Marisa Lozano Fuego
Trastornos de la conducta alimentaria
El turrón y los asados tienen la culpa, y también ese desenfreno por engullir hasta el infinito, procurando comerse en doce uvas todas las penurias del año pasado, pensando que si las masticamos con ahínco podremos extirpar toda pena y dolor, todo infortunio y lágrima pasada.
Pensando que cada bocado de capón, pavo o carne asada alimentará nuestro espíritu al igual que nuestro cuerpo, haciéndonos más felices y osados, llenando los vacíos que quedan en nuestro interior, las noches en blanco y las preguntas sin respuesta.
El hecho de comer está estrechamente relacionado con las emociones, siempre lo ha estado. Los estados de ánimo de tristeza y ansiedad pueden predisponer al cuerpo bien a engullir de forma desaforada, bien a negarse a probar alimento alguno. El germen de los trastornos alimentarios se encuentra aquí. Son muy prevalentes en la población, se extienden a todas las clases sociales y edades, y son el reflejo de nuestra sociedad, una sociedad que se nutre de las apariencias y vive deprisa, tragándose la vida a cada instante y vomitando bilis de infortunio.
Existen varios tipos, según sea el tipo de conducta hacia los alimentos. Por ejemplo, en la anorexia la persona que la padece deja de consumir alimento, provocando una extrema delgadez en todo su cuerpo, mostrando rechazo o incluso asco hacia deglutir alimento alguno. El perfil psicológico de la persona que la sufre suele ser una persona muy autoexigente, de muy buenas notas o rendimiento laboral, que trata de controlar a través de la comida, o la no ingesta de ella, emociones negativas. Pueden llegar a extremos realmente peligrosos, poniendo en peligro su propia vida. Las estrategias para no comer pasan por someterse a dietas varias, esconder los alimentos o cortar los pedazos de carne, pescado en fragmentos minúsculos en las comidas familiares, para aparentar que están comiendo. Se produce un ocultamiento del problema a los familiares y amigos, simplemente la persona comienza a adelgazar de forma alarmante, hasta alcanzar un peso mínimo de acuerdo con su índice de masa corporal. Podemos encontrar incluso personas que llegan a pesar treinta, cuarenta kilos, en estos casos se suele recomendar el ingreso hospitalario en unidades de rehabilitación, en ocasiones es necesario el alimento con suero intravenoso al negarse el o la paciente a ingerir ninguna sustancia. También pueden combinar la no ingesta de alimentos con la práctica de ejercicio físico a niveles exagerados, subida o bajada de escaleras constante, para quemar aunque sea una caloría ingerida.
Pero en la anorexia hay no solo un matiz estético, sino un deseo de borrarse, desaparecer del mundo, un desasirse de la vida que produce una depresión inmensa y es la verdadera causa de la inanición. La persona distorsiona su imagen corporal y se percibe siempre gruesa, siempre inadecuada, y desea controlar su mundo a través de la no ingesta de alimentos. Se producen, también, cuadros de anorexia en las personas que han sufrido abuso sexual o agresiones similares hacia su cuerpo, como una violación. Todo lo que implica rechazo al propio cuerpo o a las emociones vividas con él provoca este deseo de borrarse, de desaparecer junto con la masa muscular.
En el caso de la bulimia el proceso es similar y distinto a la vez, se produce asimismo un rechazo del cuerpo, pero en este caso se ingiere alimento, a veces de una forma desaforada (atracón) y acto seguido se vomita, con la consiguiente acidez y posteriores daños en el esófago cuando la práctica es habitual. Se producen en los dedos marcas de los dientes, símbolo de Russell, y la persona muchas veces se mantiene en normopeso, lo que quiere decir que no siempre adelgaza como en la anorexia, lo cual hace más difícil detectar el trastorno para sus familiares y amigos.
Se puede producir una combinación de los dos, bulimarexia, donde se combinan ambas prácticas, y también se puede dar el trastorno por atracón aislado. En todos ellos, el denominador común es el rechazo al propio cuerpo, baja autoestima y sensación de desear controlar el entorno mediante la no ingesta, la ingesta excesiva o el vómito.
Muchas veces comienza en la adolescencia y los patrones estéticos de la época, donde predominan los cuerpos ectomorfos o demasiado delgados, tienen la culpa en este tipo de procesos, ya que la imagen corporal ideal está distorsionada por modas o maniquíes con una estructura corporal imposible, absolutamente fuera de los patrones habituales de medida, lo que hace que las, los adolescentes perciban como "normales" modelos adulterados de cuerpo.
Obviamente, ni los cuerpos de pasarela ni los maniquíes de las tiendas pueden servir como base real para un cuerpo sano y de unas medidas humanas. Cinturas diminutas, piernas hasta el cuello, pechos apuntando al cielo, todo ello turgente y plastificado, no constituye la imagen ideal para que una adolescente tome ejemplo de alimentación sana. Lo mismo pasa con los hombres, los modelos esculpidos de torso apolíneo no son el prototipo real de muchacho, de hombre, que por naturaleza acumula algún michelín en el estómago y unos brazos hechos de carne y no de hierro.
No todas las personas nos construimos en el gimnasio ni nos sometemos a operaciones estéticas, la mayoría posee cuerpos reales con sus lorzas, su flaccidez y sus distintas imperfecciones que hacen si cabe el cuerpo aún más real y hermoso si se lo contempla con ojos de cariño. Con los ojos que deberíamos mirarnos todos antes de pensar en destruirnos, destruirnos la carne y las vísceras, destruir nuestra mente y alma porque no nos sentimos suficientes. Suficientemente delgados, brillantes, exitosos, suficientemente amados o valorados. Cuerpo y mente forman un todo, por eso las dolencias del espectro alimentario no solo se tratan en Endocrinología, sino en Psicología y Psiquiatría, puesto que se vuelven incapacitantes para llevar una existencia armoniosa en el día a día, y dañan nuestros patrones mentales al igual que nuestro organismo.
Somos víctimas de la presión social, la que nos dicta modas imposibles, la que nos hace ver que siempre debemos aspirar a ser más, mucho, todo, lo más fuerte , lo más valiente y lo menos frágiles, la que nos hace interiorizar los problemas en vez de externalizarlos, la sociedad que nos empuja a pensar que nunca somos suficientes..
Cada sentimiento reprimido o dañado está conectado con la ingesta o expulsión de vómito o bilis, la sociedad es la náusea que las personas somatizan cuando padecen estas situaciones, la mente procesa cada pedazo de comida igual que procesa un disgusto o una sensación de vacío permanente, y eso se refleja en el cuerpo, distorsionando la imagen inicial.
El sentimiento es de vacío, de ansiedad, de culpa tras la conducta, como en la bulimia, lo que lleva a un mayor desorden y más repeticiones de la misma, como si de un círculo vicioso se tratase.
Para superarlo no solo vale con contemplar una imagen en el espejo o perder unos kilos, es necesaria toda una reeducación de hábitos nutricionales, mucho afecto del entorno y una buena psicoterapia, que haga recuperar la autoestima al /la paciente y deje de poner el foco de valoración de su ser en la sobre o la infraingesta, centrándose en otros objetivos y tareas que le hagan sentir bien.
La búsqueda compulsiva de aprobación por el entorno a través de lo físico también debe ser tratada con delicadeza, incidiendo en otras cualidades positivas de la persona, desfocalizando el amor a uno mismo en la cantidad de comida ingerida o expulsada o en los kilogramos perdidos.
La belleza de cada cuerpo y ser estriba en recuperar una mente positiva y una red de relaciones sociales sanas, si es necesario un patrón de dieta saludable y ejercicio, pero sin obsesionarse por el resultado de los mismos y practicado de manera constante, combinado con pequeñas autogratificaciones y verbalizaciones positivas a medida que se extingue la conducta dañina.
Lo eficaz de cualquier tratamiento en los trastornos de la conducta alimentaria pasa por hacer recuperar a la persona que lo sufre la autoestima y el autoconcepto positivo , recordando que cada cuerpo y cada mente tiene su expresión particular de hermosura y no hay dos cuerpos ni dos personas iguales, así como no hay un estándar único, y todos tenemos cabida en esta sociedad deformada por los cánones y las modas, si sabemos buscar nuestro interior y las cosas realmente importantes, lo válido de nuestro ser y nuestras potencialidades mejores.
Para salir de esta espiral hace falta mucha fortaleza y apoyo social, y de nuestro entorno más próximo, para comprender realmente qué es lo que la comida está tapando, qué vacíos y qué tristezas, porque la comida es un síntoma visible, pero no la raíz del problema.
Cuando logremos sortear todos los obstáculos y romper los estereotipos, estaremos un poco más cerca de la meta. Una meta consistente en priorizar las virtudes internas y en variar los cánones de belleza, adaptándolos a la realidad y a lo saludable, una meta que alcance todo ser humano para el que el tamaño del cerebro y el corazón esté más allá de las tallas, una meta donde no sea necesario llegar primero, sino mantenerse en la brecha, existiendo y respirando con su propia y particular belleza.