Lucía Lourido
No tuve el valor
Hoy iba a meditar como cada mañana a los pies de un arbolito que hay cerca de donde estudio, mientras no es hora de entrar. Pero en vez de ir a mi árbol, escogí un banco al irme a sentar.
Bueno, en realidad tampoco me puse a meditar, sino a completar la letra de una canción que se me dio por componer esta noche a las 3 cuando me desperté.
En esto que pasan unos adolescentes.
Se sientan en el banco siguiente.
A los pocos segundos me empieza a oler a porro.
-Mimá, a estas horas de la mañana (8:00) -pienso- qué ganas...
Lo que me daban ganas era de ir allí y decirles:
-¿Pero no sabéis esto lo malo que es? ¡Con la cantidad de cosas buenas que se pueden hacer en la vida!
Sin embargo, lo más probable es que mis palabras cayeran en saco roto, y no me hicieran ni caso.
A continuación pensé otra opción:
También puedo decirles:
-Con lo que disfruto yo con la música...
Pero es lo mismo, me dirían:
-¡Y yo disfruto con esto!
¿Y cómo les puedo decir, que pueden obtener un placer extasiante también así?
Entonces se me ocurrió que podía romper el hielo, ponerme en su lugar. Sentarme con ellos, pedirles para fumar. Que me identificasen como una más.
(Yo que nunca fume nada ¡deberé hacer ese sacrificio para la humanidad!)
Empezaría:
- ¿Sabéis? Estoy componiendo una canción. Y me encanta. A ver qué os parece
Pensé que así podría surgirles entonces la curiosidad, la curiosidad de cómo se puede sentir tanta felicidad sin tener que recurrir a fumar.
Pero no tuve el valor...