Marisa Lozano Fuego
¡Ey, chao!
Caminar es un deporte tan extendido como inevitable, sobre todo si no dispones de carnet vehicular. En esta nuestra entrañable ciudad los paseos son lo bastante peatonales para permitirnos desplazarnos sin vehículo, cruzando a pata las aceras y los pasos de cebra con ese ritmo acompasado que da el balancear brazos y piernas en busca de un destino tan incierto como heterogéneo: pescadería, instituto, parque, librería…
El caso que viene a ocupar hoy estas líneas es el del saludo. En los pueblos, en las ciudades pequeñitas, en un barrio circundante se suelen ver las mismas caras a diario, y los, las vecinas tenemos la curiosa costumbre de saludar al pasar. Resulta un gesto nacido de la urbanidad así como del buen hacer, saludar a nuestros congéneres con una sonrisa o un pequeño gesto identificatorio, para hacerles ver que nos damos cuenta de su presencia y esta no nos resulta indiferente. Como esta es una actividad interactiva, se espera lo mismo de la otra parte, y si las dos partes lo hacen a la vez, resulta una sincronía casi tan mágica como un ballet o una pirueta acuática. El saludo puede tomar diversas formas y sonidos, según la edad, momento del día, receptor y emisor, por lo cual tenemos todo un abanico de posibilidades que hacen de este gesto una pléyade de mensajes diferentes, con el mismo fondo: me doy cuenta de que estás ahí y quiero manifestarte que yo también. Empatía pura.
Al llevar mascarilla, la gama de saludos se ha reducido notablemente, además de convertirse en una excusa muy hábil para los perezosos (es que no te/le había visto, perdón) o un hándicap para los que gustaban de extender su blanca dentadura y las comisuras de los labios para mostrar su afán por la pasta Profident.
Así a botepronto, antes de todo este lío de las mascarillas recuerdo varios tipos de saludos, más o menos compendiados así.
a)Saludo social: (emisor/a) de cierta edad, receptor/a de cierta edad, canal, formal, mechas, muchas, tono medio-alto y ganas de que te vean ¡Buenos díiiiaas!/Buenas taaardes! Nótese el forzamiento de la glotis y las ganas de recibir respuesta.
b) Saludo adormilado: (emisor-a deportista, edad indefinida, receptor, a transeúnte, sudor, bastante, tiempo, poco, canal, no verbal ; gesto con la cabeza mirando hacia arriba, posible excremento de paloma cayendo justo en ese bendito instante). No se espera respuesta.
c)Saludo quédate/a/ charlar : emisor/a deseoso de conversación, receptor/a dependiendo de la circunstancia (posible reacción la huida, cambiando de acera o escondiéndose tras la máscara o la cazadora de cuello vuelto): ¡Qué taaaal!¡Cuánto tiempo! (sí, mucho, demasiado, pero si te vi el otro día en el Carrefour y no saludaste , qué valor) pensamientos en silencio de la otra parte que decide estoicamente seguir la conversación :Sí, mucho, ¿y qué tal? ¿Todo bien? ¿Y la familia? ( aquí es cuando introducimos la posibilidad de vernos en otra ocasión, véase el artículo "Ese café".
Aquí la conversación suele alargarse si hay correspondencia por la otra parte, siendo bastante frecuente el intercambio de fotitos en el móvil de Perenganito que está muy alto o Zutanita que ya va al cole, o incluso de Mis últimas vacaciones en el Balneario Equis, hija, hay que distraerse un poco, ¿tú no fuiste? Ya que lo siento…
d) Saludo vale /para /todo, o integrador: emisor/receptor/a : joven o mediana edad, pero podría ser cualquiera que desee hacer síntesis del tema y simplemente mostrar un poco de cordialidad: "¡Ey, chao!"
Este saludo es una maravilla. No requiere respuesta, no consume apenas saliva y no compromete, ofende ni obliga a la otra parte a corresponder, fingir una alegría inexistente ni presumir de familia perfecta o vacaciones entrañables.
Sí, el ey, chao es el saludo de las almas jóvenes, aquellas a quienes les basta un guiño de espíritu, de una acera a la otra, para hacernos sentir que están, ese guiño de un ojo o esas arruguitas en los mismos que delata la mascarilla. Nos muestra alegría, sinceridad. Es directo como una bala, es letal como una flecha de amor, es prosaico como un filete vuelta y vuelta.
Ey, chao.
Si fuéramos más allá y buscáramos una traducción profunda de tal expresión encontraríamos la más noble de las intenciones: hola, buenos días/tardes/noches, me importas y por eso te estoy saludando, no me importa tu vida ni a ti la mía, apenas te conozco, pero quiero decirte que estoy aquí y te deseo una feliz jornada.
Otra posible traducción: ey, chao, qué guapo/a estás, y date por aludido /a que hoy vas a arrasar. Ey, chao, espero que te vaya bien, sé que no tienes tiempo y yo tampoco, pero quería usar un microcentésima de segundo en dedicarte mi saludo especial.
Así pues, observamos que a veces los prejuicios sociales nos impiden apreciar lo notable de la síntesis: el ey, chao (siendo puristas su transcripción exacta es ey, ciao, del iataliano, pero lo hemos castellanizado y es fonéticamente correcto) no es una falta de respeto o un saludo solo perpetrado por adolescentes: es una expresión de afecto y cortesía igualmente válida, quizá más, porque encierra en poquitas letras todo un universo de significados profundos.
Nadie puede resistirse a él. No hay excusa .Ni nos quita tiempo, ni resulta hipócrita, ni es demasiado pasteloso o estirado. Aunque llevemos una pinta horrible y el pelo sin peinar (aquí también hago hincapié en la gente que solo saluda cuando vamos de peluquería, que de todo hay en estas viñas) somos dignos/as de él y nadie espera que nos atusemos la mecha para devolverlo (es más, es tan generoso que no tenemos ni que devolverlo).
Yendo un poco más lejos, diría que es hasta una pequeña expresión de amor fraternal. El ey, chao respeta todos los tiempos, oficios, representa todas las clases sociales y edades, y nadie puede sentirse ofendido o no representado (¿qué querría decir?¿me sonrió de verdad?¿me puso buena cara?) . No señoras, señores, el ey, chao liquida toda duda y nos iguala por definición cuando coincidimos con otro/a humanoide por las callejuelas de una ciudad o pueblo.
Terminando esta epopeya diría que su inclusión en ceremonias oficiales no sería tan disparatada, eliminaría la pompa y la ceremonia pesada y excesiva, los apretones de manos o codos a veces tan incómodos y sintetizaría todo un cosmos de sensaciones y buena disposición en estas dos palabras.
La última de sus ventajas es que el ey, chao, nos vale tanto para cuando nos marchamos, como para cuando llegamos, es un holaadiós conjugado, de modo que tanto un recibimiento como una despedida en una epístola o documento oficial: ey, chao, estimado/a cliente podría tener validez legal y emocional.
En ocasiones, como al decir te quiero, solo precisamos un par de vocablos para decir todo aquello que queremos expresar, y lo decimos de una forma sencilla que todos puedan entender.
"No por mucho saludar amanece más temprano", creo que decía el refrán, así que me despediré con un ey , chao y el deseo de que tengáis una estupenda mañana de Lunes y una próspera y acogedora semana.