Beatriz Suárez-Vence Castro
Esto ¿quién lo para?
Suelo levantarme cantando. Con la que está cayendo o precisamente por eso. Quien canta sus males espanta. Quiere esto decir que soy razonablemente optimista.
Mi optimismo dura hasta que abro el periódico o pongo la radio, que es lo que hago con el desayuno. Y así, hojeando la prensa y escuchando cómo va todo se me van pasando las ganas de cantar. Que me quede calladita no es ninguna pérdida para el mundo, pero es un indicativo del calibre de la información que hay que digerir junto con el Cola- Cao o café mañaneros.
El pasado miércoles 21 de julio, el precio de la luz alcanzaba la cantidad más alta de la historia. Garzón, ministro de Consumo, al que parece importarle más que no comamos carne que el precio de la cesta de la compra, se limitó a recordar las medidas extraordinarias que el Gobierno adoptó a finales del mes de junio para atajar este incremento y , junto con la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, intentó explicar así por qué pagamos esta barbaridad : "se explica fundamentalmente por el incremento tan importante de la demanda de gas natural que hay en China" a lo que se une una frase también clarificadora :" Rusia tiene cerrado el grifo del gas natural" ¿ Cómo se quedan? Yo, con la tostada atravesada y pensando en esta frase maravillosa da miña terriña gallega que dice que mexan por un e din que chove.
Luego, en la radio, escucho una entrevista de un señor que representa los intereses del deporte español y que le dice a la periodista- a quien se le nota que tampoco le está sentando bien el desayuno- que lo más importante para España y para el mundo en general es que se mantenga la celebración de los Juegos Olímpicos (en pleno pico de la quinta ola) y que él irá a Japón como también lo harán el ministro de Cultura y Deporte y seguramente los Reyes. Todo como muy de la nueva anormalidad.
La cabeza me gira en modo búho y me da por pensar en la sección del programa de Radio Nacional: De Pe a Pa: Pienso, luego estorbo, de Toño Fraguas, con el que tan identificados nos sentimos aquellos a los que nos han inculcado el pensamiento crítico, que no consiste en ir por la vida como el enanito gruñón de Blancanieves, si no en cuestionar lo que le cuentan y no creerlo a pies juntillas.
Las ovejas negras, tan denostadas por diferentes, cometen el pecado más grave dentro de su rebaño: apartarse de él y no dejar que las dirijan. No por capricho, sino porque no están dispuestas a tragar con las injusticias, vengan del pastor, del perro ovejero o de sus compañeras ovejas.
Los humanos, formando también rebaño, estamos siendo dirigidos de una manera tan retorcida que ni siquiera nos damos cuenta: no se nos prohíbe protestar, como en los tiempos odiosos para todos de la dictadura franquista, pero en una vuelta de tuerca, ahora se nos dice por qué debemos protestar. Se nos dice qué es injusto y qué no. Podemos salir a la calle y montar una gorda por determinadas causas – Y aquí aclaro que no minusvaloro la importancia de estas causas- y siempre en manifestaciones convocadas de manera artificialmente espontánea.
No se protesta por todas las injusticias; se protesta solo por aquellas que en el momento actual se consideran susceptibles de protesta. Además, si no participas del comportamiento global, si te apartas del rebaño, te cuestionan, no como alguien que piensa por sí mismo sino como un puñetero esquirol.
Mientras hay gente muriéndose en la UCI y en las Urgencias, por ejemplo, gallegas, un señor con una arritmia espera cinco horas para ser atendido lo más rápidamente posible a petición de su médico de cabecera, los chicos y chicas del "mallorcazo" han viajado privilegiadamente en barco y autobús con un médico y una enfermera a su disposición. Y nadie se hace responsable. Cuando dejas el coche mal aparcado diez minutos, pagas. Por un delito contra la Salud Pública ,no.
Tampoco ocupamos la calle por el recibo de la luz porque como hay una pandemia, lógicamente todos nos tenemos que apretar el cinturón, hasta que seguramente acabemos como en la guerra, con una cartilla de racionamiento. Pero como los que mandan son, en teoría, progresistas esta vuelta atrás no se tiene en cuenta.
Si hay algo que debe ser políticamente incorrecto y cuestionador es una manifestación o una huelga, porque lleva en su esencia la indignación contra el abuso de poder. Y el poder ahora, parece ser, no es el Gobierno. El Gobierno son colegas y, por el contrario, los compañeros, el vecino, el familiar que no piensa como tú es el enemigo.
No parece que la Ley de Memoria Histórica esté sirviendo de mucho más que para reavivar el odio y olvidar a los que cayeron del bando a mano derecha.
Los abusos cometidos por el poder son siempre horribles y el poder no tiene ideología. Mucho menos la tiene el abuso de poder. Lo que si tiene quien manda es la obligación de reparar el daño que se causa al pueblo. Y el pueblo tiene además de derechos, la obligación de ser crítico con el poder, de no pasarle ni una injusticia. Ni una. De cuestionar lo que le digan y de no agachar la cabeza. Ni antes ni ahora. Ni con dictaduras manifiestas ni con las democracias que solo lo son en lo formal y no en la calle.
Mientras unos cuantos estorbamos, el día a día, el suyo y el mío, seguirá igual, mientras la luz alcanza su precio máximo y mientras el COVID sigue matando.
Tribunales y Gobierno siguen discutiendo por matices tan lejanos al ciudadano medio como cuál es el envoltorio legal más adecuado para las medidas anticovid: Estado de excepción o Estado de sitio. Nosotros seguimos pensando cuándo poner el lavavajillas o planchar para gastar menos y no seguir pagando las facturas más altas de la historia. Seguiremos alienados frente al televisor siguiendo unos Juegos Olímpicos sin público, con deportistas que se están jugando la vida, soportando pruebas de antígenos y PCRs diarias .
Si no pensamos, si no protestamos, si no salimos a la calle espontáneamente sin que nadie nos dirija, con un basta ya clamoroso, que sea más grande que las tomaduras de pelo que nos estamos tragando. Si nosotros no paramos esto, ¿quién lo para?