Milagros Domínguez García
El valor de un ser humano no tiene precio
Quizá de las peores tragedias que puede vivir un ser humano es que su vida tenga un precio y ningún valor.
Así es como se sienten y viven millones de mujeres y niñas cuyas vidas carecen de importancia convertidas en productos que dispuestos para la venta están destinados a generar ingresos.
Tan duro como real, por ello es urgente tratar una cuestión que atañe a toda la sociedad, y que reduce la dignidad de estos seres humanos a cero, y desde luego, en pleno siglo XXI debería ser prioritario para todos dar solución a este mal..
Es inconcebible e imperdonable que no existan medidas a este respecto ya que esta tragedia deteriora al conjunto social, pero no por ellas que no son más que víctimas, sino porque es imposible avanzar en igualdad y acabar con la violencia hacia las mujeres permitiendo que esto siga sucediendo, es una contradicción y requiere de mayor atención, quizá mucho más que las matemáticas con perspectiva de género y el lenguaje inclusivo.
El feminismo y la lucha por la igualdad debe ir más allá y abarcar sin preámbulos ni dudas una tragedia humanitaria, en la que cada día mujeres y niñas son utilizadas con fines sexuales, exentas de cualquier derecho, obligadas por una economía precaria, tratadas como objetos, y en el caso de las niñas, privadas de un derecho fundamental, su infancia. Una infancia que no merecen, marcada por abusos y sin recursos básicos que les permita tener las mismas oportunidades que cualquier otro ser humano.
Es una obligación que va más allá de lo legislativo y político, incluso de lo ideológico, están nuestros valores en juego, y no podemos mirar hacia otro lado, porque eso no solucionará su problema.
Hay que hacerse preguntas para encontrar respuestas al hecho de que existan hombres que demandan y comercian con ellas percibiéndolas deshumanizadas, como simples mercancías, porque quizá esta sea una de las cuestiones que hay que abordar de frente y sin miramientos.
Y sin lugar a dudas buscar soluciones y aplicarlas más allá de los discursos en los que se expone una problemática pero no se dan soluciones, y que a pesar de contemplar la prostitución como violencia hacia la mujer, no se dota de recursos para eliminarla, para que ellas puedan acceder a otros medios de vida, y desde luego para perseguir con ahinco a quienes utilizan a las menores con fines sexuales.
Hay que apoyarse en la educación para sensibilizar y visibilizar una realidad que, si bien a corto plazo podría ser difícil de encauzar, podría mejorar las perspectivas futuras creando una base sólida y solvente sobre el respeto a los derechos fundamentales de las mujeres. Explicar la igualdad y entenderla en su máxima expresión ya que si no recogemos en ella la trata de mujeres será parcial e inutil su difusión dado que su definición no sería la que es.
Mira en mí tu reflejo
Quítate la venda que perturba tu mirada y observa en la mía la humanidad que contengo. Soy hija, hermana, madre, una persona dotada de cuerpo, pero también de corazón y alma. Quítate esa venda que no te permite que me mires como alguien que se despierta en la búsqueda de un nuevo día, que va tras la búsqueda de sus sueños, que siente ilusión por un mañana, que anhela cobijo y respeto, que quiere ser más que un trozo de algo incompleto.
Quítate la venda que me deshumaniza, tengo nombre, apellidos, un origen, una patria, una vida que crece y que quiere llegar sana y salva a su futuro, y que este no sea castigado a una edad tan temprana.
Quítate la venda que me oculta y mira tu reflejo en mi mirada, dime si lo que ves es eso que quieres ver en tus hijas, en tus hermanas.
Quitaos la venda; miradnos, comprendednos, ayudadnos, no busqueis respuestas en otro lado, preguntadnos qué sentimos, imaginaos nuestro calvario y sufrimiento yendo de mano en mano. Sentid como sentimos, sólo así podréis saber de lo amargo.
Quitaos la venda, no nos juzguéis sin preguntarnos, no es fácil lo juramos, somos mujeres y niñas, pedimos lo justo, porque es mucho el daño.