Marisa Lozano Fuego
La llamaban nostalgia
Nostalgia es esa ladrona con voz de infante que se cuela en nuestros recuerdos para robarnos, para barnizarlos a su gusto y medida. Es esa funda de quizases, coloreada de tristeza, que nos hace ver el pasado de una forma distinta, algo teñido de melancolía por los tiempos que fueron y que no serán más. Sin embargo, Nostalgia posee su propia belleza, tiene el punto exacto de sal y la humedad justa de lágrima para no ahogarnos, posee la ternura de un Parasiempre y la gloria del Antesfue, atesora en sus brazos momentos irrepetibles, caras, nombres, acciones y épocas que solo ella conoce, y los guarda en un álbum precintado con llave, que nos deja al alcance de la mano para que podamos abrirlo cuando nos palpite la duda, el olvido, el frío.
Nostalgia es el hada y la bruja, la que nos trae memorias del pasado, besos envenenados y transformaciones mágicas, la que nos convierte en héroes y víctimas de nuestra propia historia, la que dejamos escrita, la que atesoramos como si se tratara de una perla , o el tesoro pirata escondido bajo una roca. Esa es. Muchas veces creeremos que somos responsables de nuestro pasado, nuestros recuerdos, pero lo cierto es que Nostalgia tiene el secreto, la cerradura, la tecla que custodia todos ellos. Se los guarda en el pecho y les infunde su aliento de vida, les hace una camita confortable y les tapa con una manta de algodón, de pelo, de piel. Hasta el momento de sacarlos y hacerles un sitio en nuestro presente.
Ella conoce todos los vértices y las aristas de nuestro ser, sabe perfectamente cúando es momento de remover pasados y cuándo dejarlos en el tintero, porque sacarlos a la superficie duele más que dejarlos quietos. Nostalgia actúa con profundo conocimiento del ser humano, está en los copos de nieve y en los jerseys gruesos, en las viejas fotografías y en el olor a galletas recién hechas, se encuentra bajo la cama y sobre las promesas, detrás de las puertas y en nuestros ventrículos.
Lleva la cuenta absolutamente de todos los años pasados, de los primeros regalos de Navidad, el nombre de nuestras abuelos y abuelos, su aroma y su caricia pegado a las manos. Custodia aquel primer te quiero, y las primeras veces, y las últimas, y aquellas en las que nadie quería decir adiós.
Es depositaria de la saliva, de las fibras, del silencio, de la distancia, de los decibelios, de los bailes y las canciones. Lo guarda todo en su cajita , en su pequeña y vibrante memoria.
Está preparada para la Muerte y para el Frío, para las despedidas y los encuentros.
Ha asumido el papel de cofre del Tesoro, con un espacio inagotable para proteger nuestro pasado.
Nos da la mano suavemente, se sumerge en nuestro hoy, dibujando una línea temporal continua que va desde el inicio de los tiempos al momento actual, y haciendo gala de una inmensa delicadeza en sus pupilas de carámbano, cuando la temperatura ambiente las derrite y parece que Nostalgia nos hace llorar. En realidad, se trata de un tributo acuoso a su ser, a todo lo que guarda en su seno.
El otro día me encontré con Nostalgia y hablamos. Su tono parecía adusto, pero poco a poco de fue desnudando de esa aparente seriedad para descubrir su pequeño núcleo, que se iba dilatando como un capullo de flor conforme avanzaba la charla.
Allí estaban mis primeros pasos, los olores a guardería y a abrazo, las primeras amistades del colegio, los libros con los que aprendía a leer. Allí estaba la primera cicatriz de bicicleta y la última palabra en clase, los boletines de notas con Progresa Adecuadamente, las fiestas de cumpleaños con piñata incluida.
Más abajo, excavando en el túnel de sus párpados, Nostalgia me abrió paso entre las palabras de amor primigenias, y entre los primeros sueños de infancia. Me regaló el recuerdo de unos ojos con el iris claro, y de un paseo por la Alameda que selló una promesa que más tarde quedaría en olvido. Diarios, cartas y mensajes pudieron terminar en la basura, pero Nostalgia almacenaba todo en su sistema operativo para que nada se perdiera, para que siempre tuviera testimonio de su presencia.
Así fue como me recordó la lucha con las diferentes asignaturas, en un Santiago mojado y mágico, las gotas de lluvia empapándome el pelo cada vez que volvía de la Facultad.
Los sueños que se volvieron reales y los que quedaron en sueños, el primer novio y la primera derrota, el último libro del estante y la orla, el fin de otra etapa que suponía largas noches de estudio, y el inicio de otra que sería más de lo mismo, siempre hincando codos para continuar la formación con el DEA en Filosofía y Antropología. Nostalgia me recordó, más atrás, la voz de mis abuelos, sus consejos sabios y el olor de sus paellas, la biblioteca de Oviedo y los perritos de Santiago, todo ella hijo de una misma historia, todo ello raíces que me formaron como nieta, como persona.
Nostalgia guardaba también cada uno de mis ideales, y cómo empecé a ver que las letras eran una manera de curar mi alma y expresar el dolor, el miedo, el amor…y cómo por escrito la vida parecía ordenarse y también la mente.
Muchos, muchos secretos guardaba Nostalgia y todos me los ofrecía, sea en una tarde de lluvia o en una noche cálida, mezclados con olores y texturas que recordaba casi como en un sueño.
¿Alguna vez la has conocido, tienes alguna Nostalgia en tu pecho, cerca del corazón, en tu armario?
Tal vez tomó la forma de ropa usada o pensamientos mustios en un jarrón, a lo mejor la arruga surcando la comisura del labio, tal vez ese libro mustio que ocupa un estante del
salón… en cualquier caso y cualquier forma, es posible que tu Nostalgia y mi Nostalgia se parezcan más de lo que creemos, y a la vez se parezcan a las de Alguien Más…
Es posible que, de vez en cuando, todas las Nostalgias del Mundo se unan y celebren su propia reunión para poner en común los recuerdos y recordarnos asimismo que no somos tan diferentes. Todos, todas sentimos a Nostalgia en algún momento vital, ya sea de una forma o de otra, ya sea fuerte o suavemente, con diferentes formas y texturas.
Nostalgia se alimenta de nuestro pasado para dar forma al presente, y fabricar un futuro donde la Melancolía pueda ser poética, grata, dulce.
Si le damos de beber a Nostalgia, un poquito todos los días, encontraremos un pozo sin fondo de ternura y pequeños detalles que se quedaron en un tintero y que poco a poco vamos rescatando para que el almacén de la memoria se quede un algo más vacío de Tristeza y un mucho más lleno de Dicha, porque hemos conseguido transformar el pretérito imperfecto en poema, en glorioso presente que nunca más será olvidado.
Marisa Lozano Fuego