Bernardo Sartier
A otro perro con ese hueso
A lo mejor es que me hago mayor. O a lo peor es que en este país hay mucho soplapollas y mucho retrasado mental, buenistas ganosos de los medios que no han dilapidado la oportunidad del tumulto hipotecario para pedir que se proteja al desahuciado y se fusile al amanecer al propietario, al arrendatario y a los bancos, que son todos (sin excepción, sobra decirlo) unos hijos de puta.
Y claro, ya es mucha la mili que acumula uno para creerse tamaña gilipollez. Tengo en la familia a alguien que tiene alquilado un piso y vive de ese alquiler y de una exigua pensión. Pues van allá dos inquilinos que le dejan un pufo de cuatro o cinco rentas que, por descontado, va a ir a reclamarle al maestro armero. Juzgados y todo eso, ya saben. Por tanto, caperucita no siempre es ángel ni el lobo malo a todas horas. Eso por un lado. Por otro recordar lo que todo cristo olvida: que una obligación hipotecaria consiste en la concesión de un crédito que uno se compromete a pagar sobre una garantía, la del bien adquirido.
A partir de aquí, ajustes para que los bancos no cometan excesos, todos; moratorias, ídem; regulación de la dación en pago, por supuesto. Y garantizar que ninguna situación de extrema necesidad quede sin amparo. Pero convertir al incumplidor en santo y al moroso en sujeto digno de protección mientras satanizamos al cabrón con pintas del acreedor, que lo único que hace es reclamar su derecho al cobro, eso no. Por su puesto no puedo olvidarme del tonto del pijo vestido de bancario que, parapetado tras su mesa y un cartel donde se lee "analista de riesgos", fue capaz de conceder créditos hasta a los becarios.
La mayoría de ciudadanos sale adelante con mucho sacrificio. Y pagan sus deudas. Y no he oído a un puto político hablar de ellos. Veo, en cambio, mucho soplagaitas que generaliza el trato comprensivo con quien no supo planificar su futuro previendo que a veces un contrato laboral no otorga más derecho que a una indemnización si te despiden, que si esto sucedía no asegurabas el pago de una hipoteca que habías suscrito ad calendas graecas y que, a lo mejor, lo que tenías que haber hecho era vivir de alquiler.
Conozco una pareja que se hipotecó en un costosísimo chalet adosado cuyo "sólido" medio de pago era un trabajo de él a tiempo parcial, por un sueldo mínimo, y un contrato temporal de cajera de un super el de ella que por su propia naturaleza tenía término. ¿Y luego? No hay pega, se monta la de cristo es dios, se hace uno fuerte en la vivienda y se llama a los medios. Total, una firma en un contrato no obliga a más que pasármela por los cojones si me apetece. Por tanto, a otro perro con ese hueso.
Me niego a subirme a un carro cargado de políticos populistas a la caza de un puñado de votos, con un presidente del poder judicial que pía tarde (no hace mucho se aseó el trasero con un informe que buscaba corregir los excesos hipotecarios) y que remolca el discurso falsamente progre y demagógico hasta la nausea de Belloch diciendo que su Policía no colaborará en los desahucios. Y todo por triunfar en un sprint buenista. Repito: ni un solo caso de extrema necesidad desatendido. Pero sin olvidar que el ordenamiento jurídico no puede proteger al incumplidor por encima del que, frente a él, legítima y legalmente, ostenta un derecho de crédito. Tan simple como eso.
Y a los populistas, demagogos y buenistas, por mi, que les vayan dando.
15.11.2012