José Antonio Gómez Novoa
Ventana Indiscreta: Generaciones
A menudo aparecen en nuestra vida escenas impactantes que nos hacen ver, quienes somos y dónde venimos. Pocas resultan tan poderosas como cuando heredas la casa que fue de tus padres o abuelos, y tienes que ir a recogerla o simplemente limpiarla, para vivir en ella o ponerla en venta. Sin duda te encuentras, ante un momento mágico.
Encuentras algún recuerdo que te emociona, el reloj de pared tallado a mano, que después de 100 años funciona perfectamente, y qué decir de las hijuelas que tienen más valor, por su antigüedad y su caligrafía esmerada que los pequeños terrenos heredados. La manta eléctrica, la radio que pegaba a la oreja porque no soportaba los audífonos. Las pantuflas de estar en casa que le calentaban por encima de los tobillos.
Seguimos con el recorrido, porque los armarios, despensas, habitáculos secretos tienen muchas sorpresas. 25 colonias pendientes de regalar, 4 vajillas sin estrenar, una más para los invitados y otra que se utilizaba habitualmente. 24 juegos de sábanas y colchas, la mayor parte de ellas con juegos florales. Toallas compradas en Portugal, imposibles de contar. En el salón se acumulan también varias cuberterías completas y manteles para mesas inmensas que ocuparían el tamaño de nuestro salón.
En cada habitación, no sólo hay objetos sino imágenes del abuelo en su cama susurrando una canción, de tu madre limpiando las múltiples fotos que cuelgan en la pared o reposan en los diferentes muebles de la casa. El eco de la voz de tú padre: ¡niñooooooo! Cuando llegas a la cocina, te detienes e inspiras intensamente para captar el olor de las filloas de sangre, la lengua de vaca prensada, las rosquillas rebosantes de almíbar, el arroz pobre, un sinfín de olores y sabores con una gran fuerza emotiva.
Pero lo que más nos sorprende, es cuando comparamos los objetos que atesoramos actualmente, y los que acumulaban ellos. Miras tus cajones y encuentras, cargadores y móviles en desuso, cámaras analógicas y digitales, CDs, cintas de video, fotos, abundancia de papeles. Igualmente, otros que casi nunca has utilizado, la licuadora, la bicicleta estática y el kit de masaje relajante que te regalaste al cumplir los 40.
No olvidemos que nuestros padres y abuelos, su esencia son, y forman parte de nuestra vida.