Bernardo Sartier
Crisantito "Conachas"
Crisantito, "Conachas" para el barrio e hijo de un tal don José, era pijo, maula y afeminado.
A don José, facha monárquico, además de no sé qué título de no sé qué marquesado le habían dejado en herencia lo peor que a uno le pueden legar de un pasado nobiliario, o sea deudas. Deudas y una casa de dos plantas decorada a la inglesa, entre el taller de motos de Valentín y las obras del Politécnico, cerca de la Inmaculada.
Aquella familia viniera a menos pero se empeñaba en mostrar a Fernández Ladreda y a la Avenida de Vigo que eran élite, aunque fuese una élite de calotes y carencias. Del "Santa Rita" a la Peregrina agachaban la oreja, conscientes de sus limitaciones presupuestarias.
Admitíamos en nuestro ocio a "Conachas" como quien sobrelleva un padecimiento crónico que ocasionalmente remite. Esos períodos de alivio consistían en llamarle niño pera, soplapollas y brearlo a leches cuando quebrantaba nuestros códigos o se iba de la jerga de diario a unos tecnicismos infumables. Si Crisantito andaba suelto, por ejemplo, Crisantito se refería, muy digno, a una "inoportuna gastroenteritis". No decía cagalera, no. Iluminado por lo que él entendía nula eufonía del término hablaba de "inoportuna gastroenteritis".
A Crisantito "Conachas", si jugando al futbol le hacían una carga con los hombros se tiraba al suelo sollozando y fingiendo dolor y, después de cinco o seis revolcones se levantaba y se iba a casa. Sobra decir que "Conachas" había salido indemne del empujón, pero volvía al poco con el brazo en un cabestrillo que recuperaba del desván familiar y entonces nos miraba y decía con su voz de grulla famélica "Sois unos brutos y unos delincuentes", lo que obligaba a desdeñarlo: "Crisantito, vete a cagar, lambón".
En verano, si lo que tocaba era remojarse en el Gafos, "Conachas" podía noquearte con un "ahora no, que hoy no se me movió el vientre".
Crisantito "Conachas", además de blando y cursi era vengativo y reaccionario. Si jugando al fútbol Guillermito le hacía un par de regates y lo sentaba, "Conachas" aprovechaba para coger el balón y pirarse mientras afirmaba la antirreglamentariedad del regate y la conclusión del partido porque el balón era suyo.
Un día de verano, de aquellos en los que Eddy Merckx ganaba todos los Tours y del mismo año que Massiel zapateó Eurovisión, "Conachas" y yo estábamos solos cerca del "Agarimo", el chalet de los Domínguez, al pie del monte del Colegio de Ciegos. "Conachas" me miró melancólico y dijo "que morenito estás". Y suspiró. Luego, como temeroso, timidón, susurró "¿te apetece que juguemos a los enfermeros?". Yo era un niño medio "papán", debo reconocerlo, pero aquello me sonó raro y solo acerté a decir "mejor no, Crisantito. Mejor juega con tu padre".