
Marisa Lozano Fuego
Lava humana
A veces, somos lava. Como la del volcán que explota, como el magma. A veces quemamos, ardemos, nuestro corazón rebosa fuego y heridas. Explotamos. Rompemos la piedra, asolamos pueblos, casas, vida…a veces los humanos no tenemos piedad.
La Naturaleza parece despiadada en su ciclo y tal vez justo por formar parte de ella nosotros lo somos a menudo. Con nuestros iguales, con ella misma. Incendios y desastres, algunos provocados por eso llamado naturaleza humana. Guerras sin nombre. Batallas presentadas contra los más indefensos o débiles. Todo ello parece retratar la supremacía del ego, ente tan confuso como central, al que necesitamos poner por encima. Por encima y pisando a otros, no sea que su cabecita no se vea.
Otras veces, escupimos como catarsis sentimientos de amor y furia, como diría el psicoanálisis vaciarse es la manera de curar. Siempre que sea de forma constructiva, sublimando, por medio del arte, el contacto amable o una apasionada conversación. Porque hay distintas formas de catarsis y no todas resultan sanas ni nobles, a saber, no son buenas las que dañan la naturaleza ajena o la propia.
Hemos de tener cuidado con la temperatura de nuestra lava, pera eso poseemos raciocinio, suponiendo que este sepa dirigir la confusa bola de fuego que se aloja en nuestras entrañas. Ya lo decía Platón, hemos de tomar las riendas de los caballos del sentido, la recta ratio equilibra lo desbocado de las pasiones. Estas a veces caminan a golpes, a trompicones, a patadas. Suelen ser lo que nos hace épicos, héroes y también villanos.
Nunca una hazaña ni una masacre se gestaron sin pasiones, sin magma.
Es por eso la lava humana tan hermosa y letal al mismo tiempo. Imitación de una Naturaleza que procuramos controlar, sin éxito.
Nos revienta las venas y arterias, como un soplo ardiente. Amor, rabia, celos, empuje, instinto libidinal, autodestrucción, atracción, impulso creativo, catártico…todo ello late en nosotros por igual, no todo es positivo ni adaptativo para la existencia terrestre. Por ello hemos de elegir a cada instante qué tipo de lava somos, o cuál dejamos salir.
Podemos, a diferencia de un volcán, elegir no dañar con nuestro vómito, nuestra explosión.
Podemos elegir modelar piedras y cuentas de lava, en lugar de quemar con ella bosques y destruir viviendas.
Somos capaces de minimizar los daños colaterales.
Por eso somos lava humana, y no natural, sino un poquito sobrenatural. Remitiéndome otra vez a Platón (los clásicos siempre nos dan respuesta) , el alma racional contiene las tres (irascible, sensitiva, intelectiva), es decir que tenemos en esencia la decisión de poseer ese impulso destructivo y no emplearlo para dañar, sino transformarlo en una obra de arte, un ,libro, un deporte, una canción protesta….¿cuántos habéis hecho esto?-seguro que muchos. A esto se le llama sublimación: dirigir nuestros impulsos a una obra constructiva.
Pero ¿cuántos también explotan de forma destructiva? Con rabia, con dolor, arrasando toda Naturaleza, incluso seres vivos a su paso. Dañando y vomitando furia sin pensar en los efectos de esta liberación.
Dice una frase un tanto manida que la libertad mía acaba donde empieza la ajena, y es bien cierto, porque si bien es un don el de poseer instintos apasionados, lo es aún más saber conducirlos.
Esa es una virtud que entrenamos durante toda la vida y nos resulta las más compleja: el autocontrol, necesario e imprescindible para vivir en una sociedad humana. Confieso que a veces me cuesta, sobre todo cuando veo una injusticia o siento algo apasionadamente. Mi interior me empuja a ser lava, pero mi cabeza a menudo dice detente, hazlo de otra forma, sopesa la forma de atajarlo de forma constructiva. Desde luego no soy ejemplo de volcán en calma, pero los años van enseñando y las decepciones también.
Recibir la noticia de que un volcán en La Palma está arrasando tanta vida, encontrándose en su fase explosiva, me hace reflexionar sobre la naturaleza humana y cuándo dejará de explotar sin freno en guerras absurdas, sin vislumbrar los daños que ocasiona en el terreno inocente.
Todos somos, todos tenemos lava dentro Pero nosotros, al contrario que la Madre Natura, tenemos la suerte o el privilegio de controlar nuestra temperatura y el destino de nuestras explosiones.
Esa es una responsabilidad que nos confiere también el hecho de ser libres. Porque aunque no lo parezca, libertad y responsabilidad van parejas
Nosotros también albergamos lava.Pero podemos elegir el termostato, la manera, la obra y la ocasión de derramarla, de tal modo y manera que en lugar de desastres provoque belleza.
Seamos lava. Pero no lava ardiente o lava destructiva, sino lava -agua fresca que mime todo el daño producido y que haga arder los corazones en sintonía de justicia y fraternidad.