Manuel Pérez Lourido
Consulta sobre compra
He recibido un correo electrónico de una web donde había comprado recientemente una grabadora de voz. ¿Qué para que quiero una grabadora de voz? No le voy a contar ahora mi vida, señor mío. O mejor dicho, señora mía: sí se la voy a contar, pero solo lo que me dé la gana.
El asunto es que me pedían, como reciente usuario del aparato, que respondiese a la pregunta que les hacía otro cliente. Al principio pensé en borrar el mensaje y a otra cosa, mariposa. Luego me arrepentí de lo cursi de esa expresión y también de escaquearme. Me vino un ataque de altruismo y solidaridad con la humanidad y especialmente con la parte de la humanidad que quiere comprar grabadoras de voz pero tiene sus dudas.
Resulta que la pregunta era si las grabaciones se oían nítidas o tenían ruido de fondo. Dudé un poco.
Había grabado apenas un par de cosas y recordaba que el sonido me había parecido bueno, pero ¿quién puede asegurar que no se oía algo de ruido de fondo? Dudé otro poco más. Me rasqué la cabeza. Estiré las piernas (estaba sentado). Me di un golpe contra unas cajas que tenía bajo la mesa ante la que estaba sentado. Dudé otro poco. Pensé que podía coger la grabadora, ponerla en funcionamiento y verificar que no había ruidos de fondo. Pero por alguna razón no quería hacerlo. Me parecía una cobardía hacerlo. Y además el ataque de altruismo debía estar remitiendo.
Decidí que contestaría que no se oían ruidos de fondo procedentes de la grabadora, aunque era algo por lo que no pondría la mano en el fuego. Claro que no pondría la mano en el fuego por casi nada en la vida, pero eso es otro asunto.
Cuando terminé de escribir y enviar la respuesta, fui informado de que la misma se mostraría con mi nombre en la página web. Comencé a sentir que se producía un fenómeno en mi organismo que suele ser descrito como "sudores fríos". Acababa de publicar a los cuatro vientos una información de la que no estaba absolutamente convencido y lo había hecho con mi nombre y apellidos.
Mi mente inició un viaje por su cuenta y riesgo: ¿y si mis palabras animaban al cliente preguntón a realizar la compra y luego resulta que escuchaba ruidos de fondo?, ¿y si rastreaba mi nombre y apellidos por internet en busca de venganza? Simplemente en mi perfil de facebook ya podría obtener más información de la que yo deseaba ofrecer en tales circunstancias.
La imagen de un retrato robot con mi rostro y un cartel debajo que ponía "gilipollas" se me apareció de pronto. Pero no había nada que pudiese hacer ya.
Desde entonces siempre miro a derecha e izquierda al salir de casa y me he comprado un paquete de las mascarilla más aparatosas que hay a la venta. Benditas mascarillas.