Marisa Lozano Fuego
Nosotros, los raros
Dice una cita deBukowski que "el alma libre es rara, pero la reconoces muy fácilmente cuando estás cerca de ella". Tal vez sea cierto, y no existan definiciones precisas para libertad o para alma. Sabemos lo que él quiere decir. Son esas personas distintas, diferentes a la corriente que se atan los cordones del revés y salen a correr cuando el resto se queda en casa. Las que piden dulce cuando el resto pide salado. Las que escriben poemas a mano cuando el resto juega a los marcianitos o se conecta al zoom.
Necesarias pero incomprendidas, las almas distintas, los raros, raras, personajes excéntricos y tiernos, son observados por la comunidad grupal con una mezcla de curiosidad y miedo, como si de un ornitorrincos en medio de una jauría de caniches se tratase.
¿Te has sentido raro, rara, alguna vez?
Yo, sí. Y es precisamente porque me lo han hecho notar. A mí me parecía de lo más normal disfrutar haciendo sonetos en lugar de salir de marcha, desayunar Cola Cao con croquetas (un día que en el Plaza no tenían tapa dulce, y estaban recién salidas de la sartén), escribir sobre el paradero del Unicornio Azul cuando está claro que lo robó el vecino de Silvio para hacerse unos pendientes con su cuerno (igual que hacen con el marfil y los elefantes, pero yo también era de esas que creía que el Ratón Pérez tenía identidad y remitente y conocía toda mi estructura molar igual o mejor que un dentistas).
Sí, yo era, soy de esas que creía, que creía en las personas y las ideas, en la Filosofía y en las motivaciones puras, en el te quiero descarnado y eterno. En el mañana.
Eso me ha valido, durante años, diferentes etiquetas: infantil, loca, rara, tripolar, "boa rapaza", soñadora…aclaro que sigo cumpliendo años y que a pesar de los muchos desengaños, la rareza no se me quita, es como una marca perenne que se queda bajo la piel.
Y nunca entendí que era negativa hasta que una sociedad como esta, tan sana y tan equilibrada, tan amable y bien estructurada, me hizo saber que no iba bien, que siendo como yo no encajaba.
No encajaba en los círculos sociales más "in", que acababan escupiéndome tras divertirse un rato con el experimento de reformar a la salvaje, como si fuera Mogwli en una selva (eso me lleva pasando desde el colegio, así pues me acostumbré a no quedarme demasiado en los corazones y a tener presente que las lealtades en las que puedo confiar, por muchos colegas que tengas en las buenas, se cuentan con los dedos de una mano). No encajaba en mi propia idea de amor, demasiado idealizado y entregado, ese capaz de dar la vida y cambiar toda la mía para adaptarme al otro ser (he de decir que esto no era demasiado sano, y que en la actualidad una perspectiva más clara me guía para amar mejor y querer en igualdad de condiciones). No encajaba en la política, era demasiado transparente, muy celeste para los carmín, muy carmín para los celeste, y el resultado era una amalgama de colores aro irisados que sorprendía por su pluralidad e inocencia. Que sí, que rara. No sé si habéis sido raros alguna vez, estoy segura de que todos los que leen este artículo siempre han sido "normales" (tampoco nunca nadie me ha explicado esa definición o creo que es algo que, como la tabla periódica y demás, repite la gente sin saber exactamente de qué habla) pero por si hubiera algún raro o rara entre los lectores, yo os escribo con todo cariño para hallar puntos de convergencia y solidarizarnos un poco.
Hola, gente rara, sé que estáis buscando vuestro lugar. Ya sé que a estas alturas parece difícil de encontrar, o tal vez lo vais encontrando a ráfagas, como yo, entre los versos y la música, imprescindible fabricarse un universo propio para resistir la realidad (que eso también es raro, no lo olvidemos); pero conste que en todo momento somos conscientes de la realidad de ahí fuera. Y, mis queridos raros, no nos gusta. Cómo nos va a gustar si en el noticiero anuncian rupturas, guerras, asesinatos y ambición. Cómo nos va a gustar si descubrimos que todos nuestros sueños de infancia eran eso, sueños, y que no importa el esfuerzo que haga una persona en su camino laboral o profesional, la honradez pocas veces barema en el cv, cómo nos va a gustar si nosotros, raros, tiernos y encantadoramente excéntricos, al Mundo no le gustamos.
¿Será que a la sociedad le da miedo admitir sus propias taras?
Recordad el cuento "el traje nuevo del emperador". Nadie decía nada hasta que un chiquillo, pura voz de la inocencia, clamó a la multitud que iba desnudo. Nadie se atrevía a expresar lo evidente so pena de resultar raro, disidente, o recibir el rechazo grupal. La presión del qué dirán es enorme y la de que te llamen raro, todavía más. Ah, pero el chavalín tenía licencia para gritar, y fue, y lo dijo. Y todos abrieron los ojos.
No sé por qué me viene a la memoria aquello del Mito de la Caverna de Platón, cuando un raro salió a la luz y volvió para revelar a sus compañeros que lo que tomaban por figuras eran realmente sombras proyectadas por la luz de fuera. Las ideas estaban ahí, ellos solo veían su pálido reflejo, ideas ideadas por otros y deformadas a voluntad. No sé qué otro raro decidió descubrir que la Tierra era redonda, y otro un lugar llamado América, y tantos y tantos raros obras de teatro, descubrimientos científicos, todo cosas que se salían del marco de la remarcada "normalidad". Alguien habló también del más allá del género binario, para descubrir que había otros, y que el concepto género se basa en una construcción socio ambiental además de la biología. Alguien dijo que existía el derecho a amar y ser amado. Hace años se fusilaba a la gente por esto. Muchos raros murieron defendiendo sus ideas y otros fueron abandonados en psiquiátricos o en el ostracismo.
Pizarnik, Panero, Juan Ramón Jiménez, todos ellos artistas inmensos cuya salud mental fue cuestionable y tildada de rara tantas veces. Federico García Lorca, de los mejores poetas que parió España, con su Romancero Gitano al hombro y sus metáforas de Luna y puñales, su rima asonante cantarina y esa mirada que hacía enmudecer a quien le conoció y trató en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde creó vínculos con otras amas raras como el mismísimo Dalí, cuyas pinturas de un surrealismo candente y hermoso nos trasmiten ideas sobre el tiempo, la edad y el sentir , relojes derritiéndose para mostrar el tempus fugit , elementos normales transformados en raros, un sofá –labios, una cortina-pelo, composiciones conservadas en el Museo Dalí en Figueres y en el fondo de nuestra retina.
Raros, raros, todos raros. Agustina de Aragón, guerreando como un hombre o mejor. Emilia Pardo Bazán, peleando por entrar en la RAE y reclamando en s Tribuna derechos de las mujeres trabajadoras en una época en que el talento literario de la mujer era todavía oscurecido .No tan lejos de la época en que debíamos firmar con seudónimo masculino, yo no podría firmar este artículo con mi nombre si unas cuantas raras no hubieran, luchado estos derechos.
Lilith, primera mujer de Adán, antes que Eva, no mencionada en los apócrifos. Súcubo feminista o simplemente elemento oscurecido por la historia porque en vez de manzanas quería peras o porque no quiso ser costilla.
¿Os dais cuenta, mis raros, mis raras?
Siempre hemos cambiado el mundo. Normalmente se nos reconoce años o incluso siglos después, pero a fe que de una manera u otra, lo hacemos.
Así que si alguna vez vuelves a escuchar de alguno de quienes se dicen "normales" esta palabra en tono peyorativo "qué raro/a eres" dile con agradecimiento "Eso espero".
Y sigue tu camino sin enfadarte. El tiempo demostrará que si bien no todos los raros podemos hacer cambios en la historia, sí podemos aportar al menos un puntito de sal a esta masa humana informe y masificada que trata de hacernos botellas, latas en serie, absolutamente iguales y anuladas en pensamiento y ser.
No llores niño, niña rara, por sentirte diferente, no llores, adolescente, hombre, mujer rara porque te hagan un vacío, piensa que el vacío lo tienen ellos, los que no sabe distinguir una gema de un pedrusco.
Y así acabando, te diré un secreto: absolutamente todos los que aseguran creerse normales poseen alguna rareza. El caso es que la esconden, como si fuera vergonzoso, porque no tienen el valor, como tú, como nosotros, de decirla en voz alta y tomar la mano de otros raros que no reniegan de su esencia.
Así que sé lo que quieras, sé como quieras siempre que no lastimes, vive tu libertad y tu rareza tierna con cariño, con amor, con paciencia…el mundo no tiene la culpa de llevar siglos de atraso. Algún día admitirá su origen raro y de dónde salimos todos estos elementos extraños a los que no nos asusta la kriptonita y a los que nos gusta soñar.
Marisa Lozano Fuego.
Referencias a consultar:
https://ciudadseva.com/texto/el-traje-nuevo-del-emperador/
https://www.culturagenial.com/es/mito-de-la-caverna-de-platon/
https://www.psicoglobalia.com/la-presion-del-grupo-y-su-importancia-en-los-adolescentes/