Marisa Lozano Fuego
Angosto
Angosto. Agosto. Se me ha escapado una letra de más, puede que influida por el subconsciente.
Angosto este mes que se avecina , medio caluroso medio nublado, donde miles de personas emigran a destinos más cálidos y otras tantas, por diferentes motivos, nos quedamos en nuestro lugar de origen. Angosto sabe a arena, a caipiriña y a ilusión de churro, Peregrinas y solpor seco. Ensoñaciones de beso y conciertos, proximidad se Septiembre y los exámenes repesca , la vuelta al cole e iniciar otro universo más de aprendizaje, tizas y toses.
Angosto es un mes largo y cálido, que pasa sin avisar y para los veraneantes resulta cómodo, para los estudiantes duro y para todos, en suma, incierto.
Este año lo afrontamos con la cara tapada y las temperaturas más bajas, vacunados de una evidencia que cada vez parece durar más. Parecemos resistentes a ella, ya llevamos dos años de embestidas y pese a lo perdido, seguimos tratando de salir adelante, unos negocios cierran, otros abren, la gente se reinventa y cambia su códio de vestimenta, aparece un QR en el móvil y una nueva forma de respirar y trabajar a distancia.
Angosto no es precisamente uno de mis meses favoritos, aunque él suele llamar a la puerta con timidez, preguntándose si esta vez le abriré, si le abriremos, para derramar sus promesas veraniegas sobre nuestra epidermis y luego marcharse, cual Don Juan nocturno y alevoso que huye por la ventana una vez logrado su objetivo amatorio.
Angosto no ofrece certezas, sino solo espejismos de placeres hedónicos, huidizos, que saben a helado y orquesta y que pronto se marcharán, sustituidos por la dura rutina. Sin embargo, algo tiene Angosto que consigue colarse siempre, alevosa y arteramente en nuestros corazones inflamables.
Angosto nunca miente, se sabe intermediario de un ciclo feliz y un ciclo complejo, es el cuerpo mediático entre un brazo y otro, entre Cielo e Infierno, es la Estigia dorada que debemos cruzar para cambiar el ciclo laboral, vital, estacionario.Tal vez nosotros le mentimos a él cuando hacemos planes para el próximo curso que no estamos seguros de cumplir.
Personalmente la energía solar siempre me llena de buenos propósitos, el calor asfixiante no es mi plato preferido pero durante estas pausas me gusta imaginar un nuevo curso mejor: ordenado, mejoras laborales para todos los sectores, más salud y menos pandemia, más comunicación y menos miedo. En Angosto todas estas ideas son larvarias, propósitos de buena fe que no dependen de mi, ni siquiera a veces de nosotros, sino de la climatología , el ph del jabón, las gestiones externas de la economía, la Sanidad, los sueños y propósitos ajenos…
Angosto siempre tiene en sus manos la promesa de que habrá una respuesta a nuestras plegarias, y que la cuesta de Septiembre –Octubre no se hará tan ardua. Esperamos que este año cumpla, porque nos negamos a perder la fe en este Angosto un tanto nublado que todos los años llama a la puerta y cada vez golpea más lento, por no perturbar nuestra paz interna con la evidencia del imposible.
Aunque en el vocabulario de las que como yo, nacimos en invierno la palabra imposible y las cuestas nunca han importado demasiado.
Feliz Agosto.