. Démelos grandes, he intentado ser una chica popular, y algo que acaba en ista,( pero se ve que no soy lista) e incluso recurrir a consejos laborales de un sitio que acaba en iga y no se llama hormiga. He participado en jornadas de algo que acaba en ey, y no es Anatomía de Grey.
Y he concluido que en todas estas partes, en todos estos signos, existen personas grandes. Ideas grandes. Y también intereses, y miserias. Al igual que en mi corazón, en el nuestro. Me encontraba desorientada. Para mí solo importaba el tamaño, todo el mundo me decía que el suyo era auténtico.
Y empecé a ver que el envoltorio desteñía, que todo se desvirtuaba en virtud de una crisis sanitaria y social que se cargaba los matices, y que nos dejaba en pololos, en color carne, en venas puras. Porque todos los bandos tienen el mismo rostro los heridos. Porque los tratos, las zancadillas, las decepciones son las mismas.¿No vamos igualmente al servicio y miccionamos por el mismo sitio, no sentimos el placer y el hambre, o la fiebre, exactamente igual?. Pagamos con los mimas monedas y nos duelen las mismas traiciones .
El horror el desprestigio y también la suerte afectan a todas las instituciones.
Y asimismo en todas ellas existen vocaciones grandes, puras, con sentido del honor y razones para luchar por lo que luchan. Personas con antepasados fusilados en la guerra y otras que luchan por su fe. Personas que se sienten marcadas por su orientación amorosa y otras que sienten censura o burla por querer esperar a tener sexo. Por hacer voto. Personas que eligen vivir su libertad y cuerpo, personas que votan por la vida.
Me pregunto quién es el guapo que decide que tamaño es mejor. Que etiqueta es válida. Y por qué no buscamos, simplemente, un estándar.¡O a ver si todo el mundo somos gigantes!
Confundida me hallo...
No, señorías, me gustan grandes.
Auténticas. Las vocaciones, las personas, las ideas. De esas que puedo dibujar en el cielo, ver sin lupa, aprender de ellas, subrayarlas, cuestionarlas y si acaso hacerles un apunte al margen. Para formar algún día criterio propio y que mis hijos, o los de otros, puedan.
La crisis nos hace pequeños. Encerrados en nuestras casas, confinados en hospitales, paro, con una sensación se soga al cuello y enfermedad o ruina inminente. Y claro, necesitamos crecer, sacar de algún lugar esa grandeza que no significa soberbia. Sino aprender a agachar la cabeza, sonreír y tender la mano, desinfectada, y la sonrisa sin asépticos, a la persona que está en el suelo. A nuestro lado.
Nos hace, nos debe hacer grandes. Menos envidiosos, menos mediocres. Menos enemigos.Más listos, mas listas, pura ley de supervivencia.
Y señores, señoras, si esto no nos hace crecer, si no nos hace grandes, enormes, si no salimos fortalecidos, como mártires , o como Davides, desafiando a ese Goliat del virus… entonces no merecemos vivir, así lo digo. Si seguimos utilizando el dolor, la crisis y la muerte para recortar presupuestos, atacar ideas contrarias, conseguir votos o repartir culpas…entonces, paren esta noria que yo me bajo. Me bajo bajo Tierra a un planeta donde las mentes no sean pequeñas y los corazones latan igual.
Muchas dudas, muchas hipótesis, qué pasará, quién lo empezó, cómo terminará. Y la única certeza es que un bichito muy peque; o nos arrebata de un plumazo todas las ideas de grandeza, todo el ego y todo el calor. Y nos pone a la altura del betún, o de las camas, o de los gusanos, así es. Y de repente todas las lágrimas saben igual. Y todos los hijos duelen lo mismo. Hijos de una guerra o de un virus, hijos de una desgracia o una lucha. Azules, rojos, amarillos, verdes, morados.Color carne. Descoloridos, pues detrás de la máscara no hay color.
Solamente el tamaño de unos ojos, y creo que en eso todos los seres humanos vamos a pares.
Por mucho que seamos asimétricos.
En esto no hay competiciones ni medidas, cuentas bancarias más grandes o poderes mayores. No hay fuego amigo ni enemigo. Solo nuestra grandeza o ruindad puesta al descubierto. Ayudando. Colaborando. Siendo solidarios, siendo ambiciosos, fabricando paro u oportunidades laborales, fraternidad o armas dialécticas para destrozar la facción contraria. Cuestión de elecciones, sin urnas.
Sí señores, sí, señoras, me gustan grandes, esa es mi elección. No sé cuál es la del resto, y no digo que yo lo sea. Me falta mucho por crecer y mucho por pulir. Supongo que a todo el mundo. Hay tamaños que no puedo cambiar, como mi 17.3 de alto. Pero hay otros que si he cambiado, o estoy lográndolo, y me alegro. Renunciar, recibir desplantes. Seguir levantándome sin victimizarme más de lo suficiente y necesario. Dar gracias por cada día de vida, de lucha.
Veros como lucháis.Por crear soluciones, vida, proteger a vuestros seres queridos.
Reivindicar una sociedad justa.
Grandes, grandes, grandes, enormes, escandalosamente visibles.
Como los corazones, como la verdad.
Grandes, personas grandes enfrentándose a un mundito pequeño donde la principal certeza es que hallándonos tan chiquitos, tan solo podemos crecer.