David Darriba Pérez
Utopía (variación de mi relato «La realidad de lo irreal»)
Dedicado a Fco. Javier Monserrat
Permitid que me presente. Me llamo Lucy, vivo en Londres y creedme que soy una chica de lo más normal. Aunque muchos opinen lo contrario, aseguro que soy de lo más normal. Me gusta ir de compras, vestir con colores chillones y ponerme ese gorro a rayas que es tan calentito; ver las películas, encogida en el sofá, y si está mi chico dejar que me rodee con sus brazos, especialmente, si echan alguna de miedo. Las palomitas no faltan y casi siempre me quedo dormida a la mitad. En ocasiones me despiertan voces más altas que otras o la música que utilizan con el fin de dar más énfasis a alguna escena. Mi novio me acaricia el pelo e insta a que me vaya a la cama, con la voz dulce y muy bajita y así no terminar por desvelarme. Entonces voy a ella y finalizo por sumergirme en el dulce sueño.
Libro un único día a la semana. Demasiadas horas para un sueldo miserable quitando mierda y más mierda, de las mesas en las antes puse más mierda. Es curioso observar a los comensales cómo disfrutan con esta bazofia; seguro que piensan es lo mejor que han probado... Algunos sí retuercen el gesto de la cara haciendo evidente su asco, pero son los que menos. Si ellos supieran… Casi no me alcanza el día y no me queda otra que plantarme por la noche ante los libros; no obstante, si pretendo costear mi carrera, he de continuar en el puñetero restaurante. Me estoy planteando cambiar de trabajo. Algún sitio en el que no haga tantas horas aunque cobre menos. Al comenzar aquí venía con una idea diferente y me niego a seguir perdiendo el tiempo. Me gusta lo que estudio y eso debe prevalecer. Sí, de esta semana no pasa para buscar otro empleo… Ayer vi un anuncio de uno a media jornada y tal vez vaya, al menos, por informarme de qué va. No explican muy detalladamente las condiciones y es algo que siempre me hace desconfiar.
Si en el futuro todo marcha bien mi intención es recorrer el mundo. Seguro que está lleno de lugares maravillosos por todos lados y no me lo quiero perder. Ahora mismo tengo una revista en las manos y hay una fotografía estupenda del Taj Mahal. Pone que este mausoleo es ni más ni menos que del siglo XVII. Algunos amigos míos, de esos a los cuales mis padres llaman raros, peregrinaron allí regresando irreconocibles. Ellos se lo pueden permitir y no voy a negar mi disconformidad cuando promulgan un estilo de vida del cual se alejan al ir a dormir sin preocupaciones. Si yo quiero hacer lo mismo, no me queda más remedio que estudiar a fin de conseguir un empleo bien remunerado.
Mucha gente comenta de mí que soy una chica extravagante. No os penséis que esto me molesta. Tal vez lleven razón pero me gusta ser así. Cuento con muy buenos amigos y también opinan que soy muy alegre y simpática. Si bien, mis padres mantienen que todo este esfuerzo me valdrá para saber lo que es la vida y quitarme la tontería; que me lo he buscado yo solita y debo a empezar a estar con los pies en la tierra. No son malos padres, en cambio sí muy pesados; siempre dando consejos sobre temas que ni han vivido. Si vieran las cosas que pasan ahí afuera, se echarían las manos a la cabeza. Me sacan de quicio al decir que si trato de terminar con semejantes penurias, abandone mis estudios y me centre en encontrar a un buen marido olvidándome del vago de mi novio; que cuando esto ocurra no aceptarían el que no no me hiciese cargo de él y de la casa. Claro, ellos siguen chapados a la antigua y no comprenden que los tiempos han cambiado; que el hombre acaba de pisar la Luna y casi estamos en los años setenta. Y nosotros, los jóvenes, somos el futuro y educaremos a nuestros hijos de otra forma para construir un mundo distinto: sin poderosos, sin guerras. Ya lo verán las próximas generaciones.