Fernando R-Triana González
La ponzoña
Hace unas semanas defendía públicamente el derecho de Vox a manifestarse y organizar actos electorales donde y cuando quisiera. Lo hice señalando además mi falta de empatía con esta formación política y sabiendo que en el fondo había cierto grado de provocación en la forma de dirigirse a los ciudadanos de Vallecas. Ejercí mi derecho a la libre expresión para señalar que las libertades civiles deberían estar por encima de las fobias o filias de cada cual. Me motivaba la intención de comunicar mi preocupación por la espiral de confrontación política que en los últimos años se pasea por nuestras vidas sin que al parecer le importe a casi nadie. Había señalado que la estulticia campea a sus anchas y nuestro futuro está en manos de un conjunto de burócratas tan distantes del pueblo como apegados a sus intereses partidistas. La contienda es una norma de actuación generalizada y esta forma de proceder está haciendo mella en las relación entre españoles que comienzan a situarse en posiciones tan dogmáticas como estériles. A pesar de todo, siempre he creído firmemente que la concordia es posible y que podremos alcanzar el entendimiento dentro de nuestro marco constitucional.
Hace escasos días Vox, en un acto ignominioso, inundó las calles de Madrid con un cartel electoral que solo destila odio, racismo e intolerancia y esto lo adereza con algo que, a mi forma de entender, es más grave: mercadear por unos votos, con el sufrimiento de unos jóvenes inmigrantes a los que cuantifica en euros cometiendo así un agravio intolerable. No ha sido un desliz, lo ha hecho con convicción y lo defiende en todos los medios de comunicación sabiendo que una parte del electorado comulgará con esta idea. De forma intencionada está sentando las bases para sembrar el odio hacia aquellos que, solo por necesidad, se juegan la vida en busca de un mejor futuro. Pretende Vox que algunos españoles piensen que estos jóvenes acuden a este país a vivir de las ayudas públicas y no para escapar del hambre, la miseria y en ocasiones la muerte. Los criminaliza acusándolos sin pruebas de robos, violaciones e incluso, de forma artera. de robarle la pensión a nuestros mayores.
Creo que Vox ha cruzado una frontera que nunca se debería haber traspasado y que, en mi opinión, ya no tiene retorno pues se fundamenta en la negación de los derechos humanos agraviándolos con una actitud solo comparable a estados fascistas de tiempos pretéritos.
La sociedad tendrá la oportunidad de manifestarse de qué lado está. Tendrá que escoger entre la solidaridad, el respeto a la diversidad y la integración o la xenofobia, la intransigencia y el odio. Por eso les ruego hagan uso de su voto en conciencia, libremente, pero, por favor, no voten nunca a algunos que hacen del envenenamiento moral una forma de vida.