Manuel Pérez Lourido
Gobernantes friquis
¿Es síntoma de flojísima salud mental el hecho de preguntarse por qué seres humanos como Donald Trump, Silvio Berlusconi, Nicolás Maduro, Vladimir Putin, Jair Bolsonaro, Boris Johnson, Kim Jong-un… gobiernaron o gobiernan sus respectivos países? Es decir, han tenido o tienen en sus manos el destino de sus naciones, en lugar de una regadera para contribuir a la puesta a punto de un jardín. No, no ha sido casual la elección de la regadera como útil para el ocio hortícula, que es donde uno mandaría a este personal: a un huerto a cultivar espárragos para luego poder degustarlos fritos.
¿Por qué se ha puesto de moda que nos gobierne una panda de friquis? Vale, igual no todos los nombrados encajarían en esa categoría, pero eso es porque la que les viene al pelo es mucho peor. A fin de cuentas el friquismo nos remite a la peculariedad extrema, no al homicidio o el asesinato.
Nosotros hemos tenido a Jesús Gil y a Ruiz Mateos, pero alcanzaron limitadas cotas de poder. Al primero lo recuerdo siempre metido en una piscina con las Mama Chicho o amenazando al Tren Valencia en una rueda de prensa. Por otro lado, es imposible borrar de la mente la escena del "te pego, leche" de Ruiz Mateos y Miguel Boyer. El friquismo ha pasado por nuestras vidas como un aire extraño que, curiosamente, refrigera el ambiente mejor que el aire acondicionado. Despierta los sentidos, te saca del muermo, te espabila las neuronas. Tal vez ese sea el secreto que hace que triunfen políticos que se salen de la norma (por la tangente).
No podemos vivir de espaldas al poderoso influjo de los personajes friquis, que se lo pregunte a Santiago Segura, que se aupó a lo más alto de la popularidad interpretando al superfriqui Torrente.
Y ningún humorista o chistólogo ha calado tan hondo en la memoria popular última como la impresionante figura de un personaje tan inclasificable como Chiquito de la Calzada. Nos va el friquismo y nos va mucho. Además, somos capaces de detectar enseguida cuando estamos ante un rara avis con pedigree o ante una impostura. En los vertiginosos años de la movida, nadie dudaba de la excepcionalidad de aquellos Derribos Arias capitaneados por Poch, ni que a Los Inhumanos les faltaban cuatro pesetas para el duro. Aquí un paréntesis para honrar la memoria de El niño gusano, la banda friqui por excelencia, que refrescó nuestros oídos en los 90.
Claro que el concepto de friquismo es elástico, sus límites son más o menos expandibles según la persona que opine sobre él. Por ejemplo, no se me ocurre actividad más merecedora de ese calificativo, el de friqui, que ponerse a contemplar, un día tras otro, las peripecias de una panda de personajes de la televisión cuya carrera ha venido tan a menos que han tenido que acceder a ser trasaladados a una isla para adelgazar allí a marchas forzadas a cambio de una buena suma y un ratito de gloria, que decía Kiko Veneno.
Para finalizar, quiero confirmar sus sospechas, amiga lectora; sí, mi aportación al friquismo consiste en escribir este palabro con "qu" en lugar de la "k" habitual.