C.L. Fontán Ruiz
Jóvenes del mundo civilizado
"Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo" este era el lema de la pancarta que iniciaba una manifestación de jóvenes en Madrid hace 10 años. Puede que tanto el presente como el futuro no sean muy halagüeños.
Hoy en plena quinta ola de una pandemia mundial; con un 40% de paro en menores de 25 años y muchos con cursos de idiomas, carreras y másteres para litigar por entrar en el mercado laboral y cobrar el salario mínimo. Seguramente entre sus dilemas esté el emigrar, para volver al cabo de unos años previsiblemente como se fueron pero con una experiencia vital en la mochila. Emprender pidiendo ayudas que son un engaño. O soñar utópicamente con poder independizarse; burlesco sería el proponerse hablar de construir un proyecto de familia, sea del formato que sea.
Somos, porque me incluyo, hijos de unos padres cuya generación era crítica, diversa y reivindicativa; que ha bajado los brazos en parte pensando que por lo que lucharon y lo que consiguieron, lo íbamos a mantener. Seguramente en sus planes no estaban las redes sociales y el postureo, donde vale más una foto con likes que estos renglones que estás leyendo. Esta generación que sólo lee el titular sin descubrir la noticia. Somos personas acostumbradas a aceptar normas, leyes, limitaciones y estados de alarma con la cabeza gacha y obediente. Asumiendo lo que ocurre con una crítica afónica, compartiendo una foto viral o ignorando las cosas como si no fueran con nosotros.
Y a veces es necesaria una pataleta madura, serena y clara que avise de que nos damos cuenta de que este sistema a lo mejor está obsoleto y necesitamos que se dejen de hablarnos tanto del futuro justificando su presente porque nos estamos empezando a cansar de tanto espectáculo.
A los jóvenes que han crecido entre lo viejo y lo nuevo, que lo han tenido todo y lo disfrutan, sólo les pido que sean solidarios con los que vienen detrás porque si nosotros ya estamos endeudados, los siguientes están fastidiados. O cambiamos o nuestra afonía se transformará en silencio.
Sigamos el ejemplo de nuestros padres y de su lucha, de esas generaciones de los 70 y 80 que como su buena música aún perdura. Esperemos que nuestro pasotismo y nuestra música no perduren tanto.