Marisa Lozano Fuego
Los siete sentidos
Lo intuía. Esa tarde dominical iba a ser especial, aparte del helado y algún que otro mosquito revoloteando cerca. Es extraño cómo podemos percibir las cosas antes de que ocurran, tal vez se enciende en nuestro hipocampo alguna memoria remota, alguna cercana, que rescate del baúl de los recuerdos aquel que nos trae la referencia de un presente veraniego sudoroso.
Sí, la notaba diferente, un poco calurosa, un poco mustia, pero igual a todas las demás. Alguién trató de avisarme de que no hiciera castillos en el aire, porque las tardes de Domingo son todas iguales, pero no hice caso. Y allí estaba, sentada junto al ventanal con cara de soñadora y esperando una señal Dios sabe de qué o quiénes. Desde mi ventana se veían tejados y en los tejados se veían gatos, y en los gatos esa elegante parsimonia que acompaña siempre a la especie felina. Me pregunté cómo sería estar en su lugar, Catwoman es para mí un personaje alucinante, pero no poseo el físico de Halle Berry ni ese extraordinario traje de cuero que marca cada curva (y menos mal, las mías son un poco menos peligrosas y un poquito más escarpadas, seguramente no cabría). Lo dicho, observaba los gatos. Ejercitado el sentido de la vista, me dispongo a usar el del oído. Pum, chunda, tachunda, si es que valen las onomatopeyas. Parece ser una charanga de verano, desde aquí no se ve nada, pero me imagino zancudos patilargos cubiertos de globos, como el otro día pude divisar desde una terraza. Probablemente origen marciano, una mezcla de folkore y helio, pegamento e ilusión, notas musicales y anonimato. Me gustaría verles el rostro , pero en este relato los sentidos no coinciden, y hablaré de cada uno por separado. El tercero, como bien saben, es el olfato. No puedo constatar en la atmósfera nada que huela mejor que Agosto o peor que la falta de playa. Me huele la tarde a ph neutro, agua del grifo y brisa de la ventana.
Sobre el gusto qué decir, regurgito en las entrañas ese sabor a pollo Coren, menú acostumbrado de Domingo, concretamente de muslo y patatas, que parece sigue en mi sistema digestivo durante horas, revoloteando en el tracto intestinal. El gusto también me sabe a tarde y hastío, a ganas de escapar y dejar todo, a todo atrás y marchar en pos de Naturaleza, pinos , ríos y olas, pero como bien saben todos el único carnet que porto de momento es el de identidad, y no parece que mi precaución-miedo a la carretera vaya a disminuir en lo futuro.
El gusto, pudiera ser también de un beso pasado, que se me quedó colgando en los labios, y sabe a lluvia y a abrazo sincero debajo de una cornisa,como esas ráfagas hermosas que permanecen en nuestro recuerdo y alimentan nuestro sentido.
El tacto nunca fue mi fuerte.Ustedes ya lo saben.La diplomacia me habría llevado más lejos, al menos más allá de la puerta de casa, pero parece que sigue sin existir demasiada en esta cabecita crazy que entra con sus poemas , persona y sentimiento cual elefante en las cacharrerías que encuentra a su paso.
El tacto es un sentido delicioso, probablemente uno de los primeros que entrenamos cuando somos bebés y todo lo tocamos, reconocemos y etiquetamos con un recorrido de nuestros cinco deditos.
El tacto nos dice si rugoso o suave, si áspero o amoroso.
El sexto sentido es ese que llaman intuición y en Galicia pertenece a las meigas. O en palabras del Señor Freud, a nuestro subconsciente cuando intuimos que una energía, persona o suceso tiene más capas interiores de las que parece en el exterior, algo así como una cebolla.
El séptimo sentido, el menos común de todos ellos, es el que llaman sentido común, y parecemos haberlo perdido en este universo de dudas y marasmo sanitario, social, económico y personal.
Asomé mi cabeza por la ventana, puse el termostato más alto de mis otros seis sentidos….hasta que se mezclaron, hasta que se fundieron…y él se vino a mi encuentro alegre y sonriente, suplicando que le hiciese un hueco entre la avalancha de todos los demás, abriéndose paso a codazos.
El sentido que uniría todos los demás y trascendería la atmófera de forma que pusiese en orden y en cura todas las otras percepciones para dirigir nuestra energía a un objetivo común: conservarnos enteros , funcionales, para que no nos falte ninguno de los otros y podamos decir que por una vez intentamos cuidarnos no uno por uno, sino en manada y de corazón.Que por eso le llaman común. Y por eso le llaman sentido.