Milagros Domínguez García
Cuando la minifalda es el argumento la igualdad se resiente
"Voy a poner la minifalda para sacar a los hombres del bar y traerlos a misa".
Así se expresa una edila socialista del municipio pontevedrés de Vilaboa cuando es entrevistada por un medio de comunicación a raíz de que, desde hace algún tiempo, lleva oficiando los actos religiosos que, como seglar, puede llevar a cabo en la parroquia de Santa Cristina de Cobres, dado que el sacerdote se encuentra aquejado de una grave enfermedad que lo aleja de su labor como párroco.
Y si bien toda la entrevista es casi un despropósito en el que en un intento, en mi opinión innecesario, de responder con humor y donde a través de sus respuestas se adivina la "complicidad" del sacerdote con estos "chistes", la parte donde menciona la minifalda, se lleva la palma.
Y es que es de tan mal gusto y estereotipado el comentario que deja a ambos géneros, hombres y mujeres, a una altura bastante elemental y básica. Sinceramente no se que es peor si sobrevalorar el "encanto" de unas piernas femeninas o infravalorar a los hombres al suponérseles una carencia de control y raciocinio que los llevaría a asistir a la liturgia encandilados por unas piernas.
Por donde se vea es cuanto menos desafortunado el comentario, pero demuestra una vez más que a pesar del tiempo y la evolución hay personas que son muestra de que, aún, a día de hoy, a la mujer se le supone una utilización sexual e interesada de su cuerpo y al hombre un perfil simple y primario.
Y no, nada tiene que ver esto con la atracción y el atractivo de los cuerpos tanto femeninos como masculinos, es la utilización del cuerpo femenino como si fuese un trofeo al que optar o una presa a la que cazar y, en ambos casos, es la denostación del cuerpo y la negación de las actitudes intelectuales de las mujeres que, aunque a la edil le pueda parecer extraño, también son apreciadas por los caballeros.
No se entiende que por un lado volquemos tiempo y dinero buscando mejorar la concordia y la convivencia de los y las ciudadanas en un plano igualitario y por otro sigamos acompañándonos de actitudes que no se entienden en aquellos que deberíamos, y donde me incluyo, servir de ejemplo de que lo que pensamos se corresponde con lo que decimos y, por supuesto, nuestros actos deben ser muestra fehaciente de que estamos comprometidos con una causa tan importante como es la igualdad.
El respeto es sin duda una sólida base y condición sine qua non para conseguir los propósitos que pretendemos. Respeto a mujeres y también a hombres, porque es muy fácil retrotraernos y criticar duramente situaciones de otro siglo, fruto de una sociedad distinta a la que hoy disfrutamos, y de pronto sentir que vivimos ficticiamente ya que no recala el mensaje, más bien resbala. ¿De qué vale entonces la labor que se lleva a cabo en los centros escolares, las campañas de concienciación… si al final no nos creemos lo que hacemos?
Y no, no es necesario que las mujeres llevemos una minifalda para conseguir la atención de nadie, y sí, tenemos la libertad de llevarla sin que nadie sienta que es una disposición a determinadas propuestas e intenciones y mucho menos un reclamo.
Y no, los hombres no asisten a una ceremonia, da igual la índole de la misma, sino es de su interés, y sí, los hombres también son parte del progreso y la evolución y no van tras unas piernas víctimas de un influjo que no pueden reprimir.
Hace siglos que caminamos erguidos, ahora se trata de que caminemos de la mano y busquemos salvar las diferencias a favor del entendimiento y la convivencia, y lo estamos consiguiendo, a pesar de que algunas personas se empeñan en ver atributos en un cuerpo y no atribuciones en el intelecto.