Juan de Sola
Intereses de demora
La realidad del desahucio se traduce en una insoportable agonía que pone a prueba la limitada capacidad de resistencia psicológica y emocional de una persona. Los seres humanos no recibimos enseñanzas para asumir las secuelas de un fracaso personal, laboral o profesional. Se convierte en una de esas posibilidades nunca prevista en nuestros planes. Quizás, el elevado castigo público nos lleve a una reiterada e interesada negación...
Hemos tenido que asistir a escenas fúnebres como el suicidio de una mujer en Barkaldo para reaccionar ante una problemática social que nos venía abofeteando en las mejillas cada mañana. Pero, la ceguera colectiva y, en especial, la política infravaloró la magnitud de una cuestión que llevaba tiempo golpeando la puerta de nuestras vidas hasta dejarse los nudillos en ello.
No es fácil explicar como se viven esos momentos previos. Cuando el buzón de casa aloja una demoledora comunicación procedente del juzgado que reza: () "Tiene usted el plazo de una semana para satisfacer las cuotas no abonadas en el contrato hipotecario. De lo contrario, se procederá al embargo del bien y se adoptarán las medidas judiciales procedentes, pudiendo llegar al desahucio ()".
La cuenta atrás en el reloj se pone marcha. Las constantes vitales se aceleran sin control. Buscamos el apoyo de algún conocido o amigo entendido en el mundillo de la abogacía. Gastamos lo poco que queda en llamadas telefónicas. Queremos encontrar una versión distinta a la de nuestra situación actual que jamás llega. Poco a poco, va asomando la desesperación. No lo hace forma brusca. Gradualmente invade el estado de ánimo. "Pensamos en lo peor y lo mejor que podría pasar". ¡El bucle es interminable!
Pasan los días y la solución y el dinero no llega. Recorremos la casa una y otra vez. Detenemos la atención en la habitación de los niños. Las complicadas reflexiones sobre el futuro pellizcan, de nuevo, a unas ya doloridas emociones. Comenzamos a entender que "no hay salida". El banco gana, por qué el fuerte suele vencer al débil. Así es la vida. Es, entonces, cuando aguardamos el temido momento del desahucio con resignación aprovechando las últimas horas en un lugar donde la hipoteca no condicionó inolvidables vivencias. Sobre esto último, el banco no ha sido capaz de tramitar un embargo
Y ahí fuera emerge la empatía y sensibilidad por los problemas ajenos ante los últimos acontecimientos. El alcalde de Santa Cruz de Tenerife retó a un banco, con retirar las cuentas municipales, si no paralizaba el desalojo de una familia de su casa por falta de pago. Esta iniciativa arrastró a los gobiernos gallegos de Pontevedra y Silleda. Ambos municipios han formulado la misma amenaza a sus respectivos bancos. Un agradecido hecho que ahora llega muy tarde para algunos y a tiempo para otros.
Mientras, la reforma de la Ley Hipotecaria ha logrado escalar puestos en la agenda de prioridades de quienes legislan en el parlamento español. Gobierno y oposición discuten como regular una insaciable usura financiera que, al final, deja en su haber, unos incalculables intereses de demora para el desarrollo humano... ¿Quién o quienes pagan esta hipoteca social?
14.11.12