JM Arceu
El último trago
Lagos de agua azul cobalto emanan de mi piel frágil. Dilatan encuentros entre sabia y cianuro, testigos del fin de aquel deseo. Lo miro con desdén y nostalgia. El ansia de intentar haberlo salvado, el pensamiento de culpa absurdo. Los desenlaces son tristes, como el ambiente después de una navidad sin regalos. Una muerte injusta, o un premio insuficiente. Navego entre sal y naufragios. Mares y océanos enormes, sin horizontes definidos. Respiro y me mantengo. Entiendo que seguir con vida puede llegar a ser interesante. La verdad absoluta es inalcanzable si consideras finito el tiempo. Pero la imaginación no tiene más fronteras que límites tus ideales. Aunque no sea certera, la quimera te mantiene despierto y con los ojos en órbita. Mientras no los cierres no podrás soñar. Hay quien me robó el sueño y me recordó que el sinsentido es, a veces, una lógica irrefutable. Como la de los físicos de antaño. Como la historia de los cuentos que no acaban con final feliz. La ficción se inventó por la inutilidad de una vida acotada. El ansia de crear escenarios y existencias perpetuas, para evitar amores que no perduran, para evitar dolores que no perecen. Y tengo el pecho en un puño, y el puño apretando fuerte la flor de mis entrañas. El deshojo que pernocta con la tenue luz de una luna preciosa pero introvertida. Blanca como la tez que se esconde en la sombra. Callada como el silencio que procede a una mala noticia. Estamos solos en esto, sin tener en cuenta nuestra voluntad ni intención. Te enteras tarde. Y ya no hay opción. Tengo un licor tibio y muchas horas por delante. Por detrás tengo líneas hechas y palabras a destiempo que bailan a través de sentimientos inestables. Espacios en blanco, certeros como balas de plomo. Me apuntan al pecho y no siento, apenas. La pena me invade y no tengo más recursos. La partida va a terminar y mis dados son todo unos y doses. Camino despacio, hacia el final. El tablero me engaña y veo un punto de luz en el fondo oscuro. Consumo el humo del cigarro y el fuego retrocede dando paso a la ceniza y al olvido. Me río de la esperanza y el dicho. Me enfada el azar. Los soldados avanzan hacia mí. Las flores caen hacia el abismo de lo inerte. No entiendo por qué el juego no acaba. Me rindo. Tiro el arma, sale el Sol. El frescor de un azul cian desvela mi mente. El vapor del alquitrán desaparece. Tomo el último trago, mientras la noche se convierte en mañana.