Rafael FJ Rios
Envidia
Cuando Ian Fleming era miembro del consejo editorial del Sunday Times de Londres se le ocurrió -en una de las reuniones semanales en las que planificaban el periódico del domingo y su suplemento cultural- que sería de gran provecho ilustrar a los lectores sobre la codicia, la ira, la pereza, el orgullo, la gula, la lujuria y la envidia. Tal como decía con buen humor inglés el creador de Bond, todos somos buenos amigos, a pesar de que en estas reuniones semanales, bajo la superficie de nuestra cordialidad, acechan todos los pecados capitales. Para enseguida volver sobre sus pasos: ¡Cómo sería de insípida y vacía la vida sin dichos pecados, y nosotros, pobres diablos, cómo de aburridos sin un rastro saludable de ellos en nuestra estructura!. Aquella iniciativa no llegó a fructificar de forma inmediata ya que Fleming se concentró en escribir thrillers cuya trama giraba en torno a un miembro del Servicio Secreto británico. Unos años después, prologado por él mismo, se publicaría en libro aquella idea inicial con los escritos de siete autores británicos de renombre.
Y en nuestra sociedad española, ¿se podrían identificar alguno de estos pecados capitales en medio del griterío que es la realidad diaria? En cuanto nos ponemos a la faena de descifrar un problema moral se agolpan los clásicos con su extraordinaria descripción, acotando términos y aportando definiciones certeras. Sus obras son un libro abierto. En la Divina Comedia de Dante los envidiosos estaban ubicados en el infierno por sus muchas faltas; los describía penando los sentidos con los que pecaban, los representaba con los ojos cosidos para que no pudieran ver. En la extraordinaria Capilla de los Scrovegni de Padua, el gran Giotto nos pinta una representación de la Envidia: un fuego arde a sus pies dentro del cual se consume; lleva una saca abultada parece que provista de buenos dineros, pero al envidioso no le importa cuánto posee, sino lo que poseen los demás; la oreja que vemos es enorme, siempre presta a recoger todo aquello que alimente y pueda servir a su propósito que no es otro que la destrucción del envidiado; en su tocado puede adivinarse una serpiente y otra sale de su boca la envidia sale al mundo precedida de la injuria, la calumnia y la maledicencia-, y esta serpiente o larga lengua se enrosca y se vuelve contra el rostro del envidioso -parece que con barba perillán- apuntando directamente a sus ojos, mostrando así que la víctima es el envidioso mismo, el que sufre como consecuencia de su vicio. Gracián dibuja el contorno de sus víctimas, dice que a los envidiosos se les suele reconocer entre los bebedores de la fuente de los engaños… veían bien, pero miraban mal.
Me gusta la definición de Adam Smith: aquella pasión que ve con maligna ojeriza la superioridad de quienes realmente merecen toda la superioridad que ostentan. La prensa es muy poco dada a publicar datos ejemplarizantes que, como la Academia, limpiarían, fijarían y darían esplendor. Cuando informa de los dividendos que va a cobrar el señor Amancio Ortega, muy conscientes del impacto, no dejan de proclamar su vuelo gallináceo. Creo que el titular, tono y texto por lo regular apela a un nivel superior a la envidia. No otro es el rencor social. No apelan al esfuerzo, los años trabajados, el buen hacer… no le dicen al lector la semejante riqueza creada: ¡consiga Vd pagar cada mes 90.000 nóminas y hablamos!
En Vigo está el Cluster del Automóvil que es un foco de innovación, empleo y riqueza impresionante que se extiende por todo el sur de Galicia, nacido de la fábrica de Citroën y en el que hoy las empresas auxiliares han conseguido desarrollarse de forma extraordinaria: tienen fábricas de componentes en todas las partes del mundo. Inditex por sí sola es un cluster. A su alrededor hay una cantidad enorme de empresas que nacieron en su día como un apéndice, que la acompañaron a todos los países donde abrieron tiendas y que hoy son autónomas trabajando para todo tipo de empresas internacionales. Es un espectáculo: en el gran edificio de oficinas de una de ellas ubicado en un polígono industrial disponen en la parte baja de una exclusiva agencia de viajes del Corte Inglés, con empleados solamente para su empresa, con el fin de gestionar lo más rápido posible sus viajes alrededor del mundo, ya sea para Inditex o para cualquier otra multinacional para las que trabajan.
Invidere: mirar a alguien, más bien fijar la vista en alguien, clavar la mirada, ponemos el ojo, in-vidiamos. Se envidia cuando se ve. Y de forma inmediata se compara lo que se ha visto con lo que uno dispone. Se envidia algún bien ajeno -ya sea material o simbólico- que el otro posee y el envidioso no. Es en el momento en que realiza la comparación con el otro cuando se da cuenta de la diferencia: es la operación mental previa que desencadena la envidia. Porque com-parar es buscar la paridad o igualdad con el otro. Pasado el siglo XX ya sabemos que la igualdad es una cuestión que se obtiene eliminando el bien más preciado del hombre Alonso Quijano, la libertad. Eliminando cualquier grado de libertad ya puedes igualar. En la naturaleza ocurre exactamente lo contrario: busca, promueve, se explaya en diferencias por doquier, todo ello forma parte de la base de la evolución de las especies y todas las diferencias son adaptativas, no son mejores unas que otras.
El que será envidioso no se siente inferior ni detecta carencias propias hasta que salta la liebre, se compara con lo que tiene un igual y detecta la pérdida que va a dar vueltas en su interior hasta llevarle al deseo de arrebatar las supuestas ventajas de las que disfruta el contrario. La envidia es capaz de poner en funcionamiento estrategias que pasan por el descrédito del otro, de su descalificación… hasta llegar -en los casos en que la envidia ya se ha transformado en odio- en la intimidación o amenazas. En cualquier caso, cuando son éstos los términos en que se está moviendo el envidioso, más que otra cosa lo que busca es venganza. Muy posiblemente el envidiado desconozca totalmente la guerra que ha desencadenado a su alrededor, pero hay excepciones en las que el envidioso se siente amparado por una cohorte in company y pasa a la acción rodeando como el fuego al escorpión para ver si su enemigo muerde el polvo y él lo ve.
Si tenemos la completa seguridad que la envidia campa por sus respetos y se ha hecho capitana en una gran parte de los individuos que forman la sociedad, ¿no podemos considerar que en los movimientos sociales los envidiosos ejercen una gran influencia? (Acabo de escuchar a una alta personalidad de nuestra nación afirmar que habría que limitar los beneficios de las empresas. ¿Qué formación tiene este individuo? ¿Cómo ha podido llegar hasta ahí? Preguntas retóricas de un país que da de comer a las termitas).
Más bien, ¿no habrá movimientos sociales cuya caldera de Pedro Botero se alimente de forma exclusiva o mayoritaria con la envidia? ¿Cómo se llega a la usurpación, a la desamortización de bienes eclesiásticos, a los impuestos confiscatorios, a la propia confiscación, al saqueo? Si en determinados movimientos sociales se alimenta a la masa con envidia la percepción de desigualdad aumenta exponencialmente. La supuesta indignación moral nadie la ha definido mejor que el cineasta Vittorio de Sica: … un dos por ciento de moral, un cuarenta y ocho por ciento de indignación y un cincuenta por ciento de envidia o venganza. Habrá que pararse aquí.
La envidia como uno de los motores que mueve la historia de la humanidad. Codicia y envidia han conducido a grupos humanos a destruir otros pueblos, a invadir sus territorios, a raptar a sus mujeres, a destruir sus símbolos nacionales o a arrebatarles el poder por la fuerza. Antídotos de equipaje personal que el humanismo antigüo y moderno ha ido recopilando: humildad, reconocimiento de los propios límites; conformidad, en el sentido etimológico de la palabra, como acomodación a ti mismo; la propia estima, la autoestima que procede de la legitimación del propio ser previo a cualquier reconocimiento externo. En cuanto a la pulsión de la envidia social, lo dejaremos para otro día.