Marisa Lozano Fuego
Alimentar el ser
Hoy alimenté a las aves. Allí estaban, aunque al principio yo no las veía. Asomando sus cabecitas, agachadas entre los árboles, sin pedir ni requerir nada, solamente bebiendo sol. Fui con una bolsa de plático.Podría haber llevado dentro cepillos, un fuet, unas mancuernas o la fórmula de la felicidad. Alguien podría habérmela dado. Y pensé que podía compartirla. O tal vez solo llevaba pan de ayer y hambre del mañana. No lo sé. El caso es que la abrí y las aves volaron hacia mí. En círculos, en rueda, en torbellino. Sintiendo aire e libertad en la cara y luchando por un trocito. Y recordé lo mucho, lo muchísimo que apetece la libertad o un soplo de aire fresco. O una cucharada de sopa cuando hace hambre. Y las dejé picotear. Algún día alguien también me alimentó a mí. Se trata de una cadena, de un karma, el Universo da y devuelve y mi obligación moral era seguir las reglas. Así que me regalaron altruismo, y creí conveniente devolverlo. Así que me dieron una naranja, y cuando tuve pan lo ofrecí. Así que tenía un osito de peluche. Otra persona, un libro. Y todos haciendo cadena, en trueque con la Humanidad.
Si, las aves comieron.
Y yo aprendí de su vuelo concéntrico, de su despreocupación constante, del ningún miedo y la mucha lealtad cuando caminan en bandada. De cómo saben orientarse cuando cambia el tiempo sin necesidad de licenciarse o hacer cursillos, doctorados. No, es la suya una brújula salvaje que no obedece a tiempos ni a leyes, más que la sabia, recta y fiera de la Madre Natura. Las colonias de abejas, organizadas al milímetro y construyendo panales perfectos. Las hormigas ordenadas en grupos, almacenando alimento para el invierno. Levantando varias veces su peso sin practicar halterofilia. Si, de eso me acordé, también de las manadas de lobos y su lealtad constante y ferviente.
De cómo saben ser leales a la manada y cómo rinden el cuello cuando la lucha es finita y el adversario respeta eso, porque jamás atacaría por la espalda ni comprenden una traición.Sí, los pájaros tampoco nos mienten. Solo saben volar, y vuelan. Alegran el día con sus trinos y cuando graznan es porque no saben otra manera de cantar.
Hoy alimenté aves, eso pensó la gente que me vio en la Plaza. Pero yo os digo que ellas me alimentan cada día, así como otras especies, en este planeta donde el humano estamos de prestado y convivimos con flora y fauna tan increíblemente sabia que deja que pensemos que somos los amos cuando en realidad ellas nos enseñan a sobrevolar el dolor.
María Luisa Carrillo Lozano
Marisa Lozano Fuego