Marisa Lozano Fuego
Cuando ella llama (describiendo la ansiedad)
Late en las entrañas un pálpito. Creo que es un huracán. Me aprieto el pecho con las manos y no logro contenerlo, es más fuerte que un tornado, y por supuesto más fuerte que yo. La respiración cabalga incansable, es rápida y fuerte, no toma descanso ni pausa. El pecho se agarrota y parece encogerse ante tamaña contención de oxígeno. Todo el sistema nervioso se arruga y los bronquios se taponan, impidiendo hacer llegar ese aire a las cavidades pulmonares. El suelo parece levantarse bajo mis pies, y todo gira en una espiral concéntrica, rápida, como en un tiovivo circular. No puedo mover los músculos, y la brisa llega cada vez más rota, menos viva, ahogándose entre las palabras.
¿Será un infarto? ¿Será el fin? Me chequeo rápidamente, el brazo izquierdo no me duele, y busco síntomas de afasia por si es un ictus. Parece que articulo bien, no es eso.
Me pregunto si será neumonía, aunque no siento los pulmones encharcados.
Algo me golpea el corazón, una y otra vez, parece que no bombea bien, parece que quiere escaparse del pecho. Tengo miedo de que esto no termine, o de enloquecer por completo.
Puedo identificar cada una de las sensaciones, me son familiares, ha pasado otras veces. Pero siempre me pilla de sorpresa. Empieza por A, a de angustia, A de Ansiedad. Así de letal y certera, así de asfixiante y molesta. Mi vieja amienemiga. Ha vuelto. En tiempos de pandemia, más viva y triunfante que nunca, queriendo enterrarme bajo su manto déspota y carcelario.
Supuse que la tenía controlada. Como muchas otras personas que la sufren en silencio, preguntándose qué será y cuándo pararán los síntomas. O si realmente el corazón se les va a salir por la boca, o si es el fin de todo. El miedo a morir, a asfixiarse, es uno de los principales temores en una crisis.
Respiro hondo. Vosotros también. Ahí, al otro lado de la pantalla, conteniendo el aliento y pensando en si os ha pasado. Y en cómo nombrarla, o combatirla.
Comienzo la respiración abdominal. Hincho mi estómago con aire, hacia fuera, inspiro. Contengo el aire unos minutos. Expulso el aire, desinflando la barriga, espiro.
Varias inspiraciones profundas, esta es la forma correcta de respirar, el aire circula correctamente por el diafragma, por debajo de los pulmones. Esto debería ayudar a bajar los niveles de ansiedad y a regular la inspiración de CO2. Poco a poco, parece que algo se serena. Pongo música suave, instrumental, Yiruma, Kiss the Rain. La música suave relaja, y parece que el miedo se relaja con ella. Es difícil detener los pensamientos ansiógenos según pasan por nuestra cabeza, porque transcurren muy rápido y se atropellan, y cada vez sentimos más miedo al miedo, eso es un ataque de pánico.
Con la respiración logramos controlar en cierta medida la parte física, para la cognitiva podemos usar la parada de pensamiento: detener el pensamiento negativo una vez aparezca, poner la mente en blanco y no pensar en nada, dejando que pase.
Lleva un rato conseguir frenar el caballo desbocado de la respiración. No es fácil librarse de la sensación de miedo inminente. El Trankimazin , con prescripción médica por supuesto, es otra elección por su efecto ansiolítico, ponerlo debajo de la lengua ayuda a solventar la crisis en el momento en que se hace más aguda, pero está indicado en procesos de corta duración, a largo plazo puede producir tolerancia.
Siempre es importante detectar cuándo comienza la angustia para poder atajarla desde el principio. A veces tenemos miedo de que nos dé en un lugar público, o delante de un auditorio cuando vamos a intervenir en un acto, otras veces nos pasa en un lugar cerrado, como un ascensor o un supermercado. En otras ocasiones se produce ante un suceso traumático, un accidente, una situación de tensión familiar, incluso la visión de una película inquietante.
Lo primero que puede ayudarnos cuando Ansiedad viene a visitarnos es identificar ese miedo al miedo. Aunque parezca producir síntomas físicos, no es un infarto y nuestro corazón no va a explotar, ni estamos padeciendo un ictus. Hay veces que en la crisis de ansiedad se produce también parálisis de los miembros, entumecimiento de los mismos, lo que puede llevar también a confusiones, por eso es importante diferenciar y descartar un diagnóstico orgánico. Si una vez revisados por un/a médico nuestro cuerpo está bien, los síntomas de ahogo, asfixia y parálisis motora se deben a esta traidora llamada Ansiedad.
Lo segundo es normalizar este estado: le sucede a mucha gente, no somos extraños por padecerla y podemos vencerla si la conocemos y atajamos a tiempo. Dejar pasar la angustia sin combatirla es otra de las recomendaciones que nos hacen los profesionales de salud mental. Observar cada emoción y sensación como si fuese ajeno, tratar de evadirse del propio cuerpo y actuar como observador/a externo/a.
Contemplar la ansiedad desde fuera, sabiendo que pasará. Aunque no hagamos nada por evitarlo, pasará y no vencerá nuestro equilibrio ni nuestra tranquilidad.
Lo tercero pasaría por remedios externos, respirar en la Naturaleza o ejercicio físico, ambas cosas ayudan a abrir el diafragma y a segregar serotonina, dopamina, endorfinas y otras sustancias, hormonas que ayudan a nuestro cerebro a relajarse y sentir más estados de bienestar.
Así, una vez identificada y combatida la Ansiedad y sus efectos, concluimos que no hay una fórmula mágica para alejarla para siempre, pero sí técnicas a nuestro alcance para detener sus efectos e impedir que se adueñe de nuestra vida.
Escribir, cantar, nadar, cualquier actividad que relaje nuestra mente y nos ayude a catartizar emociones es también indicada en estos casos.
Sé que resulta complicado pensar en positivo en una época como la presente, momentos en que la angustia, la incertidumbre y el miedo a lo desconocido nos aprietan cada vez más entre sus garras. Justo es ahora cuando se hace necesario un esfuerzo de nuestra mente, más poderosa de lo que parece, para combatir esta otra pandemia. Los casos de ansiedad y angustia llenan las salas de estar de las Urgencias, y en ocasiones pueden confundirse los síntomas con otra afección respiratoria u orgánica. Por eso es importante descartar en primer lugar si verdaderamente tienen procedencia física o son de origen psicosomático, producidos por la ansiedad.
En este último caso, la autoconsciencia y las técnicas de relajación pueden ayudarnos a vencerla.
Ahora mismo estoy terminando este artículo, cuando empecé sentía los síntomas al tiempo que tecleaba. Termino y me siento liberada, me he ido relajando conforme escribía y respiraba. Cada cual encontramos nuestra propia Medicina. La mía era y sigue siendo la Palabra.