JM Arceu
Solo ruido
Me dispongo a hablar, levanto el brazo; educado, con el permiso cual linterna abriéndose paso por una cueva inexplorada. Y el silencio me susurra al oído cosas demasiado hermosas para ser interrumpidas por el vibrato de unas cuerdas vocales. Engullo saliva a través de un pequeño orificio que sobrevive al nudo de mi garganta. Todos me miran, atentos a cada ligero movimiento que mi mandíbula pueda realizar. Quizás esté haciendo muecas inherentes a mis estímulos neuromusculares, las cuales engañan, por momentos, a esos ojos que esperan algo previsible. El sonido.
Pero me niego.
Desde que la puerta de la vida se abrió ante nosotros, ya sea por la dilatación de un útero prodigioso, o por la incisión de una figura con bata y guantes, el ruido se abre paso como una avalancha de agua tras lluvias torrenciales. Con el llanto desconsolado de una pequeña criatura da comienzo una vida impuesta por, quizás, fuerzas divinas. Como una trompeta anunciando el fin de los tiempos, inicia el camino de un ser endeble que requiere de protección y compañía hasta que pueda darse cuenta, por sí mismo, de que está solo.
Quizás lo más justo hubiera sido programarlo de tal manera que cuando sea la hora de irse, pudieras volver a introducirte, con ternura y delicadeza, en aquel lugar oscuro pero seguro que te mantuvo durante unos meses. Privándote, esta vez, de la propia vida; de forma lenta y regresiva, hasta dejar de ser. Una inversa que sentenciara un círculo perfecto, con el colindante amor eterno de la finitud de una madre y una explicación un poco más lógica de lo que supone la experiencia vital.
Pero a lo intangible que domina este cosmos de incerteza, le pareció mejor idea escupirte de forma grosera, tras el túnel, hacia una luz adúltera. Desde el silencio, hacia el fragor de un mundo acelerado, donde muchos hacen ruido y pocos entienden la esencia de la ausencia de este mismo.
Retrocedo y me disculpo realizando un leve gesto con la mano. Y mientras todos comprenden el acto como una pérdida de tiempo, como una posible indecisión de un joven idiota, o como una mera acción infantil para llamar la atención; sonrío y degusto la pequeña victoria.
En silencio,
a la vez que el mundo
vuelve a sonar.