Marisa Lozano Fuego
El tamaño justo
Digan lo que digan , el tamaño sigue siendo importante. Unos centímetros bastan, el grosor o la largura evidencian la calidad del órgano, el producto o el gesto.
Siempre nos vamos, digamos o no, a la talla XL. ¿Por qué? Expediente X, parece mucho más cómoda que las demás. Tal vez nos tranquiliza que sea grande, mullido, palpitante y acogedor.
Tal vez que pueda resistirlo todo…pensadlo…el coche, el sofá, el abrazo….nos gustan de tamaño elevado. En otro artículo decía que “Me gustan grandes”, y enumeraba todas las razones y situaciones, personas y almas que son de mi agrado con mayor tamaño. En otro, explicaba la forma de “Cómo tallar un corazón”. Aquí voy a mezclar dos.
El corazón se supone por antonomasia el órgano romántico del cuerpo, aquel que acumula todos los pesares, desaires, pasiones y deseos humanos. Cuando alguien está enamorado, pinta corazoncitos en los bancos, en San Valentín le traen una caja de bombones que representa la forma de un corazón…así se ha decidido y bautizado per secula seculorum, aunque hoy en día conocemos que los sentimientos y reacciones emocionales se alojan en el cerebro, concretamente en la amígdala, en el sistema límbico.
Sin embargo, encaramado en su trono o tal vez presa de un estereotipo feroz, el corazón sigue teniendo la hegemonía del romanticismo. Es un músculo admirable. Es capaz de latir sin parar ,en ocasiones un centenar de años, posee válvulas secretas que distribuyen la sangre y la envían a diferentes rincones del cuerpo, está relacionado con nuestra capacidad de correr, respirar…y si creemos esta teoría, amar también.
¿Por qué? Muy sencillo , aquel que ama es que tiene sangre en las venas, es que se deja llevar por la pasión…por tanto, ha de ser obra del corazón. Si el corazón nos funciona bien, dejaremos pasar a una anciana en un paso de cebra, honraremos a nuestra familia y amigos (siempre que se lo merezcan), amaremos sincera y pasionalmente. Eso es tener un buen corazón. O eso nos venden.
La casuística de la vida nos enseña que cuando tienes un buen corazón, resulta que sales quemada por alguna parte “oh, qué gran corazón tiene, pero”…y te imaginas a tu corazón con patas, remiendos y corriendo para que no le atrape ninguna tienda de golosinas de esas que los llena de azúcar y los ponen de decoración en sus pasteles de nubes coloridas.
Sí, pareciera que el corazón debe tener el tamaño justo, incluso en la vida real. La acromegalia (tenerlo más grande de lo habitual) puede poner en peligro nuestra salud física.
La excesiva bondad del mismo, la emocional. Sería más fácil si pudiéramos arreglar los corazones
Todos con el tamaño justo y el mobiliario adecuado: un pañuelo para compartir lágrimas, un sofá para tomar cola cao caliente y una tele para ver films diversos, un espacio donde rece “Stop” cuando una discusión se vuelve brava, una balanza para equilibrar qué es lo importante, con la foto de nuestros seres queridos cerca y las prioridades escritas, para nunca olvidarlas.
Salud, amor…y el dinero lo último, no sé cómo pueden caber la ambición o el odio en un corazón sano. También les quema el exceso de trabajo. Es importante aprender a controlar los tiempos y respirar con el estómago. Lo que está claro es que desear mal a alguien, la ambición o la competitividad excesiva nunca decoraron bien un corazón. Son blanditos, jugosos, tiernos, están hechos para ser amados y respetados, no heridos ni pasados por alto. Deberíamos recordar que todo el mundo tiene uno, y en ocasiones la lengua soez puede herirlo fácilmente .
Por supuesto, me incluyo, puede que mis palabras alguna vez también ofendieran a alguno. El mío tiene remiendos a montones porque hace tiempo creía en cosas que no podían ser y en personas que no debían ser.
Lo que llaman idealismo. Pero creo que estoy elaborando un interesante equilibrio intermedio,así pues ahora, antes de abrirlo y amueblarlo abro la puertecita. Los ventrículos me avisan de quién viene, las aurículas controlan las almenas del pequeño castillo. Es posible que no entre tanta gente como antes (aforo limitado, como en los locales) por si el virus de los pequeños corazones trata de infectarme; pero sin duda entra la gente adecuada.
Yo daría a todo el mundo este consejo: en esta temporada aséptica y extraña donde intentamos protegernos de un virus que desconocemos y que muta continuamente, no dejen de lado su corazón. Puede hasta encogerse con el mal uso, arrugarse como uva pasa aunque su latir no merme y convertirse en un corazón solitario, o en un corazón egoísta. Es importante no olvidar que vivimos en comunidad y un corazón solo no vale nada. Nos necesitamos.
Latimos juntos. En el tamaño y la sintonía justa, en la frecuencia modulada para escribir la historia que queremos. Desde un corazón a otros corazones, hola.Este es el lenguaje del mío, y fluye en forma de letras para que mi cerebro no las ordene de forma agresiva o arbitraria y puedan llegaros, como una flecha, como un latido o un volcán.
Dejad el corazón bien amueblado, es posible que el mío os visite con unas pastitas y unas galletas de tomar el té.
Los corazones no tienen que ser gigantes, ni más antiguos o más jóvenes. Solo han de tener el valor de encontrarse y hablar en un dialecto igual.