Valentín Tomé
Res publica: Las matemáticas del coronavirus
Ha pasado ya el tiempo suficiente desde el inicio de la pandemia para que podamos disponer de información fiable en torno al comportamiento del coronavirus como enfermedad. Multitud de universidades y centros de investigación de prestigio han llevado a cabo estudios científicos que arrojan más luz sobre las variables numéricas más significativas de esta enfermedad así como de sus propiedades cualitativas.
Intentaré en este artículo realizar una síntesis de las mismas para, a partir de ellas, hacer un diagnóstico de la situación actual y realizar predicciones, siempre especulativas y cargadas de incertidumbre, sobre el desarrollo del coronavirus en el futuro más próximo.
Describamos, primero, cuales son a mi juicio las variables más significativas de la enfermedad y que es lo que sabemos sobre ellas.
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Tasa de letalidad. Esta es sin duda una de las variables más difíciles de medir. Recordemos que hace referencia al porcentaje de personas contagiadas por la enfermedad que fallecen (no confundir con tasa de mortalidad que se mide sobre el conjunto de la población en general). La pregunta sobre cómo de letal es la Covid sigue estando encima de la mesa. Para entender la discusión hay que distinguir entre los dos valores que se miden, la tasa letalidad por caso confirmado (CFR) y la letalidad por caso infectado (IFR). El primer valor es siempre más alto porque indica cuántas personas mueren entre aquellas que se ha podido diagnosticar, mientras que el segundo, el que los expertos toman como referencia para comprender la verdadera virulencia de una enfermedad, incluye las muertes sobre el total de casos infectados, incluidos aquellos que no presentaron síntomas y pasaron desapercibidos para el sistema (recordemos en este sentido mi anterior artículo dedicado a la Interpretación de Copenhague). Aún así, existen métodos estadísticos que a partir de muestras significativas de la población en general, como el realizado por nuestro Instituto de Salud Carlos III, permiten medir lo que en un contexto global pasa inadvertido. De esta manera, la OMS y las principales instituciones epidemiológicas a nivel mundial sitúan la tasa de letalidad por infectados (IFR) en el 0,60%.
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Capacidad de contagio. La capacidad de transmisión de una enfermedad infecciosa, como la causada por el coronavirus, se refleja en su número reproductivo básico o R0: la media de casos secundarios que produce cada caso primario. Dicho de otra forma: a cuántas personas puede infectar cada persona que contrae la enfermedad. El R0 indica el potencial epidémico de una enfermedad si no se toman las medidas de control necesarias para frenar su propagación. La propia OMS sitúa el R0 de la Covid entre 2 y 2,5. Es decir, podemos decir que posee una alta capacidad de contagio, ya que dejado a su libre albedrío, su crecimiento es exponencial (el objetivo durante el estado de alarma era situar este parámetro por debajo de uno). En este sentido podemos afirmar que el virus de la Covid ha alcanzado una estrategia evolutiva óptima para su supervivencia pues posee una alta capacidad de contagio (necesaria para poder seguir "sobreviviendo") acompañada de una baja tasa de letalidad (lo que le permite ganar tiempo para "saltar" a otro huésped antes de ser eliminado por su sistema inmunitario y seguir generando "copias" de sí mismo).
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Inmunidad colectiva. La inmunidad colectiva ocurre cuando una gran parte de la comunidad se vuelve inmune a una enfermedad, haciendo que sea poco probable la trasmisión de persona a persona. Con frecuencia, un porcentaje de la población debe ser capaz de contagiarse con una enfermedad para que esta se trasmita. Esta proporción se conoce como el umbral. Si la proporción de la población que es inmune a la enfermedad es mayor que el umbral, la trasmisión de la enfermedad se reducirá. Esto se denomina umbral de inmunidad colectiva. Como se puede adivinar, este concepto está irremediablemente ligado al anterior pues ese umbral se alcanzará cuando tengamos una R0 inferior a uno. Pues bien, con el dato anterior de una R0 para la Covid de 2,5; se puede llegar a calcular matemáticamente que ese umbral estaría aproximadamente en el 43%. Es decir, bastaría alcanzar ese porcentaje de la población que haya pasado por la enfermedad y sobrevivido a ella (alcanzando así la inmunidad) para que la transmisión de la misma se hiciese significativamente más lenta.
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Número de muertos por coronavirus en España. Es evidente que la cifra oficial sobre el número de fallecidos es tan sólo una estimación a la baja del número real. La razón se encuentra en que puede haber personas enfermas a las que no se haya hecho test y personas fallecidas sin autopsia. Esto es una problemática que se da en todos los países del mundo. Nuevamente nos encontramos ante un problema de la realidad medida y la realidad "real", si bien en este caso también podemos echar mano de otras fuentes para intentar inferir el número real de fallecidos a día de hoy, como es el exceso de mortalidad durante la pandemia en comparación con los años anteriores. El Instituto Nacional de Estadística ofrece una cifra de 43.945 muertes por encima del promedio de años anteriores a 24 de mayo. El Sistema de Monitoreo de Mortalidad Diaria da una cifra de 43.340 para la misma fecha. La Asociación Española de Profesionales de Servicios Funerarios de 43.985 muertos con fecha 25 de mayo. Estos tres métodos igualmente confiables nos dan un promedio de 43.757 muertes. Esto indica que habría que multiplicar las cifras dadas por el Ministerio de Sanidad por 1,61 para encontrar las cifras reales, ya que el 25 de mayo, el Ministerio de Sanidad dio una cifra de 27.117 fallecidos detectados por PCR. Este factor de conversión hace que la cifra real de fallecidos por coronavirus en España supere los 50.000, es decir un 0,11% (en el momento de escribir este artículo las cifras oficiales reflejan 32.688 fallecidos).
Con estos datos en mente, podemos ahora realizar algunas inferencias. Supongamos el peor escenario posible para frenar la pandemia, es decir, dejemos a la sociedad desarrollarse libremente, y supongamos, además, que todos los españoles son susceptibles de ser contagiados (algo en realidad improbable pues ya ha sido demostrado que hay algunas personas, se desconoce el porcentaje, que, gracias a su genética, gozan de "inmunidad natural" frente al coronavirus).
Primeramente, si deseamos alcanzar la inmunidad del rebaño debe haber un 43% de la población que haya pasado por la enfermedad. ¿Cómo podemos saber a fecha de hoy qué porcentaje de la población ha sido realmente infectado? Sencillo, si sabemos que la tasa de letalidad es de 0,6% y en España han fallecido a fecha de hoy por coronavirus el 0,11% de su población, podemos afirmar que un 18,3% (0,11/0,6 x 100) de los españoles ha alcanzado ya la inmunidad.
Es decir, estamos bastante próximos a la inmunidad colectiva. Téngase en cuenta que este porcentaje de población inmune se ha alcanzado a pesar de haber estado casi tres meses, durante los días inmediatamente posteriores a la declaración del estado de alarma hasta el final de la desescalada, con una R0 inferior a uno, lo que redujo significativamente la velocidad de contagio (el famoso aplanamiento de la curva). Ahora nos encontramos con datos de contagio similares a los de aquel catorce de Marzo; sin embargo, nada apunta a que se vayan a decretar condiciones similares a las vividas durante el estado de alarma, lo que provocará que la R0 se mantenga en valores superiores a uno, y en un corto plazo de tiempo, quizás a principios de la próxima primavera, alcancemos la deseada inmunidad del rebaño. Todo ello, sin entrar a valorar las posibles mutaciones futuras más virulentas del virus o la introducción generalizada de una vacuna, lo que alargaría o acortaría los plazos respectivamente.
Eso sí, seguramente algún lector ya habrá advertido que alcanzar esa inmunidad supondrá pagar el precio de al menos 70.000 muertos más, a lo que se añaden las secuelas crónicas que deja esta enfermedad a algunos de los pacientes que la han superado (afectación neurológica, huella cardiológica, tromboembolismo…), así como los efectos perjudiciales para los enfermos de otras patologías para su tratamiento al encontrarnos con un sistema sanitario colapsado, algo que no parece preocupar al neoliberalismo y sus representantes políticos. Recuerden la frase de la presidenta de la Comunidad de Madrid: "No se trata de confinar al 100% para que el 1% se cure".
En resumen, podemos ganar tiempo a la espera de la vacuna decretando medidas que mantengan la R0 en valores que, aunque no sean inferiores a uno, sí lo más próximos a este; o bien por lo contrario no hacer nada o casi nada, y alcanzar rápidamente la inmunidad del rebaño a costa de un enorme drama humano. Y esto, como tantas cosas en la vida, será una decisión política.