Marisa Lozano Fuego
Aquel algo llamado amor
Realmente, la condición humana es curiosa. Clasificamos diferentes lenguas, géneros, pieles y formas de existir, mas nos une un factor común: aquel algo llamado Amor.
Es esta una emoción primaria y misteriosa que lleva implícito el delirio, generosidad compartida, ilusiones y una pléyade de mitología en torno a él (véase Ulises y Penélope, Apolo y Dafne, Perséfone y Hades), también literatura (Calisto y Melibea, Romeo y Julieta, los amantes de Teruel) y canciones varias ("Dos gardenias para ti", "Hago chas y aparezco a tu lado", "Como yo te amo")hay concepciones de todo tipo, dramáticas, irónicas, intensas, dolorosas…pero finalmente, podemos extraer una equis fuera de la ecuación que daría a todas ellas el mismo sentido. Es un lenguaje que no precisa traductores on line, sinónimos, peleas por derechos de autor o querellas para obtener poder. El amor verdadero, el que se persigue, todo lo iguala, todo lo vence, todo lo sueña. Ese amor que representa Cupido con los ojos vendados y los párpados encogidos, disparando su flecha ahí, directamente al corazón. Sin preguntas ni piedades, sin consideraciones de alcurnia o estrato social: se ama, pura y simplemente. Se ama, loca y sinceramente. Se ama, desaforadamente.Sin excusa ni condiciones. Se ama. Sin precunio ni bienes. Sin consideración horaria.
Simplemente, se ama y no es posible encontrar explicación racional o dejar de amar sin más. Científicos de todas las eras han intentado inventar filtros, teorías, medidas, hay incluso quien trata de ponerle precio o cortarle trajes lujosos, pero ese amor tiene un hálito encorsetado, a nadie le sirve por dentro y las costuras quedan sueltas, hacen daño, molestan. Así, contenerlo es inútil. Es simple, puro, salvaje y tremendo. No admite zancadilla ni excusa.
No permite presiones o soborno. A veces va vestido de dolor, y aun así ansiamos vivirlo, como si fuera una epopeya. Como si su solo tacto nos tornara inmunes a la Muerte y al Ruido, a la Desgracia y a la Noche.
¿Quién no ha sentido alguna vez ese viento en las sienes, ese pálpito en la aorta?
Es una pasión común aunque cada cual lo relate o exprese de una manera diferente. Nos vuelve homogéneos, blanditos, vulnerables, humanos, Nos hace poderosos, tiernos, capaces, predecibles, enormes.
Hay quien entrega su vida a Él, por Él, con Él, y en Él. Son mártires de una causa perdida, o quizá no tanto, a todas luces noble, porque Amor no se traduce solo en algo bidireccional: está el Amor a la pareja, también a la Familia, los Amigos, a una Causa o a una Idea…está el Amor a la Humanidad. Lo que quiero decir es que lo puro de este sentimiento no lo legitima todo, pero sí permite entenderlo si hemos sentido alguna vez esta entrega al tener una pareja, un hijo, una pasión (música, deporte, teatro); ideología o principios…y sentirla así, desnuda, desinteresada, con ganas de darlo a fondo perdido sin pensar si vamos o no a recibir la cantidad exacta, sin cuentagotas. Dirían algunos profesionales de la salud emocional que esta entrega extrema nos puede hacer sufrir, y tendrían razón. El Amor a uno mismo no debería perderse en el camino. Dicen también los libros que no se puede amar sin amarse primero, y seguramente tengan razón. Pero al menos en el concepto que manejo en estas líneas, ambas cosas no son excluyentes: el amor suma, nunca resta. Dar amor debería revertir en sentirlo, y toda esta amalgama rebota y explota por cada una de nuestras células, se confunde, se mezcla y multiplica en deseo de entrega y positividad. El verbo Amar nos llama a hacerlo no únicamente desde los sentidos, sino desde esa otra energía, no sé si mística o mental, que produce que se expanda hacia todos los ángulos el mirar en la dirección elegida: un camino de altruismo y afecto, donde no se pagan los favores ni se piden disculpas por cada error. Es, seguramente, una Utopía. Pero Amor en sí Mismo lo es, como lo son Felicidad o Nada.
No podemos manejar o entender ciertos conceptos con solo ojos, lengua, labios y manos…
Necesitamos de otros sentidos, tal vez ocultos, tal vez inexplicables.
¿Nadie se ha preguntado quién fue la primera persona a quien tocó?
Amor parece ser la enfermedad más contagiosa de la Historia, incluso superando las pandemias, ya que prevalece y se multiplica haciendo que la Humanidad tenga ganas de continuar, ayudarse, luchar y seguir reproduciéndose en un Mundo en que cada vez se nos hace más difícil conservar la fe en el Bien y el Altruismo.
¿Será que somos patológicamente ingenuos? ¿O eternamente románticos?
En cualquier caso, Amor nos ha tocado siempre y nos toca a todos, indistintamente conocemos a alguien a quien le pasa: ama a su pareja, a su perro, ama el fútbol, la música, ama su vocación o profesión, ama la idea misma de amar. Nadie está libre y todos pueden relatar una experiencia parecida. ¿Acaso se nos hace ajeno? Es hermoso que todos, todas, tanto el profesor como la tejedora, el adolescente o el anciano, padres, madres, hijos, nietos, generaciones enteras hayan sido tocadas por la facultad de Amar.
Amar también requiere un ejercicio de generosidad, si no queremos que se quede en los sentidos, mundo sensible que diría Platón. Amar es compartir, crecer, ser capaz de renunciar. Esta es la parte que más nos cuesta probablemente a todos/as, y es la parte de ejercicio racional que nos pide y nos exige ese fiero Cupido al que no le basta con unos arrumacos.
Amar no tiene reglas, en principio, pero todos entendemos que tiene consecuencias. Todos queremos que nos amen, sentir ese calor devuelto. Por nuestro entorno, por el Mundo, por la sensación de satisfacción que conlleva una vocación vivida por entero o un oficio bien desempeñado. No estudiamos en una escuela de amar, pero la mayoría sabemos cómo hacerlo, pues la teoría es sencilla…la práctica, no tanto. Conlleva poner por delante a otro, a otros, entregarse sin rencillas ni secretos, saber excusar y comprender…siempre que esto no traspase la fina piel de nuestra propia estima. Es entonces cuando el Ego debe apartarse y dejar paso al Nosotros, y Cupido se manifiesta igual, con ternura y respeto si el Otro también sabe amar. Si la Causa vale la pena. Ese algo llamado Amor siempre responde cuando le damos su digno lugar: no lastima, no daña, no duele.
Porque el Otro, los Otros, estarían amando exactamente igual que nosotros.
Por entero y sin excusa, trampa ni miedo. Generosa y sinceramente. Con todo músculo del cuerpo. Con toda sensación de la mente. Sin ninguna expectativa más que la de hacer posible que la conjugación Amar sea, efectivamente, la Primera.