Marisa Lozano Fuego
Los mismos
Nunca seremos los mismos. Doy fe. Decía los expertos de la salud mental en sus diferentes valoraciones que esta pandemia nos cambiaría para siempre. Lo dicen los religiosos, lo dicen los líderes políticos, los bancos y todo apunta a que saldremos de esta pandemia cambiados.
Pero no nos han dicho cómo. Si más independientes , más fuertes, más humanos y solidarios o simplemente tan acojonados de respirar, tocar a alguien, los hospitales, las agujas y las batas que no sea posible escuchar la palabra “vacuna “sin pegar un salto. No nos explican y no sabemos cuándo terminará todo este desfile de máscaras, todo este protocolo de silencio, todo este Juicio Final en el cual sentenciaremos en qué bancos se sientan los sanos y en cuál los enfermos, en dónde los afortunados y en dónde los desdichados.
Acusamos a la gente de imprudente cuando rompe las normas, a los adolescentes por ejemplo, pero olvidamos el factor humano de desear sobrevivir a toda costa, vivir el Carpe Diem de forma que no se escape entre los dedos, porque el futuro es incierto y no tenemos más que un presente.No es justificable, pero humano sí. En los moments de nuestra vida en que no vemos claro un futuro de aquí a cinco años, ni siquiera a dos, nos entran ganas de beber, gritar, bailar, hacer el amor o hacer tartas, aprender punto de cruz o decirle a nuestra familia todo eso que nos estuvimos guardando por pudor o pereza, cuando creíamos que duraríamos para siempre.
No pretendo con esto justificar el negacionismo o la falta de responsabilidad, porque eso hace mella en el colectivo de personas que sí se acogen o nos acogemos a las normas, simplemente hago constar lo increíblemente fuerte que resulta el instinto de supervivencia en las personas.
Ahora hemos asumido el tema de las vacunas con heroicidad y valor, venga, la segunda dosis y luego un helado, y qué guapo está Adolfito con esa boina, da gusto tener nietos como este, os quiero mucho aunque no os lo diga a menudo. Y vamos a jugar, seremos los únicos de la playa que llevarán sabor a sal , nadie se atreve a bañarse, yo sí, y ahora te digo cuánto miedo tengo a las olas, ninguno, mamá, ninguno, en la orilla se nada bien y tu mirada me protege.
Ahora empezamos negocios y relaciones nuevas, que las pasadas están rotas, no importa, recogemos los trocitos de nostalgia y hacemos una cola deliciosamente presente para pegar los pedazos y nos damos permiso para empezar de nuevo sin cargo de conciencia ni permiso.
Ahora que todos se desmorona parece que quedar en pie ya es un logro, que todas nuestras luchas inútiles son una mera distracción y que ya no importa por qué Tere dejó de hablarme o por qué esta persona me debe una explicación, estamos todos en el mismo barco, con las cuentas a cero y miles de indulgencias pendientes, y con muchas ganas de ser acogidos y perdonados por el Fado, para que no nos liquide, para que no nos toque.
Que no seremos los mismos , está claro, y tampoco sé si mejores, ahora que seremos más sensibles, más rápidos, más dulcemente arriesgados y más cariñosamente locos, está claro.
Esta pandemia nos cambió la vida y revitalizó algunos de nuestro principales valores: la resiliencia,la capacidad de improvisación, la añoranza utilizadada como trampolín para lograr recuerdos nuevos.
En resumen, que nadie sabe decirnos, y nosotros mismos tampoco, qué o quiénes seremos al finalizar esta pandemia, pero lo que sí sabemos es lo que no seremos.
Iguales al pasado. Porque este tampoco fue nunca igual al futuro.Y eso lleva pasando hace siglos, desde que el mundo es mundo.Solo que, centrados en hacer planes, nadie se había dado cuenta.