JM Arceu
Siento, luego padezco
Y sentí un latido descompasado que creó el desconcierto entre los integrantes de la banda. Nadie entre el público reparó en él, pero yo, batuta en mano, cedí hacia un gesto de estupor cuando daba entrada al concertino. Ellos lo notaron, y el ritmo, tembloroso, creó una versión inédita de una de las obras más célebres. El recital prosiguió sobre esa inestabilidad métrica hasta concluir con un decrescendo que dio por finalizada la obra de una forma liviana, pero inusual.
Más tarde, cierto escribano pudo dar vida literaria a este suceso, que tiene apenas seis versos y descansa junto a la almohada de muchos insomnios:
"
II.
Hay noches que aparece ante mí
un pasado que no fue,
el giro de una cafetera descafeinada,
la idiotez de no verme
rendido entre tus alternativas…
entonces adormezco.
"
Y fue en ese momento, cuando comprendí que la soledad está compuesta por la simultaneidad de múltiples nostalgias que empiezan a carburar con la caída del sol y el esplendor de las llamas que hacen arder la ciudad. Entendí que el trago amargo que mejor sienta es el que precede un brindis por la absurdez y la desdicha, por el dolor y la insignificancia del ser o dejar de ser, de la soledad, de la compañía; por la calidad de unos versos que te atraviesan de forma certera mientras el sueño se apodera de una mente intranquila, en la calma absoluta de la madrugada.
PD: El escribano responde al nombre de Alexander Vórtice y su última transcripción, la cual incluye el poema descrito, se denomina "diagnóstico interior". Les servirá como ansiolítico, o como soga. Disfrútenlo.