Manuel Pérez Lourido
Influencers en pelotas
Hoy vamos a hablar de un tipo de influencers que reclaman nuestra atención de la forma más primitiva que existe. No hablamos de esas personas que "cuentan con cierta credibilidad sobre un tema", según la definición canónica del influencer. No hablamos de quienes tienen blogs sobre esto o aquello (alimentación, salud, ejercicio físico, entre lo más destacado) o cualquier otro asunto relacionado con el bienestar. Nos referimos a un tipo de influencers de los que casi lo mejor es no saber demasiado. Como puede ser el caso, que es, de cuando eres una influencer y tienes que posar desnuda en medio de la nieve para que la gente no se olvide de ti, que eres una influencer y sabes hacer muchas, muchísimas cosas, incluyendo desnudarte en medio de la nieve y escoges esto último porque es lo que resulta más fácil ya que el resto de tus habilidades (sabes hacer muchas, muchísimas cosas) no llaman tanto la atención. Y cómo rayos vas a influir en nadie si no es saliendo desnuda en medio de la nieve. Es de primero de influencer.
El mundo de los influencer es lo que tiene: pide mucho sacrificio, mucho llamar la atención y qué hay mejor para eso que despelotarse. De hecho, si ven a alguien en bolas por ahí adelante, no llamen a la policía ni a nadie: aségurase antes de que no está en presencia de un influencer de tomo y lomo.
La propia palabra "influencer" ya da una pista de la naturaleza de las actividades de estas personas: in-, sobre la idea de interiorizar, y el verbo fluĕre, por fluir. Como en aquella frase famosa de "Be water, my friend". Esa es la primordial tarea de los influencers de los que hablamos: ser agua, fluir. No se trata de nada relacionado con la solidez, en absoluto. Lo líquido, y más aún lo gaseoso, es lo que define la insustancial actividad del influencer que ponemos en cuestión.
No tengo nada en contra de las invenciones modernas, ni siquiera de las propiciadas por la tecnología, ese fangoso terreno en el nos internamos tan alegremente mientras dejamos que el planeta se deteriore a paso de gigante. No soy como James Williams, ese tipo que tras trabajar durante diez años en Google se fue a Oxford y se doctoró en filosofía (Ética de la tecnología) y ha fundado una organización que lucha por una tecnología menos invasiva y más respetuosa con las personas. Sin embargo, estoy abiertamente en contra de las estupideces, aunque sean de rango planetario, que pululan entre tanto batiburrillo de información y fake news. A mi esos influencers, no. Please.