Valentín Tomé
Res publica: La posibilidad de una isla
Ocurrió una vez más. La Asamblea General de las Naciones Unidas se pronunció una este miércoles de forma abrumadora contra el bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba y exigió que se ponga fin a esas medidas coercitivas unilaterales. Solo el propio Estados Unidos y su filial en Oriente Medio, Israel, votaron a favor de mantener ese bloqueo. La resolución se suma así a las 28 que se han adoptado anualmente desde 1992, cuando la Asamblea General empezó a votar anualmente sobre la cuestión.
Al final de su vida, el filósofo alemán Immanuel Kant, habiendo tratado ya los grandes temas de la filosofía relativos al conocimiento y la ética, realizó una propuesta de gobierno mundial de raíz federal que a través de la argumentación racional y del debate entre los diferentes estados pusiese en práctica los ideales de la ilustración: cosmopolitismo, derechos humanos, mantenimiento de la paz… Siglo y medio después de aquel enunciado, muchos quisieron ver en la ONU la cristalización de aquel ideal kantiano.
Sin embargo, aunque de iure su metodología y su funcionamiento se aproxima bastante al imaginado por Kant, en la praxis no pasa de ser un organismo internacional de naturaleza puramente simbólica. Rusia, China, Francia, Reino Unido y los Estados Unidos tienen derecho a veto. Si alguno de estos países vota contra una propuesta, esta queda rechazada, incluso aunque el resto de miembros haya votado a favor. Es por ello que el embargo norteamericano sobre la isla continuará un año más, a pesar de la amplia oposición del resto del mundo.
El embargo consiste en la prohibición de cualquier relación comercial entre varias economías. Según informes de la ONU, las pérdidas económicas para Cuba después de medio siglo de bloqueo ascienden a cientos de miles de millones de dólares. Aunque sin duda, más allá de lo material, lo más preocupante es su afectación a derechos fundamentales como la alimentación o la sanidad. La imposibilidad para la agricultura cubana de acceder a bancos de semillas para su cultivo, propiedad en su mayor parte de empresas estadounidenses o, por razones similares, la escasez de piensos para la manutención del ganado en granjas, así como la carestía de productos nutricionales para niños menores de tres años por fabricarse la mayor parte de los mismos en Estados Unidos, son solo algunas de las graves consecuencias en el terreno de la alimentación.
En lo referente a la salud, basta exponer algunos datos para ser conscientes de los efectos criminales del bloqueo:
Los niños cubanos que padecen de leucemia linfoblástica y rechazan los medicamentos habituales no pueden ser tratados con el producto norteamericano "Elspar", creado precisamente para casos de intolerancia. Como consecuencia su expectativa de vida se reduce y aumentan sus sufrimientos. El gobierno norteamericano prohíbe a la compañía Merck and Co. suministrarlo a Cuba.
Cuba no dispone de un Equipo Analizador de Genes, imprescindible para el estudio del origen del cáncer de mama, de colón y de próstata, por ser fabricado exclusivamente por compañías con patente norteamericana, como la firma Applied Biosystem (ABI).
El Cardiocentro Pediátrico "William Soler" de Cuba se ve imposibilitado de adquirir dispositivos como catéteres, guías y stents, que se utilizan para el diagnóstico y tratamiento por cateterismo intervencionista en niños con cardiopatías congénitas complejas por ser fabricados bajo patente estadounidense.
Si a todo esto le unimos el impedimento de la adquisición por parte de la isla de cualquier producto tecnológico de propiedad intelectual norteamericana, así como la prohibición para los mercantes cubanos o para los armadores internacionales en cuyos buques navegan tripulantes cubanos de acceder a los puertos de los EE.UU, lo verdaderamente milagroso es que una isla insignificante del Caribe, sin apenas recursos primarios, haya podido sobrevivir medio siglo bajo estas condiciones. Y lo más extraordinario, no es que tan solo haya sobrevivido, sino que además lo haya hecho garantizando una vida digna a sus ciudadanos. Logrando indicadores en el terreno de la salud o de la educación solo altura de las grandes potencias económicas del planeta. En Cuba, según todas las estadísticas internacionales, vive uno de los pueblos más culto y saludable del mundo.
Creo que no resulta muy difícil imaginar lo que hubiese supuesto para nuestro país un bloqueo de estas características, aunque solo fuese por un año. Un país orientado casi en exclusiva al sector servicios, concretamente al turismo y al ladrillo, convertido en un auténtico páramo industrial, con una fuerte dependencia para garantizar su bienestar de las importaciones.
Estaríamos hablando de una verdadera catástrofe humanitaria. Para hacernos una idea de ello, sólo hace falta echar un vistazo a lo ocurrido hace un año durante el estado de alarma, donde la fábrica del mundo, China, se vio obligada a ralentizar su ritmo de exportaciones durante unos meses. De repente, España era incapaz de fabricar un trozo de tela como una mascarilla; cada uno, en especial los sanitarios, se las arreglaba como podía para protegerse frente a la pandemia. Imágenes que recordaban a las de cualquier país subdesarrollado inundaban las redes sociales.
Hoy ya sabemos, según varios informes, que la falta de equipos de protección, los famosos EPI, y de pruebas de diagnóstico, las PCR, contribuyeron a la alta tasa de contagios entre el personal sanitario y sociosanitario y mermó la capacidad de respuesta del sistema a la epidemia de Covid-19 en España. A 17 de julio constaban en las cifras oficiales 52.746 profesionales sanitarios contagiados. Una de cada cinco personas infectadas hasta ese periodo pertenecía a este colectivo, la tasa más alta de Europa. El peor impacto se registró los días 8 y 25 de abril, con 1.847 y 1.808 nuevos casos de Covid-19 entre sanitarios respectivamente.
¿Y qué pasaba mientras tanto en Cuba? La lógica nos dice que la pandemia allí tendría que haber tenido efectos devastadores. Mientras escribo estas líneas, según las estadísticas oficiales, el número de fallecidos totales por la enfermedad es de 1.219. En Bélgica, país europeo con un número similar de habitantes, es de 25.160, es decir 20 veces superior al índice de mortalidad por coronavirus de Cuba. De hecho, cualquier país del occidente desarrollado refleja una tasa de mortalidad superior a la cubana.
En lo referente a vacunas, Cuba ha logrado fabricar la primera vacuna latinoamericana contra la covid-19, con niveles de eficacia similares a las desarrolladas por Pfizer o Moderna y superiores a los de AstraZeneca o Sputnik V. Así se desprende de los resultados obtenidos hace unos días de la tercera fase de pruebas de Abdala y Soberana 02, dos de las candidatas producidas por el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) y el Instituto Finlay de Vacunas (IFV), respectivamente. De momento, en nuestro país, las vacunas más avanzadas aún no han comenzado sus ensayos clínicos en humanos. Como muy pronto, podrían estar disponibles para su producción a finales de este año.
Sin duda, uno no sale de su asombro, cuando después de las condiciones anteriormente descritas, se encuentra ante informaciones como esta. Pero esto no es todo, como recordará el lector, durante lo más duro de la pandemia, en torno a 1.500 médicos cubanos viajaron a más de 20 países para tratar a los enfermos del coronavirus, entre ellos Italia. Quizás por primera vez en la Historia un país del sur ofrecía ayuda humanitaria directa a un país del norte privilegiado. Mientras las mayores potencias económicas de Occidente veían como una hebra de ARN ponía sus sistemas sanitarios al borde del colapso y se replegaban sobre sí mismos, olvidándose del neoliberalismo y prácticamente nacionalizando su economía, en aquella insignificante isla del Caribe se permitían el lujo, a pesar de ser víctimas como cualquier otro país de la pandemia, de enviar brigadas médicas al exterior bajo el principio guevarista de la solidaridad como manifestación de la ternura de los pueblos.
Resulta imposible imaginar a donde podría haber llegado Cuba de no sufrir durante medio siglo el bloqueo económico. Pero su sola existencia plantea una posibilidad tangible de que otro mundo no solo es posible, sino que además es necesario. Cuba es el mayor contraejemplo que conozco de que lo que se llama progreso puede ser una cosa bien diferente a lo que por ello se entiende en el occidente capitalista. Para finalizar y a modo de ilustración veamos la siguiente gráfica:
El eje vertical representa el Índice de Desarrollo Humano (IDH), elaborado por Naciones Unidas para medir las condiciones de vida de los ciudadanos tomando como indicadores la esperanza de vida al nacer, el nivel educativo y el PIB per cápita. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) considera el IDH "alto" cuando es igual o superior a 0’8, estableciendo que, en caso contrario, los países no están "suficientemente desarrollados".
En el eje horizontal se mide la cantidad de planetas Tierra que sería preciso utilizar en el caso de que se generalizara a todo el mundo el nivel de consumo de un país dado. Si, por ejemplo, se llegara a generalizar el estilo de vida de Burundi, nos sobraría aún más de la mitad del planeta. Pero Burundi está muy por debajo del nivel satisfactorio de desarrollo (0’3 de IDH). En cambio, Reino Unido, por ejemplo, tiene un excelente IDH. El problema es que, para conseguirlo, necesita consumir tantos recursos que, si su estilo de vida se generalizase, nos harían falta tres planetas Tierra. EEUU tiene también buena nota en desarrollo humano; pero su "huella ecológica" es tal que harían falta más de cinco planetas para generalizar su estilo de vida.
Como no hay más que un planeta Tierra, es obvio que sólo los países que se sitúen en el área coloreada de la gráfica (por encima de un 0’8 en IDH, sin sobrepasar el número de planetas disponibles) tienen un desarrollo sostenible. Observe con atención, esa zona se encuentra prácticamente vacía, solo hay un solo país en el mundo que (al menos en el año que se hizo el estudio) tiene un desarrollo aceptable y sostenible a la vez. Sí, se trata de Cuba.
Sin duda, todo lo relacionado con la isla roza lo extraordinario, y quizás, en futuras columnas, hablemos más en profundidad de cuáles son las razones últimas para la existencia de algo que según rezan todos los libros sagrados del desarrollo humano es metafísicamente imposible.