Marisa Lozano Fuego
Moción de ternura; sí, quiero
Debo confesaros algo. El otro día, esuchando la televisión, en estos zapping que me nacen a veces de los dedos agarrotados por el tiempo, prendí un canal. Se presentaba un discurso curioso, en sus forma aparentemente serio, con argumentos a favor y el contra, se mencionaba el terrorismo y las libertades, se postulaba un nuevo Régimen. Moción de censura, dijeron. Mi corazón dio un salto porque no podía comulgar con eso. No podía latir con eso. Veréis, esto es algo que nunca he confesado. Sabéis muchas cosas de mí, tal vez demasiadas. Que escribo poesía y que tengo tendencia al llanto. Y al idealismo. A veces a la bravura, gusto por el chocolate Milka y los peuches cariñosos. Que a veces se cuestiona mi equilibro emocional o motor (lo entiendo, me estrello fácilmente con la punta de mis zapatos, en medio de la Calle Oliva y sin un solo osbtáculo delante)…que dicen que tengo un buen coco, aunque Barrio Sésamo también, y miren ustedes…que mi corazón es grande, igual demasiado, como mis pies. Que al dormir no sé parar quieta y que me gustan los gatitos, las bandas de heavy metal y jazz, los besos con sabor a capiriña y rezar a Dios en la Peregina, en mi corazón o en un lago. Sí, todo eso. Pero no sabéis, no del todo, os oculté un dato importante. Mi filiación. De quién soy hija. Sí, de un señor y una señora. Muy aseñorados , muy majos. Ella profesora y el médico, ya en edad de jubilación. Dos personas corrientes, vaya.Para mí especiales.Que tengo una hermana que adoro, siendo yo la mayor. Pero nada de eso define realmente el color de mis venas o la razón de que viniera al mundo con un dolor. Yo también soy hija de una moción, una moción de esas fuertes y bravas, una moción presentada por una persona hacia otra persona, por un corazón contra otro corazón. Soy descendiente de dos mentes, dos cuerpos óseos , dos destinos, eclosionados y fundidos en una sola moción. Sí, podría haber salido sí. La censura implica desterrar un gobierno o una praxis para imponer otra. Os comento por qué y cómo triunfó el sí a esta moción que no resultó de censura, aunque podría haberlo sido. Y cómo se le dio la vuelta no al voto, sino a la intención. Manuel era un muchacho humilde. Nacido en Pola de Siero, Mieres, estudiaba con becas y para pagarse los libros paseó s sus compañeros en barca. Amaba la literatura y cuando conseguía una obra, la leía todas las noches, prefería renunciar a la cena para pasar aquellas páginas, sumergirse en paraísos que la realidad le negaba. De familia humilde y digna, prosiguió sus estudios y más adelante como otros jóvenes de su edad, hizo el servicio Militar. Tuvo el cargo de Alférez del Ejército, con ese uniforme se desposaría años más tarde por ser su único y mejor traje. Estudió Filosofía y Letras, sección Clásicas. Allí conoció a Marisa, mujer dulce de ojos grandes, de familia docente y que rechazaba a todos los pretendientes porque prefería leer o mirar cómo florecían los campos. Como yo, igual que yo. Le costó conquistar su corazón. La mamá de Marisa, Rosa, había sido maestra de escuela y fue alguna vez cuestionada por sentar en primer fila a la hija de alcalde que a la de carbonero, para ella no existían clases sociales, sino capacidades iguales. Mi bisabuela así pensaba, y eso transmitió a su hija. Por quitar el crucifijo de clase, con el objeto de limpiarlo, fue acusada de “roja” y exiliada a un pueblo lejano. Ella no militaba en ningún partido, simplemente creía en la igualdad y en la Ciencia. Y quería limpiar el Crucifijo. Sus dos hijas iban al baile y recibieron una educación igualitaria, estudios, respeto, mucho trabajo y alguna bronca si bailaban con un muchacho torpón. Mi abuela a veces trepaba por la hiedra para descender a la verbena, le gustaba bailar. A mi también, a veces le decían “vimos a tu hija bailando con un garrafón”, y es que si era bajito,o bailaba mal, hacia como que le dolía mucho un zapato para declinar educadamente el baile. Otro truco para evitar el sobrepaso del doncel eran los codos. A más tratase de apretar el tunante , más los codos se ponían firmes, como conteniendo un alud. Produciendo una pared férrea que decía, chico, hasta aquí hemos llegado. Terminaba el baile y la técnica era alejarse con una sacudida, brusca y elegante, y sentarse a beber limonada a sorbitos.
Qué aburrimiento de baile, vámonos a casa, muchachas. Y luego a leer en la ventana y a que papá no note que faltamos, que son ya las diez y toca sereno. Así, una tarde caminando por la facultad, Marisa y Manolo se vieron. Él aspecto serio, sus gafas , sus libros bajo el brazo, ofreció llevarle los suyos. Marisa observó su entrecejo asturiano y cálido (ella era de León) y le inspiró al menos la confianza de discutir la Ilíada. Y luego, El Quijote. No era bobo el muchacho, y gustábale de batir. Se despidieron con educación. Las causalidades se hacían frecuentes, en aquel campus clásico no abundaban muchachos gustosos de la obra de Homero. Y vaya, coincidían en una merienda o un paseo. Tras unas cuentas citas, y ya conociendo un poco sus vidas, él mencionó que había pertenecido a la Falange, en aquel tiempo organización militar asociada a determinados principios. Era joven y había tenido compañeros que portaban el mismo uniforme que él jurando los mismos principios que él. Pero no entendía que aquello pudiera reñirse con los principios de igualdad y fraternidad, si todo era lo mismo. Los libros lo decían.
Le explicó que hubo dolor y dictaduras en diversos signos, y también aciertos y errores en los dos. Que existieron dictaduras comunistas, cristianos nuestros por su fe y símbolos literarios y artísticos arrogados por ideologías, sin que ellos mismos lo pidieran. O lo supieran hasta su muerte. Que en tiempos de guerra te podían pasear por envidia, o a tu familia, y cualquier acusación, rojo, cristiano, dependiendo de las circunstancias podía convertirse en sentencia. Que en las batallas cada cual cuenta la lucha como le va en ella, y que a veces se puede sesgar la Historia. Que todos los dolores son humanos y todas las vidas valen lo mismo. En una comunidad, todo. En una guerra, nada. Marisa lo pensó unos días, necesitaba meditar. Recordaba el exilio de su madre por limpiar aquel .Ese muchacho no podía ser, no, una persona inadecuada, era respetuoso, correcto, hablaba de humanidad y derechos pues…igual que ella. De procedencia humilde, llevaba siempre la dignidad por bandera. Pensó en dejar la relación, le acometió un súbito vértigo ante tanta cultura condensada en un cuerpo lleno de vida y con la misma camisa raída, pero limpia, que la madre de él lavaba cada noche , y su chaqueta gris que le hacia más elegante.Le gustaban sus formas y palabras , otros muchachos no eran así. Empezaron a estudiar juntos, él le tomaba las declinaciones. Ella le tomaba los tiempos verbales y repasaban juntos la Ilíada. Y Oliver Twist, y ejemplares de Selecciones de l Reader`s Digest, cuando deseaban saber algo sobre últimos avances de Ciencia. Poco a poco nació el cariño. Casto sincero y fruto del espíritu. O de las manos adheridas en la frialdad del parque. Hubo ceremonia. Emocionante y regia.Él, con traje de Alférez, ella sencillo.Por joyas vestía dos estrellas en esos ojos rasgados que recordaban dos almendras orientales.Ella ejerció de profesora de clásicas, él también. Como Inspector de E.M., le cambiaban a menudo de destino. Luego y tras años de estudio, obtuvo su Cátedra. Ambos siguieron enseñanado. Fue nombrado Concejal de Cultura. No cobró por el cargo, en aquel tiempo era así. Ella y sus dos hijos, una mi madre, le seguían en todos sus destinos. Vivieron en Mérida, Cataluña, Santiago (allí se conocieron mis padres, estudiando sus respectivas carreras).Terminaron en Oviedo, lugar hermoso donde recuerdo toda mi infancia. Los padres de mi papá tenían una panadería en la calle Basquiños, Santiago, se llamaban Pepe y Victoria e inculcaron a sus tres hijos el amor por el trabajo, el estudio y la lealtad. Ambos matrimonios, Manolo y Marisa, Pepe y Victoria, fueron fruto de una MOCIÓN DE TERNURA .
En el segundo caso, Pepe había luchado en la batalla del Ebro, en el bando que le tocó. En su caso, derecha. Repito, era panadero y cartero, también cristiano, pero le podía haber tocado el otro.Tenía un tiro el el brazo, me contó que le querían matar y que si no disparabas, lo hacían contigo. Nunca me contó si tuvo que hacerlo. Espero que no. Me dijo que en la guerra se pasaba hambre y que por eso ellos abrían la panadería a todo el mundo en tiempo de necesidad. Pasar hambre no debe hacerlo nadie, el resto, ropas, caprichos, son lujos. Mi padre fue educado así. Se llama Jose Antonio y siempre vio como sus padres se levantaban a las cinco de la mañana para cargar sacos de harina y él, cartas. Invitaban a paella a toda la gente de la zona. Él era el pequeño. La abuela hubiera querido estudiar para maestra, pero eran dos hermanos varones y no podían hacerlo todos. Así pues, ella quedó con la panadería y ella pidió en matrimonio a Pepe, tras unos cuantos paseos por la Alameda y una visita a Misa de San Roque. Fueron un matrimonio feliz y enamorado, fraguado en el trabajo y el compañerismo. Manolo y Marisa también lo fueron. Apoyándose siempre en la literatura y dando a su hijo Manolo y su hija Marisa esa herencia. Uno salió deIngeniero, la otra profesora. En la de mi padre, salieron dos médicos y una profe. Ciencias y letras. Clase obrera y docente. Derecha e izquierda. Todo mezclado en sus plaquetas y en las mías. Moción de ternura, de ternura, de trabajo, de amor, de lealtad.
Jose Antonio y María Luisa, mis padres, se casaron en Covandonga, con una mirada de enamorados que hacía palidecer al sol. No asistÍ a la boda,yo aún no existía, pero vi fotos.Y nunca la vi más bonita.Otra moción de ternura que podía haberse abortado si ella hubiera cedido a las influencias de aquellos que decían que aquel chico no le convenía, que no era de su clase, que no dejase su tierra por él.Lo hizo y pidió destino para Pontevedra, dejando en Oviedo su familia. Dio clase en el I.B Valle Inclán durante muchos años, él trabajaba de internista en Montecelo. No tenemos a nadie más en Pontevedra , mis abuelos no viven ya y mis primos están lejos, llevo tiempo buscando mi lugar. Estudié en Santiago Psicología, DEA en Filosofía, oposité sin suerte y me pasé la vida buscando en los libros un sentido para la vida. Ahí debía estar. La tristeza se me quitó cuando aprendí el verso clásico y empecé a hilar poemas. Decidí firmar en memoria de mi abuelo, con su apellido y el mío. Él escribia libros de texto , pero creo que mi poesía le hubiera gustado. Cierta carta le llegó y tuvo que dejar su puesto de inspector. Falleció de infarto cuando yo niña, él me enseñó a leer. Siempre dijo que deseaba enseñarme todo cuanto sabía antes de morir. No pudo. Pero en cada poema pongo su alma y a veces, le rezo. Sé que me cuida, los cuatro abuelos lo hacen. La otra noche hubo mucha tensión en casa. El coronavirus no ayudaba.
Las reyertas por el aspirador, tampoco. Prendí una vela, busqué el álbum de boda de mis padres. Estaba tan guapa. Tan enamorada. Él también. Se lo mostré. Él no quería mirarlo, pero luego lo guardó. No estaban tan distintos. Ella seguía con luz en la mirada y él seguía con esa barba vellida que siempre le había parecido elegante.
Decidí proponerle un pacto: si me robaba el aspirador otra vez, o chillaba cual oso, le denunciaría ante las autoridades por apropiación indebida del trasto este. Eso, o moción de ternura. La moción de ternura consistía en lo mismo que habían firmado sus padres ante la ley y en este caso, la Iglesia. Y también ellos. En lo bueno, y en lo malo, apoyarse y quererse.
De no cumplir, vendrían a llevarse el aspirador, la cerveza y la casa generaría gusanos. Obvio aceptó. Es un hombre inteligente. La moción de censura habría dado al traste con la familia, mi hermana con un bebé en camino (no tardando mucho seré tía, ya que no sé si los puedo tener) y en la Capital, lejos. El equilibrio era delicado y era complejo salvar todas las partes sin dañar alguna. A veces se juegan psiques humanas. O como en el hemiciclo vital...vidas. A veces una moción de censura implica poder, demostrar que uno es más fuerte. Me sentí tentada. Pero le vi cojear, agotado, y la vi a ella mirándolo con los mismos ojos que cuando se casaron. Recordé el peque que viene en camino. Y pensé en una moción de ternura, de amor. Encendí una vela y recé, y evoqué a mi abuelo con su traje de Alférez. Sin paliativos, dime, censura o ternura. Nunca te gustaron los puntos medios.
Ternura, dijeron sus ojos.
Estamos los tres confinados, yo y él sin síntomas, ella ha estado ingresada. El personal sanitario se portó de forma excelente, el protocolo nos siguió con cariño y atención y paliando posibles riesgos en todos los sentidos. Protección Civil nos hizo la compra con toda efecto y os vecinos trajearon comida. Claro que está siendo complejo. Batallar por el aspirador y por quién pone mejor las sábanas no es sencillo para J. A. y para mí. El hombre es terquillo cual mula. Pero yo le quiero. Es mi padre. Se me parece. Qué le voy a hacer. Y resulta que ella también. Si todas las partes se avienen, la ternura es la mejor opción.
El otro día volviendo al tema, y haciendo mi propia analogía , cuando se propuso censura yo supe que no podía apoyar eso. Soy hija de una moción de ternura y lo otro lastima mi Naturaleza. El equilibro era tan frágil que todas las partes podían sufrir, y había vidas en juego y psiques también. Asi que pensé en la ternura como solución alternativa. Y creo que alguien pensó también. Y yo me alegré y me sentí orgullosa de que la ternura y el diálogo aún tengan cabida en los corazones. A veces, en situaciones tensas hay que tomar posturas moderadas. Como en efecto mariposa, un movimiento brusco podría desbaratar todo el equilibro del sistema. Y ganó la ternura, y ganó la cordura, para mí al menos.
Sé que a mucha gente no le caigo bien, por eso de que hablo mucho y me despisto dejándome cosas , tropiezo con las farolas y la diplomacia no es mi fuerte. Pero vista la situación y cómo la gente actúa ante una situación de crisis, he llegado a pensar que tal vez, y de algún modo, y pese al bullying sufrido en el cole…he llegado a ser un poquito, esa chica Popular que soñaba.Con p grande o pequeñita, pero decidme que algo sí… Si el pueblo quiere que lo sea. Y que hija y nieta de la ternura, opté por abrazar mis raíces sin ofender a ninguna otra y respetando las ajenas.Democracia significa poder popular, poder del pueblo. Y el pueblo solo es poderoso con una moción de ternura.
Bien jugado. Seguiremos en este equilibrio frágil, colorado y azul celeste que logre salvar vidas en lugar destruir otras. Seguiremos siendo hijos, nietos, de las mociones de ternura que nos contaban los abuelos y ellos supieron defender y amar.