Milagros Domínguez García
Salud mental, asignatura pendiente
Hoy escribo sobre un suceso del que fue víctima una buen amiga a la que llamaremos Carolina para preservar su identidad porque, aunque estoy autorizada a contar su historia, no veo necesario ponerle cara, ya que lo que a ella le aconteció seguramente le ha sucedido a otras personas que se sentirán identificadas, porque hablo ni más ni menos que de incomprensión.
Carolina, hace algunos años sufrió una depresión que requirió tratamiento psicológico y psiquiátrico y actualmente se encuentra recuperada aunque, por circunstancias que no vienen al caso explicar, siente la necesidad de visitar nuevamente al especialista en psicología dado que sabe que la línea que separa el bienestar mental de una crisis abominable como es la depresión, es muy fina y quebradiza.
Acude entonces, previa cita, a su médico de cabecera. Es la segunda vez que tiene contacto con esta doctora ya que su médico se jubiló recientemente y, tras explicarle cómo se siente y esta doctora en cuestión comprobar en su historia médica cuál fue su situación, le responde que, y cito textualmente:
"Los que vais al psicólogo lo hacéis como ir de vacaciones, lo que tenéis que hacer es poner de vuestra parte y ya está"
Y sí, así se queda de ancha una profesional de medicina, este es el nivel que hay que soportar en algunas personas que se les supone profesionalidad y rigor científico. Este es el nivel de alguien que sin conocer las circunstancias de Carolina y lo que vivió hace unos años, tiene la osadía de hacer semejante valoración sin dudar, alejada de un criterio científico y como si la salud mental fuese algo que se arregla con un "ya está".
No me imagino que a alguien con gripe le diga: "¡La próxima vez te abrigas y ya está!". Tampoco creo que cuando llegue un paciente con un golpe tras una caída le diga: "¡Qué querías, ¿alcanzar la luna? La próxima vez no te subas a la escalera, y ya está!". Quiero pensar que a una persona que llega a su consulta con un cólico nefrítico no le diga: "¡Bebe más agua y ya está!".
Desgraciadamente son muchas las Carolinas, las personas que sufren trastornos mentales que necesitan ayuda, pero mal vamos si nos encontramos a personas así en nuestro centros de salud, que a Dios gracias no es el caso por norma general, pero habelas hailas.
Es que es inimaginable que alguien que ejerce la medicina tenga tan pocas luces, tan poca empatía y lo que es peor, que no conozca los datos que arrojan las estadísticas en un país donde se suicidan más de 10 personas diariamente. Sí, es así de terrible y cuando una persona no se encuentra mentalmente bien, y alguien que se supone debe ayudarla, y que cobra además por ello, le dice que lo que tiene es ganas de ir de vacaciones y que lo soluciona ella si quiere le hace sentirse culpable además de frustrarla porque no está así por gusto ni un "ya está" palía su dolencia.
La salud mental es una asignatura pendiente, es aún un tabú innombrable, es algo que muchos como la doctora de Carolina piensan que es un "cuento" que se inventan quienes la sufren y lo que no saben o no sospechan es que estar en esa situación es más simple de lo que creen.
Es un túnel largo, oscuro y cuya salida no es fácil de encontrar salvo que te ayuden, y a veces ni siquiera sabes que está sucediendo en tu interior ni por qué te sientes así. Es miedo, es dolor, es tristeza, es ansiedad, es la pérdida absoluta de la autoestima, es no poder dormir o sentir que dormir es lo único que puedes hacer, es la incertidumbre, es no poder controlar lo que sientes, es huir del mundo, es recluirte en un habitáculo estrecho... es en definitiva la pérdida a veces del contacto con la realidad .
La salud mental es básica para poder vivir y tener calidad de vida y cualquiera que sufra una dolencia así se merece respeto y atención, porque ni están locos, ni son vagos, ni son mentirosos, sólo, únicamente son enfermos que necesitan que la sociedad los trate como se merecen y que no sea precisamente un médico quien se comporte como un curandero que lo mismo te arregla el ordenador que te cura el mal de ojo. Y si no le gusta su trabajo, sino le gusta el contacto humano, siempre puede renunciar y buscar en algún sitio algo que les haga felices, pero no hacer pagar a a sus pacientes su frustración, porque ellos no tienen culpa de su mala baba, y ya bastante tienen con su sufrimiento.