Jeannette Ramos Vega
27 días: Enamorarse es fácil, amarse no
Cuando tenía 20 años pensaba que lo único necesario para hacer el amor, era el amor. Sentía que con solo amar a una persona todo lo demás sería fácil, llevadero, y sobre todo duradero. Estaba equivocada en un par de cosas. Con o sin amor nada es realmente "duradero". Vas aprendiendo mucho de las palabras, las acciones, las experiencias y sobre todo entiendes que el verdadero amor madura con la vida, evitando quedarse atrás, fuera de moda, fuera de foco, fuera de ti.
La juventud es una etapa de aprendizaje y crecimiento en la que ni siquiera nosotros mismos nos conocemos completamente. Es la etapa en la que te enamoras pensando que todo es color de rosa. Vamos en compañía de otra persona en un tren en el que ninguno sabe a dónde va, si tiene desperfectos, si irá muy rápido o muy lento, o si estaremos solos en el viaje. Así que vamos apostando a que al final el destino será el mismo para ambos. Luego descubrimos que no es así.
Las parejas no escriben un solo libro, escriben muchos. No siempre cuentan la misma historia de la misma manera, ven las cosas diferentes, y no siempre se ponen de acuerdo en el final. Dos vidas colapsan sin avisos de tormentas, sin diagnósticos de enfermedades, con los bolsillos vacíos y el alma desnuda, no siempre preparados para cerrar tratos ni negociar.
Entonces, el amor no es suficiente para un viaje así de largo. Hace falta mucho equipaje y mucho sentido común. Comenzamos a internalizar que nada es para siempre. Nos damos cuenta de que llegar a un mismo destino no siempre es lo ideal, sino que cada uno llegue a donde quiera estar...acompañado. Con amor o sin amor pero leales a un mismo propósito.
Es cuestión de querer estar dentro de ese tren sabiendo que habrán paradas pasajeras por lugares que no siempre ambos van a disfrutar. Y que cuando una de esas paradas sea incómoda o incierta, los dos quieran regresar al tren antes de que cierre las puertas y continúe sin ti.
Cuando tenía 20 años las relaciones eran simples. Luego maduras y creas tus propias convicciones y reglas de vida. Entonces entiendes que para hacer el amor, no hace falta amor. Que para subir al tren no hace falta amor. Solo necesitas quererlo. Sentir que es ahí donde quieres estar, aunque a veces el viaje se vuelva aburrido, monótono, lento, o un poco solitario.
El amor llega cuando entiendes lo que realmente significa. Es una decisión que tomas tu. Decides entregar cosas que son tuyas pero no puedes ver, cosas que están muy dentro de ti, solemnes. Abres una puerta importante, aprendiendo a dar, sin esperar una respuesta perfecta. No hay un momento ideal ni un lugar. Sientes que estás en un puerto seguro. Tu lugar. Esa persona es tu hogar.
Si tienes la suerte de amar a la persona que te acompaña en tu viaje y ser correspondida, disfruta del camino, estás donde debes estar.
Enamorarse es fácil, amarse no.