Manuel Pérez Lourido
Otro año menos
Ya hemos entrado en un nuevo año, aunque nadie nos puede asegurar que no sea el mismo con un disfraz. O sin disfraz alguno: simplemente una extensión en el tiempo que excede de los límites en que hemos confinado los días. Nadie sabe tampoco si hemos dejado de vivir en 2019 solamente porque hemos cambiado la cifra en dos ocasiones. Lo más probable es que estemos viviendo en un año que no tiene número sino nombre y ese nombre es Pandemia, por supuesto.
Deberíamos ser más creativos a la hora de denominar las agrupaciones de meses a las que llamamos años. Podrían, por ejemplo, tener un nombre oficial, general, para entendernos entre todos, como se lo ponemos a los tsunamis, las tormentas tropicales o las enfermedades y otro más personal que hiciese referencia a hitos particulares. Así podíamos nombra a un año "Graduación" a otro "Divorcio", a un tercero "Apendicitis", etc. Y contaríamos mejor nuestra historia: "en Febrero del año Graduación celebramos una de las fiestas de carnavales más memorables…"
Dejarían de tener tanta importancia las cantidades (llevamos equis años de novios, o me he pasado tantos otros sin ir al dentista) y nos concentraríamos más en la sustancia de las cosas, los eventos, las personas, los detalles que construyen la aventura del vivir. Esta última frase ha quedado redonda, no me digan.
No me convence mucho, sin embargo, el que cambiásemos preguntas del tipo: "¿qué le pide usted a 2022?", por "¿qué le pide usted a Coronavirus?" (suponiendo que denominemos así a un tramo de tiempo). Esto es una gilipollez que se me acaba de ocurrir, de tal calibre que no me he resistido a consignarla para que quede constancia de los estragos que causan los acontecimientos que nos está tocando vivir. Y no me refiero solamente a una enfermedad o a la posibilidad de una enfermedad, sino al miedo cerval a esa enfermedad. Me parece irracional tener que llevar mascarilla por la calle cuando uno camina solo. Y eso es lo que han prescrito las autoridades (sin aportar evidencia científica de la necesidad de tal medida, porque no la hay). Es decir, no solo se nos ha inoculado una vacuna (gracias a Dios) sino que también nos han metido el miedo en el cuerpo.
Esperemos que este nuevo año sea el del triunfo de la ciencia sobre la pandemia y también el del sentido común sobre la estupidez.