Milagros Domínguez García
No estás sól@, háblame
Hace unos días vi una imagen que me empujó a escribir sobre la pérdida. La pérdida de la ilusión y la esperanza por la vida, la que quizá sea la peor de las pérdidas y que aboca a quien la siente a acabar de pronto con todo y romper la baraja.
Una imagen que dibujaba una palabra, esa palabra temida y odiada, oculta bajo capas de prudencia, vergüenza y temor, pero tan real como la vida misma, el suicidio.
Una palabra que evoca la derrota y que deja heridas en quien no sabe ni cómo ni por qué no pudo ser salvavidas. No pudo ser la tabla donde el náufrago podría haberse sujetado y de esa forma llegar a una orilla, a una cualquiera, pero una que le permitiese recuperar las ganas de continuar.
Es un hecho diario y no podemos ni debemos cerrar los ojos a esa realidad que se cobra vidas valiosas, importantes y necesarias. Ignorarla es el caldo de cultivo propicio para que siga cabalgando entre nosotros, y de nada sirve mirar hacia otro lado, no va evitar que suceda, y cualquiera de nosotros somos candidatos a sentir sus desgarradoras consecuencias.
No es una historia de locos o cuerdos, ni el relato de cobardes o valientes, ni el trailer de fue un momento de debilidad, ni sucedió por un estallido repentino; da igual cual sea el proceso, no es importante el cómo, es algo que sucede, y más allá de las razones y los motivos, deberíamos enfrentar el reto de intentar evitar que siga sucediendo. Necesitamos medios, información y conocimiento para que la perplejidad no nos tome por sorpresa y deje en nosotros el vacío de respuestas a preguntas que nos harán víctimas del desasosiego y la tristeza.
Necesitamos hablar, mirar a los ojos y creer que todo puede suceder, que nos puede suceder a cualquiera de nosotros, tender la mano siempre a quien pueda necesitarla, prestar nuestro oído a escuchar y dar apoyo a quien sienta que ya nada tiene sentido, a quien da por perdido todo, a quien en silencio soporta una pesada carga que le lleva a detener el tiempo para deshacerse de lo insoportable acabando con su vida.
Nuestra sociedad corre rauda hacia el futuro, y en esa premura quizá se dedica a lo urgente obviando lo importante. Volcamos nuestros esfuerzos en la meta y no nos damos cuenta que corremos por etapas y no todos perseguimos lo mismo, y no todos soportamos por igual el cansancio y la presión. Podríamos aminorar la marcha, podríamos reparar en nuestro entorno, mirar a nuestro alrededor y pensar que de nada vale llegar si llegamos solos.
La prevención del suicidio es una asignatura pendiente para nuestros gobiernos y para nosotros como sociedad. Ayudarnos a ayudar a quienes lo necesiten debería ser asignatura de obligado estudio, para ello es importante conocer el problema y que de manos de profesionales nos lleguen las pautas para poder ser de ayuda a quienes lo puedan necesitar.
Y desde este pequeño espacio querría hacer llegar mi apoyo a quien lo necesite, y mi ofrecimiento a ayudarle, a sentir que la soledad se palia de una sola forma, con compañía, y que posiblemente no sea necesario desnudar el alma, ni explicar nada, sólo dejarse acompañar de una charla, de un café, de unas palabras que seguramente no sean las más importantes, pero quizá sí útiles y necesarias para convertir una vía de sentido único en una con una bifurcación, con una posibilidad de cambiar el rumbo de un momento de consecuencias irreparables.