Paco Valero
El camino a ninguna parte
Caminar es una moda al parecer y la red de ciudades que caminan, mera propaganda. Y un modelo de ciudad basado en la accesibilidad y la creación de espacios públicos libres de obstáculos donde encontrarse y convivir, un mero "poner aceras". Lo dice el señor César Abal en esta columna. Y allí me entero que es concejal por el PP en el Concello. Es una forma de verlo y de hacer oposición. Y dice otras cosas, en las que no entro, como que los concejales de la mayoría municipal a buen seguro que no se han leído Cómo gestionar las ciudades en el siglo XXI, dejando entender que él sí, aunque solo incluye una frase del libro (que le debe gustar mucho, porque ya la había utilizado anteriormente) y se abstiene de detallar en qué consiste ese nuevo modelo de gestión municipal. Así que, como el asunto me interesa, me puse a buscar información de Gildo Seisdedos, el autor de libro, y de sus propuestas. Pero antes quiero hacer un inciso.
Lo que el concejal tacha despreciativamente en el artículo, esas aceras para caminar, es una de las esencias de Europa. Lo sabe cualquiera que haya pisado una ciudad norteamericana (salvo las más europeizadas: Nueva York, Boston) o alguna de las megalópolis asiáticas: el peatón en ellas es una rareza, cuando no alguien sospechoso. Sin embargo, caminar, como dijo el maestro George Steiner en su obra Una idea de Europa, es parte constitutiva de la cultura y de la civilización del Viejo Continente. Las ideas que lo germinaron viajaron de un lugar a otro llevadas por caminantes que podían desplazarse sin que grandes obstáculos naturales ríos infranqueables o desiertos y cordilleras de dimensiones inhumanas se lo impidieran. El Camino de Santiago es un ejemplo. Y esas ideas prendieron e iluminaron los espíritus en las calles de las ciudades, y especialmente en los cafés y espacios públicos. Forman parte de nuestro fermento. Pontevedra es un buen ejemplo de ello: peregrinos, plazas y espacios públicos y (buenos) cafés son parte de su historia. Eso no quiere decir, evidentemente, que la ciudad deba vivir de cafés y paseos. En absoluto. Pero es un marco de convivencia que permite otras muchas cosas y no impide nada, aunque algunos se obstinen en propagar lo contrario. Pero recuperemos el hilo anterior.
El urbanismo de las grandes y medianas ciudades europeas está hoy guiado por la democratización del espacio público poniéndolo de nuevo al servicio de las personas y la sostenibilidad, lo que pasa, entre otras cosas, por imponer serias restricciones al uso de los coches en ellas. Por eso, la UE apoya iniciativas parecidas a la red de ciudades que caminan. Se puede decir que no hay experto en urbanismo que no defienda ese modelo. ¿El señor Gildo Seisdedos "una de las mayores eminencias en todo lo que rodea a las ciudades y su gestión", en palabras del concejal del PP es una excepción? Desde luego que no: como se puede leer en este enlace, cuestiona la ciudad posmoderna, entregada a los poderes económicos, fragmentada urbanística y socialmente y degradada en todos los ámbitos. Y opone a ese modelo la ciudad del futuro: con la sostenibilidad como eje prioritario de la gestión, compacta y no expandida, donde el espacio público recupere su papel central y democrático, etc. Es, además, un firme partidario de dotar de mayor autonomía, recursos y competencias a los ayuntamientos, porque en las ciudades es donde se juega el futuro de nuestras sociedades. Seisdedos reivindica la reducción del número de municipios y una segunda descentralización, un nuevo marco institucional que lleve recursos de las autonomías a los ayuntamientos para fortalecerlos. ¿Hace falta recordar lo que propone el PP? Recortar competencias a los municipios para entregárselas a las diputaciones, esas administraciones intermedias cuya desaparición nos ahorraría un montón de dinero. Y así. En fin. No sé cual es el modelo de ciudad que tiene el PP, pero intranquiliza ver la ligereza con la que el concejal se toma el asunto.
En cuanto al lema del artículo: "Sin industria no hay futuro", le recomiendo al señor César Abal que lea el informe El mundo en 2050. Todas las tendencias que cambiarán el planeta. Para tranquilizarlo: ha sido elaborado por The Economist, la biblia del pensamiento liberal con la que, se supone, una vez a la semana desayunan sus jefes políticos (ojalá fuera cierto, pero me temo que prefieren La Razón). Dice que, en sociedades como la nuestra, el peso de la industria en el PIB continuará cayendo por la automatización creciente de los procesos, que ocupará a menos trabajadores y que estos no necesitarán una especial cualificación, por lo que las industrias tradicionales seguirán yéndose a los países que hoy llamamos emergentes (donde se pagan los salarios más bajos). La clave mantiene The Economist es compensar esta pérdida con servicios e industrias de alto valor añadido. Algo que requiere trabajadores muy preparados y un apoyo presupuestario decidido a la educación y ciencia. Esa, una sociedad mejor formada y motivada para tener iniciativa, y no otra, es la clave del futuro según el semanario británico, y lo único que permitirá crear puestos de trabajo bien remunerados para mantener el estado de bienestar y sus costes crecientes por el envejecimiento de la población. ¿Hace falta recordar lo que está haciendo el PP en educación, cultura y ciencia?
No hay soluciones fáciles a la crisis. Todos lo sabemos. Pero algo sí se puede decir: estas no pasan por crear más y más parques industriales que permanecen vacíos. Solo un dato: en Galicia hay sin ocupar en estos momentos 2,8 millones de metros cuadrados. No es, por tanto, la falta de espacio lo que impide que vengan o se vayan las industrias. De la misma manera que, por muchos aeropuertos que se construyan, no hay más aviones despegando o aterrizando, ni por muchas autopistas que se construyan proliferarán a sus lados las urbanizaciones, ni A no ser que lo que se defienda sea otra cosa. Construir por construir, pagando siempre con el dinero de los contribuyentes. Algo como esto. Un camino que no lleva a ninguna parte. Al menos a la gran mayoría de los ciudadanos.