Marisa Lozano Fuego
Santiago
Nueve meses. Y una espera inconstante, la distancia mordiendo el tiempo, la incertidumbre de que no llegabas y nosotros no podíamos abrazaros. Imaginar cómo sería tu carita y tus manos, a quién se parecería el hueco de los nudillos, los hoyuelos de la cara.
Cuál sería tu primera palabra, y en brazos de quién estarías más a gusto, yo, nada experta en sujetar vida y habiendo descartado ya la maternidad, volqué todo mi cariño y nervios en esta espera, la que me haría sangre de tu sangre, un vínculo que nos uniría para siempre. Dicen que a a quien Dios no le da hijos el diablo le da sobrinos. Pues el dicho se equivoca, en tu mirada se reflejan todos los coros celestiales y cada gorjeo es una promesa de bien y paz. Estar a tu lado me hace sentir mejor persona y luchar por los ideales que creía perdidos: paz, amor, fe.
Esa que tuvo tu valiente madre, mi hermana pequeña, para sacarte adelante en medio de un entorno plagado de pandemia, dudas, consejos médicos confusos y su propia profesión sanitaria. Verla cada día por el facetime y no poder tocar su rostro porque Madrid estaba cerrado. Ver cómo cada vez este embarazo os unía más a ti y a mi cuñado, lleno de ternura, soportando el ancla cada vez que tú flaqueabas. Una espera vivida por toda la familia, llorada y rezada, cuando creímos que no iba a ser. Una llegada celebrada por mi madre floreciendo como abuela y comprando peleles nuevos, Winnie the Pooh en mi armario y también ranas, perezosos y demás juguetes musicales inundando la casa.
No poder asistir al parto pero vivirlo contigo. Saber que había sido, como siempre, una mujer brava y sensible. Descubrir tu instinto de madre, algo para mí desconocido en mi pequeña de quien siempre me sentí un poco madre yo. Poder conocerle al fin y cogerle en brazos muy suavemente, con mascarilla puesta, y sentir que me mira, que tengo un nuevo título más poderoso que ninguno y más deseado que el mejor de los presentes.
Sentir tu alegría cuando algo te pone contento. Calmar tu llanto si algo te entristece. Ver cómo mi padre estrena mañas de abuelo y desfrunce el ceño para levantarte, montaña tremenda y gloriosa, y recordar los días en que nos acunaba. Ver cómo mamá se siente más viva y más fuerte y capaz porque ahora toda nuestra constelación familiar ha cambiado y ya somos un nuevo miembro más que descoloca con alegría, inconciencia y dulzura todas las demás piezas.
No seré madre, o a eso no apuntan las predicciones, pero soy tía.Tía María Luisa.
Es un honor no sé si merecido, pero en todo caso supera todas mis expectativas cuando me agarra un dedo con su manita, cuando sonríe a mi cara en ocasiones triste.
Poca gente sabe lo que hemos pasado en esta época , mucha gente pasó situaciones tan íntimas en lejanía de sus seres queridos por la pandemia. Finalmente podemos abrazarnos, con mucho cuidado y amor, teniendo presente que hay seres que se atreven a venir, y vienen, al mundo en esta época donde todo son cambios e incertidumbres. Vienen con inocencia y amor, sin defensas ni instinto agresor, a que les amen y a ser amados, a a amar. Eso debería de darnos una pista de lo hermoso que resultaría ser humano si aprendiésemos de los que llegan y de su instinto de querer.Ser queridos, querer. Ser amados, amar. Ser vividos, vivir. Que te alimenten y reír por ello, expresarte y llorar sin temer al qué dirán porque tienes derecho, y saber que secarán tus lágrimas
Y nadie te lastimará por ello. Protegerte cuando lo necesitas, cubrir tus necesidades y ser equipo. Reconstruir la familia si estaba quebrada, satélites de un nuevo Sol que por fin nos da ese calor necesario para saber que ha algo más que nuestras propias necesidades, peleas o divergencias: un ser pequeño que nos necesita unidos, abuelo, abuela, tía, él nos conoce ahora y partimos de cero, démosle nuestra mejor parte y hagamos que se sienta orgulloso.
Ya que no podemos tener siempre las oportunidades deseadas, hagamos que nuestros hijos y sobrinos las tengan dándoles primero lo más importante y alimenticio: amor, amor del bueno, de ese que cura el llanto y desarrolla un apego seguro durante los primeros años de la vida.
Niños amados serán con mayor seguridad adultos sanos, que sepan crear lazos firmes y sinceros con su entorno. Si no fuera así, al menos habremos hecho todo lo posible, pero creo que partiendo de un papel en blanco, buenas intenciones y ternura tenernos mucho que ganar.
Parece increíble que un ser tan pequeño pueda despertar emociones tan grandes, pero así es : deseo de realizarse, protección, crecer en valores y transmitirlos, darle el mejor legado posible, crecer en valores que creíamos olvidados…
Y amarle, amarle mucho, amarle tanto que la palabra se nos queda pequeña.
Y sentir que somos solo grandes en tamaño, no olvidando que un día fuimos así y alguien tuvo que alimentaros y darnos amor, lo que nos convierte en igual de indefensos y necesitados de apoyo.Porque eso somos, crías de humano crecidas, seres iguales en necesidades y deseos, amor, protección, comida, afecto…mucho podríamos aprender si regresáramos a recordar esos días y que la vuelta a mirar atrás nos hiciera mirar hacia delante con humildad.
Bienvenido, Santiago, mi sobrino. Tres meses y ya todo un sabio.
Te quiero , te queremos.
Adelante
Tu tía María Luisa