Valentín Tomé
Res publica: El misterio de la derecha española
Ocurrió esta semana, el PSOE y Ciudadanos presentan en la Asamblea Regional de Murcia una moción de censura para apartar del Gobierno al Partido Popular en la Comunidad, y otra en el Ayuntamiento capitalino con el mismo fin. De manera aparentemente inesperada, Ciudadanos decide romper la baraja y dar la espalda al PP, su socio de Gobierno tanto a nivel regional como local. A las pocas horas, ese mismo día, Isabel Díaz Ayuso convoca elecciones anticipadas en Madrid ante el temor a una moción de censura. La decisión rompe todos los puentes con Ciudadanos. Tan solo dos días después, tres de los seis diputados de Ciudadanos que habían firmado la moción de censura en Murcia (Isabel Franco, Valle Miguélez y Francisco Álvarez) deciden que se desdicen de lo que firmaron, que rompen con la disciplina de voto, que rompen con la dirección de su partido y se pasan en la práctica al PP.
Toda esta cadena de acontecimientos responde, en mi humilde opinión, a una serie de tensiones y contradicciones irresolubles que se encuentra en el seno de la Derecha española desde el final de la Transición. Una Derecha, que vista en su conjunto, supone, como tantas cosas de este país, una singularidad con respecto a la política occidental surgida tras la Segunda Guerra Mundial.
El problema fundamental reside en la situación de inestabilidad provocada por una enorme concentración de fuerzas, PP, Ciudadanos y Vox, que se hallan circunscritas a un espacio ideológico reducido, donde no hay cabida para todas ellas. Y la razón, no se encuentra en que no puedan coexistir tres espacios ideológicos diferenciados dentro de la Derecha, pues como sabemos existen muchas "Derechas" desde la modernidad, sino que ambas comparten múltiples semejanzas que las hacen en la práctica indiferenciables salvo por ligeros matices.
Terminado el proceso que se conoce como Transición española tras el fallido Golpe de Estado del 23F, Alianza Popular, y que supone la liquidación en la práctica del Centro Democrático y Social como partido político de carácter relevante, surge en el horizonte como única fuerza mayoritaria en el seno de la Derecha ideológica. Un partido fundado en su mayoría por exjerarcas franquistas, con una posición al inicio beligerante con la Constitución del 78 que se va transformando paulatinamente en su asunción y reconocimiento. Como partido totalizador de todo el espectro ideológico de la Derecha, en su seno se superponían diferentes subestratos que daban lugar a un partido "exótico" en la historia de la Ciencia Política, una especie de Frente Popular de la Derecha. Por él desfilaban franquistas sociológicos, conservadores, democristianos, liberales, monárquicos, nacionalistas españoles, centristas… Una amalgama inédita hasta el momento, con fuertes elementos contradictorios entre sí, pero que a pesar de su enorme diversidad imponía en su ideario dos principios fundamentales, más evidentes aún cuando se produce su mutación en el actual Partido Popular, que se hacía necesario respetar por todo militante:
• Primer principio: Neoliberalismo. El tradicionalismo, conservadurismo o el nacionalismo español era aceptable y defendible, siempre que no se entrometiera con los asuntos del Capital. En estos, se asumía acríticamente la política neoliberal dictada por el sino de los tiempos y encarnada en nuestro contexto geográfico por la Comunidad Económica Europea, y la posterior y actual Unión Europea. En definitiva, uno podía ser acérrimo defensor de las tradiciones culturales hispánicas y enorgullecerse de su Historia, su Himno y su Bandera, pero en el terreno de lo económico, debía declararse internacionalista. Atrás quedaban los tiempos de la autarquía franquista (a pesar de que no ocurría lo mismo con el franquismo sociológico) o cualquier rastro de política económica proteccionista. Los tiempos habían cambiado y había que modernizarse y abrir nuestros mercados al exterior y a la inversión extranjera. Las reconversiones industriales, las privatizaciones de nuestros grandes monopolios estatales, las deslocalizaciones de nuestras empresas o los paraísos fiscales no suponían ni suponen ningún problema para el militante popular y son perfectamente compatibles con el sentimiento de orgullo de ser español, amar a tu patria y defenderla de quienes solo desean su desestabilización.
• Segundo principio: Constitucionalismo. De la Constitución del 78, a pesar de no ser vista con buenos ojos en su tiempo, se espera del militante lealtad hacia la misma. Si bien, debido al fuerte componente social de la misma ("España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político", dice su artículo uno) y a la amplia cobertura de derechos sociales que propugna, incompatibles claramente con el neoliberalismo, se hace necesario obviar toda esa parte y centrarse en lo importante: la defensa de la monarquía (unido a un fuerte antirrepublicanismo), la unidad indisoluble de la patria, y consagrar su carácter ahistoricista, es decir practicar el memoricidio sobre la Dictadura y la exaltación acrítica del proceso posterior conocido como Transición que dio lugar a la sanción de nuestra Carta Magna, elevándolo a la categoría de mito. Estos tres preceptos son los únicos en los que todo constitucionalista que se precie debe centrarse y en el que todo militante popular debe reconocerse.
Como es sabido, este espacio hegemónico y omnívoro de la Derecha sufrió una partogénesis hace unos pocos años. De su seno surgieron otras dos fuerzas políticas dispuestas a arrebatarle esa hegemonía sobre tan amplio espectro ideológico. No entraremos aquí a intentar explicar las causas que dieron lugar a esta génesis, pues excedería en mucho los propósitos de este artículo, sino simplemente a tratar de señalar que estos dos nuevos partidos no suponen en la praxis nada nuevo con respecto a lo que representa su progenitor.
Cojamos por ejemplo el caso de Ciudadanos. Es bien cierto que a priori resultaba una apuesta al menos coherente en el sentido ideológico. Su intención de centrarse en los aspectos más neoliberales del programa económico popular para trasladarlos, siguiendo la tradición clásica del pensamiento liberal, al terreno de lo social, eliminaban esos residuos opusianos, tradicionalistas, conservadores del PP con el fin de "modernizar" la Derecha española. Así su defensa de cuestiones como los derechos del colectivo LGTBI, el aborto o la eutanasia, así como su apuesta por la regularización de la prostitución o de la gestación subrogada, mientras hacían suyos los principios económicos de la ortodoxia neoliberal a nivel macro, lo convertían en un sucedáneo diferenciable del Partido Popular. Pero si antes hablábamos de los dos "límites" que no debían ser traspasados por cualquier militante del PP; esto mismo sigue siendo vigente para el caso de Ciudadanos. Sorprendentemente su liberalismo "puro" coexiste con un férreo nacionalismo español de raíz centralista, la defensa de la monarquía, un beligerante antirrepublicanismo, o un, en el mejor de los casos, voluntario olvido sobre todo lo ocurrido en nuestro pasado más reciente durante la Dictadura y la Transición. Todo ello lo convierte, a pesar de sus vanos intentos por parecer algo diferente, en un subproducto "juvenil" del PP pero heredero, a su vez, de todas sus contradicciones.
En el caso de Vox, se trata de recoger los elementos más reaccionarios, nacional católicos o franquistas del alma popular para encarnarse como referente de todo ese franquismo sociológico que persiste en nuestro país. Se trata en definitiva de hacer apología de todos los valores sociológicos característicos del fascismo clásico: nacionalismo, xenofobia, autoritarismo, irracionalismo, supremacismo… pero haciéndolos coexistentes con los principios económicos del neoliberalismo; asumiendo, por lo tanto, al igual que en el caso de Ciudadanos, los dos principios inquebrantables anteriormente descritos. Una extrema derecha que supone una anomalía con respecto a la mayoría de sus partidos homólogos europeos, los cuales llevan su fuerte nacionalismo al terreno económico proponiendo medidas antiliberales como el proteccionismo, la autosuficiencia económica, o incluso la salida de la Unión Europea, coherentes así con los principios de una economía fascista de corte autárquico y corporativista (a modo de ejemplo resulta esperpéntico observar a los de Santiago Abascal defender a los youtubers nacionales cuando estos deciden abandonar nuestro país con la finalidad de practicar la evasión fiscal).
En resumen, lo que se ha venido a conocer popularmente por sus detractores como Trifachito posee una naturaleza cargada de paradojas y contradicciones irresolubles que lo aproximan al Misterio de la Santísima Trinidad, esa creencia que afirma que Dios es un ser único que existe como tres personas distintas o hipóstasis: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. A la espera de una corriente herética, como el arrianismo en la Iglesia Católica, en el seno de la Derecha española que resuelva sus misterios, seguiremos disfrutando en nuestro país de una Derecha premoderna, única en Occidente, en la que los episodios descritos al principio se sucederán con la finalidad, metafísicamente imposible, de tener una ontología propia frente a lo que en esencia no es más que Unidad.