Carlos Regojo Solla
Desde el cielo, con horror
Ian Fleming lo sabe, ya nada se parece a nada conocido. Esta vez el peligro es planetario, no procede de Electra y no hay opción al triunfo. En consecuencia, resignado, deja incompleto el borrador de su vieja /nueva historia en la oficina del M16 Boulding, sobre la mesa del agente llorado, en la esperanza vana de un milagro puesta en un mañana incierto al que sólo nos queda por ofrecer la otra mejilla. Encima del manuscrito coloca su antigua Sterbrook de oro cuyo plumín original gotea en rojo sobre las dos primeras letras de la última palabra del título de un pretendido primer capítulo de una nueva historia imposible en la que se lee:
"Caído su eterno rival, Electra se remueve en su tumba y ríe junto a No, Goldfinger y resto de malignos. El mundo camina como un fantasma aterrado y no hay rival para los nuevos amos que saludan ya de mañana con la fuga inesperada de un mal que se extiende sin posibilidad de ser cuestionado..."
Efectivamente, ni tan siquiera el SIS Boulding, la agencia; con su sección 00, huérfana de su primer agente, quien en la sombra había sido puesto en antecedentes y había aceptado la misión de arrancar de los laboratorios la solución del mal; tiene posibilidades de lucha, porque Bond..., James Bond, el eterno vencedor, la última esperanza, ha caído, y ningún sustituto estará jamás a su altura.
Bond ha muerto y el terreno queda libre para la expansión del nuevo imperio" entre la tristeza y el lamento de las gaitas y los tambores que interpretan "Scotland the Brave " o "Flower Of Scotland", amados himnos de una tierra rebelde, envidiados acicates en las luchas de independencia de las tierras escocesas entre los indomables y el imperio anterior. Él lo hubiese logrado, aunque tuviese que resucitar al mismísimo fundador de un P.C. a depurar, viciado por un capitalismo brutal. Y es que no se puede luchar contra la indefinición ni contra la ambigüedad política sobre todo cuando funciona tan bien. Las cosas son más claras cuando basamos la guerra en la ética y, además, de Bond ya solo queda el recuerdo.
El poema " Auld Lang Sin", de Robert Burns o la canción de Lennon "In My Life", junto a los himnos, completan los cuatro poemas inmortales y nostálgicos de un ayer imborrable que fusionan sus letras en una glosa al pasado de lucha y sacrificio que, al final, no es más que el todo de una vida de aspiración a la libertad, con una breve pincelada hecha a un presente fugaz, vinculando al genial escocés con la tradición más secular, haciendo del actor un referente universal tanto en la ficción como amando a su patria en la vida real.
Llora su ausencia su eterna e incondicional enamorada. Moneypenny mientras dos lagrimas caen encima del manuscrito del ultimo guion, al lado de un poema que deja temblorosa y que dice:
Se ha llevado el tiempo,
de las Tierras Altas,
al son de tambores y gaitas,
de tu sueño, un momento,
la flor más preciada
de tu Escocia amada.
Bond...: James Bond, ¿quién nos salvará?