Carlos Regojo Solla
Boxing
Nos haría falta un Elmyr ( "La muchacha de las bragas de oro".Premio Planeta, 1978 ) que nos pintase una mascarilla sobre el rostro, no solo por respeto al medio ambiente y ahorro en la economía personal, sino tambien por innovar en la estética y el maquillaje facial al incidir en un aspecto concreto del arte de pintar cuerpos desnudos, haciéndolos parecer vestidos; además de optimizar en lo posible nuestra respuesta a la covid-19, quitando un poco de hierro al temor que nos causa. Incluso, llegando un poco más lejos, y en previsión de que se tarde años en vencer al virus definitivamente, algunos podrían tatuarse la protección y olvidarse del tedioso cargo que representa no olvidar ponérsela todos los días.
Claro que los pigmentos que se aplicasen en este menester tendrían que tener propiedades especiales que realizasen la misma función de asepsia que tienen las mascarillas de tela, pero esto sería Peccata minuta para los laboratorios actuales capaces de encontrar una pizca de clorofila en una planta de hace millones de años o el A.D.N. en los restos fósiles de un mamut del Pleistoceno.
En la novela citada, su autor Juan Marsé decide ser una de las primeras voluntades en salir, al amparo de las leyes democráticas, en el quinquenio 75/80, rompiendo con el pasado, mostrándonos la naturalidad de una Mariana capaz de ponerlo todo patas arriba, al amparo del nuevo tiempo ávido de democracia en marcha, como mañana "sanferminera"de encierro rápido, tras los años de mandato único.
La realidad de un mundo nuevo lleno de oportunidades ocultas bajo la disciplina del residual pero aún fuerte poder establecido, incrédulo e incapaz de entender el meollo del cambio que resumía certeramente Adolfo Suárez cuando, cargando directamente con el peso de la Transición, discursaba aquello de " elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal".
Más de cuarenta años después da la impresión de que aquel logro político innovador y ejemplar, asombro del mundo, se haya convertido en un simple "clinch" para reponer fuerzas entre la España presionada por Europa a poner talante democrático y la España exiliada deseosa de volver a pisar tierra patria.
Un "clinch" largo y peligroso que el arbitrio de Europa debería resolver con firmeza, exigiendo el final del último "round" antes que la tumefacción facial no haga posible para nadie maquillar ni un centímetro del rostro.