Manuel Pérez Lourido
Quedar con enemigos
Quedar con amigos es una operación recurrente desde el momento en que se tienen amigos. Cuando eres un crío se hace de modo natural, ni te enteras de lo que estás haciendo o de cómo se llama eso de volver a veros al día siguiente en el lugar de costumbre. Durante la adolescencia quedar con amigos se convierte en una actividad casi compulsiva, pues las amistades lo son todo en esa etapa y la vida propia y la vida en general giran alrededor de ellas.
Llegada la edad adulta, se va haciendo más esporádico el trato con los amigos, que se reduce aún más si hay matrimonio e hijos. Hasta ahora no estamos diciendo más que perogrulladas, pero no desesperen porque esto aún puede empeorar.
Y llega el día en que se consultan determinados grupos de whatsapp, casi preguntándole al artefacto que te los muestra si deberías organizar una quedada aunque tengas que inventarte el motivo. Finalmente apagas la pantalla. En todos los grupos de amigos es de obligada inclusión un par de elementos que no tienen reparo en convocar una reunión aunque sea con un pretexto baladí. "Baladí" es una palabra preciosa que hay que saborear como es debido, con tal fin le concedemos una línea más. El resto de los integrantes de la pandilla se tienen que conformar con pequeños (o grandes) suspiros cuando examinan sus mensajes, deseando ser convocados. A determinada altura de la vida cada uno ha asumido ya si es de los que convocan o de los que son convocados. Estos últimos, insistimos, son especialistas en suspiros y ojeadas melancólicas al artefacto que ha de anunciarles un día que a alguno de los convocantes le ha picado una mosca. Una mosca que anuncia una próxima reunión para recordar viejos tiempos, porque, para qué negarlo, si no fuese por los viejos tiempos no habría reuniónes de viejos amigos. Los viejos tiempos están ahí, agazapados en nuestra memoria, aguardando a que los rescatemos y que reescribamos los eventos que un día protagonizamos juntos. El presente tiene como destino hacerse pasado y servir de aprendizaje para el futuro y no me digan que esto, más que perogrullada, es una pedrada en el cráneo. No se desanime, amigo lector, seguiremos con la flagelación a ritmo endiablado, pero ya queda poco.
Bien, hasta aquí hemos visto, "grosso modo", algunas ventajas y algunos inconvenientes de quedar con amigos. Lo que venimos a proponer es algo innovador: quedar con enemigos. A ver, si usted es un miembro de un cartel del narcotráfico, o integrante de una banda de delincuentes peligroso o un mafioso, así en general; no lo haga. Mejor no quede con sus enemigos. Nunca. Pero si usted tiene enemigos afables, de esos con los que puede quedar a tomar un café para luego rajar a sus espaldas: quede con tres o cuatro de ellos. Pásense juntos una horita, charlando. Y a ver qué sucede. Ya nos contará.