José Antonio Gómez Novoa
Ventana indiscreta: ¡Gracias Fina!
Los ojos de Fina brillaban especialmente cuando recordaba los años vividos en Venezuela. Hablaba de la casita con un gran jardín, sus perros y gatos. La oveja preñada que le regalaron a su hija, y los corderitos corriendo por la finca. Describía los paisajes tropicales de los Andes, el Salto del Ángel, el lago Maracaibo, los sabores del cacao y las frutas con una sutileza que te llevaba a "sulibeyar".. Estuvo 40 años en la emigración, trabajando duro, viajando, disfrutando de la vida, en un país con muchas maravillas naturales, pero con desigualdades y serias deficiencias en servicios sociales y sanitarios.
Una corta enfermedad de su marido dinamitó su vida. Sus ahorros se destinaron a intentar buscar alternativas médicas en diferentes partes del mundo que no dieron fruto.
A principios del siglo XXI, regresó a Galicia con la familia de su hija, quedando su otro hijo en Caracas con un trabajo estable. Tuvo que vender la casa de Venezuela, y con ello compraron un pequeño pisito en Galicia, en el que vivía con una pensión no contributiva de 420 euros, ayudas de su hija y de entidades sociales.
En la crisis del 2008, el negocio que tenía su hija fue a la quiebra, tuvo que alejarse de su madre con mucho dolor, regresar a la emigración con su marido y dos hijas pequeñitas. Fina en Galicia, su hija y nietas en Suiza, el hijo en Venezuela.
La soledad la invadió, y aunque era fuerte, las enfermedades, la edad, la distancia con sus hijos y la morriña de lo vivido, marcaron a fuego, los últimos años de su vida. En ese escenario, la conocí y me encontré yo formando parte de una experiencia única, con un papel secundario.
Mis años de voluntariado, están marcados por ella. Momentos y secuencias inolvidables. Vienen a mi mente recuerdos, como cuando logramos contactar mediante videollamada con su hijo en Venezuela, y al verlo, me pregunta ¿quién es ese?. Todos cambiamos, y él pasó de ser ancho de hueso, a delgadito y en su cara se reflejaba, más edad, más limitaciones, distancia y sobre todo añoranza de lo que era Venezuela, cuando estaba su madre con él, y de lo que es su madre, estando Venezuela sin ella. Un cúmulo de emociones se juntaron en lo virtual, comprobando lo importante que son las tecnologías en tiempos de confinamiento y distanciamiento.
En tiempos de COVID, añadió a su anamnesis un tumor que provocó varios ingresos hospitalarios. El teléfono de una enfermera, fue el hilo comunicativo con su familia. Ella en Hospital confinada, sus hijos en la emigración, siempre palabras amables, siempre una sonrisa, siempre, siempre….
Cuenta el personal sanitario que cada mañana Fina, les hablaba de sus paseos hacia su casa acompañada de sus perritos, un caminito rodeado de una esplendorosa luz sobre un campo de orquídeas, el brillo intenso de las flores de Araguaney, y de la belleza de un árbol llamado la rosa de Venezuela. @novoa48