Pedro De Lorenzo y Macías
Caco: Sus discusiones y los hurones
Era domingo y todos de la casa se fueron de turismo, a estar con sus amigos, festejar algún evento, saborear los buenos vinos de la zona, compartir raya, pulpo, marisco y otras viandas.
Simón y Mamá Luisa se fueron al Grove, a participar de los mariscos de la ría y frescos; los animalitos quedaron todos a mando de Caco, con sus comiditas y los higos.
- ¡Miau! Ayer, anoche, Mamá Luisa dijo que tú, Cuervo Viejo, eres un borrachón.
- ¡Croack! Lo de borrachón te lo perdono, pero lo de viejo me parece una falta de respeto e una injusticia.
- ¡Miau! Peor habló de Caco; dijo que era un mujeriego y si no cambiaba iba terminar muy mal.
- ¡Guau! Estas mujeres siempre tienen que estar criticando y pensando en el futuro; yo cometí una equivocación de la cual estoy arrepentido. Pero como me dijo Simón., que muchos a mi edad hicieron lo mismo; lo importante es corregirse y seguir las pautas de la naturaleza.
Doña Cuerva se juntó a la reunión, y, como mujer, puso a su marido hecho una miseria, que estaba siempre de zascandil y que venía todas las noches con unas cubas de más y no sabía lo que hacía.
- ¡Croak! Mujer injusta y mandona. Yo siempre me preocupé de ti, de nuestros hijos; he conseguido casa, y comida para todos vosotros, y nunca he faltado de cumplir mis responsabilidades.
- ¡Ja! Conseguiste todo esto gracias a tu amigo Caco y los que nos mantienen son Simón, Mamá Luisa. TÚ, un golfallán y mentiroso.
- ¿Veis, queridos amigos? Uno se casa, busca la bonanza por la familia y no te lo reconocen. Estas mujeres son imposibles.
- ¡Guau! No os peléis. Todos cometemos errores, pero gracias a ellos vamos aprendiendo. No seas roñosa, Mamá Cuervo; Tú marido siempre colaboró para evitar peligros externos de esta finca.
- Eso lo sé; pero lo que le hecho en cara es que pasa muy poco tiempo conmigo y sus hijos.
- ¡Verás, mi preciosa! Tengo que investigar y enterarme de toda la política para protegeros.
- Vamos a casa y te recordaré algunas cosas.
- Ahora mismo. Alguno tiene una aspirina.
El matrimonio Cuervo fueron a su nido e iban preparados para la guerra. Micifú y Caco bromearon, y comentaron que las mujeres son de aúpa: mandonas, no perdonan nada y siempre te están vigilando.
Cansado de tanta crítica, decidieron explorar la finca. Micefú desapareció.., ¡se escondió en un armario de lujosos trajes femeninos y se durmió!
Caco encontró con gran lagarto, chulo y pendenciero. Su ira brotaba de su boca con espuma blanca. El Lagarto, sentado en sus posaderas, amenazaba con mordisquearle y atacarle con un salto.
Caco comenzó a correr en círculos; el réptil se iba mareando; hizo un amago y se lanzó a correr. ¡Su error! Los errores se pagan. Caco lo lanzó con su pata a gran altura; cuando hizo tierra, le aplastó la cabeza con la otra pata.
Ya muerto, le dejo en las entradas de estos bichejos, como culebras. Al verlo muerto, no se atreverían a visitar propiedades ajenas; al menos, la de Caco. Tuvo una buena ocurrencia. Le hablaría a Simón que trajese un par de tortugas. Estas son muy buenas cazadoras nocturnas de estos bichejos, ya que Micifú es un gato parrandero, vago y engatusador.
CAPÍTULO XXXIX: LOS HURONES.
Doña Carca estaba en su casa sola y descansando sus posaderas. Se decía en el pueblo que atesoraba mucho dinero en su casa.
Los Hurones eran descendientes directos de una familia muy anterga, llena de blasones y nobleza. Muy fieles a las costumbres de su clan. Sus antepasados fueron los precursores de la filosofía ecológica....., pues limpiaban todo, sin dejar ningún desperdicio.
Habitaban en las riberas, vigilaban los litorales del mar.... Encalla un barco, o se iba a la deriva. Salían prestos en sus gamelas, los despojaban, lo limpiaban; cogían la ropa de los muertos y desvestían a
los vivos.
Después arrojaban a todos, vivos y muertos, para que fuesen alimento a la placenta del mar.... ¡Eran muy cuidadosos con la higiene! No eran asesinos, ni bucaneros; eran sanitarios de los despojos de los barcos perdidos.
Acaparaban todo... Los cuerpos inertes o vivos, se los ofrecían con una gran devoción flemática a su dios Neptuno, que era el protector de su clan.
Pasados unos siglos, cambiaron sus hábitos laborales, pero no su filosofía, sus tradiciones: “Aligerar el gran peso de las riquezas ajenas y compartirlas con su familia” En estos tiempos la política es una coña: encierran a los delincuentes en la trena y los sueltan con buenas remuneraciones, con derecho al paro. Los hurones, muy democráticos, liberales, estaban de pleno acuerdo con este estado de derecho.
Son unos grandes samaritanos: cogían lo que sobraban a los otros. El Estado le regalaba unas buenas vacaciones en un hotel de cinco estrellas en la Lama. Al terminar éstas, recibían una paga mensual por sus méritos hacia la ciudadanía.
Con orgullo se decían que eran los verdaderos socialistas: creen que había que compartir todo los ajeno, menos sus propiedades.
Estos habían agotado ya sus remuneraciones estatales y decidieron hacer una obra de caridad: “aligerar las cargas del dinero a Doña Carca”.
Doña Carca roncaba lo suyo, que espantó a todos los animalitos; éstos entraron en la casa, la ataron, amordazaron; se despertó y dio un puntapié que retumbó como una bomba.
Se dedicaron a buscar los cuartos; Don Gato fue en busca de Caco y le contó la fechoría; planearon un ataque por sorpresa, a la que se unió la familia Cuervo, Micifú y su General Caco.
La ventana estaba abierta, entraron y Caco le dio un buen mordisco a uno de los hurones; los cuervos y los gatos atacaron al otro a picotazos, arañazos; estos huyeron, tropezando con todo, perseguidos por un ejército bien organizado.
Desataron a Doña Carca, acarició a todos, le dio un beso a Caco. A partir de entonces se hicieron amigos; Doña Carca regalaba a Micifú un pescado, a Caco un hueso. Este hecho trajo armonía a los habitantes colindantes y una gran amistad entre todos los seres humanos.
Doña Carca se volvió amable con todo el vecindario, y pronto la empezaron a quererla. Se portaba de maravilla con sus gatos y los animalitos vecinos. Hizo amistad con Pepiño o Fabas. Se le veía más alegre; cambió de luck, y hasta adelgazó un poco. ¡Lo que hace el amor!
(Continuará).
Pedro de Lorenzo y Macías.