Manuel Pérez Lourido
Despertadores
Vamos a rendir homenaje ahora mismo a uno de los inventos más infravalorados de la historia. Injustamente tratado, el reloj despertador despierta (nunca mejor dicho) tanta inquina cuanto mayor es su eficacia. En realidad, se trata del único útil hogareño que es odiado por desempeñar su trabajo con puntualidad y acierto. Más de una vez ha sido defenestrado en un arrebato de ira de su dueño. Se le escatiman elogios y jamás es fuente de orgullo para su poseedor, que puede jactarse ante sus amistades de las virtudes de su nuevo frigorífico o de la gran eficiencia de su nuevo cepillo dental eléctrico, pero nunca se escucharán de su boca alabanzas hacia su despertador.
Se atribuye su invención a un relojero de Nuevo Hampshire (EEUU) en 1787. Un tal Levi Hutchins, quien se propuso levantarse todos los días a las 4 de la mañana. Ya de aquella había gente para todo.
El caso es que a esas horas los gallos todavía estaban durmiendo, por lo que se le ocurrió añadir un mecanismo a un reloj para que a esa hora sonara una alarma de pequeñas campanas. Lo que no se le ocurrió nunca fue patentar ese invento, que se comenzó a fabricar en todo el mundo, por lo que el bueno de Hutchins falleció a los 94 años sin haber recibido ni un céntimo por su descubrimiento.
Una circunstancia curiosa que refleja lo paradójico de la naturaleza humana o lo estúpido de la misma, según autores, es el hecho de que lo primero que solemos hacer cada mañana al oír el despertador y abrir los ojos es dirigir nuestra mirada hacia él, como buscando un error, como si cupiese la posibilidad de que se desprogramara durante la noche y ahora estuviese tocando antes de la cuenta. Y así día tras día. Otra de las imbecilidades que hacemos algunos es dejar la alarma conectada el primer día de vacaciones solo para darnos el gustazo de apagarla y seguir durmiendo con una sonrisa en los labios. Miserias humanas.
El vilipendiado despertador, pobre, solo ha sido tratado con cierta dignidad en una película de éxito del año 1993. Se trata de Groundhog Day (El día de la marmota) que en nuestro país se llamó, porque nos gusta dar la nota y tal, Atrapado en el tiempo. En este film el personaje interpretado por Bill Murray se ve condenado a repetir su jornada laboral un día tras otro y lo hace al son de la canción I got you, babe de Sonny and Cher, que lo despierta cada mañana al estar programada en su radio despertador. En esta cinta ese despertador se constituye por derecho en un personaje más de la película y las notas de la canción anuncia los distintos episodios (diarios) de la historia.
Ah, los despertadores. Infalibles nunca fueron, eso sí. Aún recuerdo, en mi primera juventud, cierta mañana en la que me hallaba intentando huir de un ataque a palos (una pesadilla) hasta que abrí los ojos y contemplé a mi progenitora agitando las sábanas con el palo de la escoba.