Pedro De Lorenzo y Macías
Lourdes Olbés Corujo. "Pasión por el violín y esperanza de futuro"
Mi curiosidad se centró en esta jovencita, Lourdes Olbés Corujo. Su dominio del violín me trasladó a otros tiempos. Es relajante y confortable el asistir a sus conciertos. Creo que ella llegará a estar a la altura de Manuel Quiroga, un violinista pontevedrés que conquistó al mundo.
Voy a su encuentro al finalizar el Concierto de Nadal, en el cual ella, con su violín, hizo fluctuar el duende de la ilusión entre los asistentes. Le pregunto.
- ¿De dónde emergió en ti el amor por la música? ¿Por qué te enamoraste del violín?
- Tuve la suerte de nacer en una familia de gran afición a la música e incluso de gran actividad musical en el campo vocal; mi padre fue profesor de música en el I.E.S Sánchez Cantón, donde ya como alumno había formado parte del coro, el cual significó el inicio de una larga trayectoria como intérprete y director en distintas agrupaciones (Coral polifónica, Ars Musicae, Coro universitario de Santiago, Grupo universitario de cámara, coro ultreia…).
Ejerciendo de Profesor del Sánchez Cantón, conoció a su esposa, mi madre, al coincidir en varios conciertos en el coro Ars Musicae. Fue su compañera colaborando con diversos grupos. En el grupo Martín Codax, con música antigua, realizaron varios conciertos y grabaciones.
En este ambiente familiar comencé mis estudios musicales con siete años en el conservatorio con Marina Quintillán, que ya conocía a mi padre, y cantando también en coros como el Luis G. Limeses que fundó y dirige Reyes Carballo. Aunque me fui enamorando poco a poco de la música y del violín en concreto, no fue hasta los 16 años cuando en un curso orquestal en Valencia, interpretando la quinta sinfonía de Tchaikovsky, cuando me vino el “flechazo” (flechazo de arco de violina) definitivo y ya no lo he abandonado desde entonces, terminando los estudios superiores y dedicándome a la interpretación y a la enseñanza.
- ¿Cuál fue tu caminar para lograr tus objetivos? Puede que tu vocación musical fuese de gran arraigo y te llevó a superar todos los obstáculos.
- Como te comentaba antes, mi vocación musical ya viene de tradición familiar, pero no fue nada fácil tomar la decisión de dedicarme al violín, ya que por desgracia los estudios musicales no están muy valorados en nuestro país y, aunque ya tengo cierta experiencia como intérprete y profesora, es muy difícil y surgen muchos obstáculos a la hora de conseguir una estabilidad profesional y artística.
- Ya estás participando y colaborando en muchos eventos. En ellos los oyentes ven en ti una gran diva del violín. Nos puedes comentar cuáles son tus objetivos.
- Gracias, pero exageras un poco calificándome de diva; realmente en estos últimos años he tenido la suerte de participar en eventos muy gratificantes y emocionantes con diversas agrupaciones orquestales y de cámara.
Todas han sido experiencias maravillosas donde he hecho además grandes amigos. En este sentido mis objetivos son seguir creciendo como artista y como persona; poder llegar a vivir de la música, de la enseñanza, de la interpretación; pero bueno, aunque hasta ahora he sido afortunada, el mundo de la música profesional es tremendamente exigente y competitivo, ¡así que el futuro… Dios dirá!
- En toda carrera hay diversos obstáculos y llegar a los objetivos implica esfuerzo, lucha y sufrimiento. ¿Has previsto estos riesgos?
- Bueno, supongo que un poco como con todo, una cosa es lo que uno desea y aprecia y otra el camino para llegar a los objetivos. El mundo de la música está marcado por trabajar y estudiar con mucha constancia, paciencia, sacrificio y esfuerzo, pero merece la pena en el momento en el que se ven resultados. Creo que es algo que uno puede prever, ya que desde pequeño se aprende cierta disciplina en los estudios musicales.
- Sé que interpretas toda clase de musicalidad, ¿cuál es tu preferida?
- Se me olvidaba decirte que paralelamente al violín también he estudiado viola da gamba, con Arquímedes Artal y Sara Ruiz, con lo cual he ampliado mucho mi actividad musical con el fascinante mundo de la música antigua, por lo que me resulta difícil responder a tu pregunta.
He interpretado música de los antiguos códices medievales con instrumentos réplica del Pórtico de la Gloria, música renacentista y barroca con la viola y con el violín desde el primer barroco hasta la música contemporánea.
De todas maneras, y siendo muy complicada la elección, en el último año hemos trabajado con un proyecto personal junto a mi amigo Raúl Rodríguez al piano, con el Dúo Loura, un repertorio de concierto, con el que inauguramos en el museo de Pontevedra una exposición sobre un viaje artístico de Castelao por Europa, que incluía música postromántica de autores gallegos (Quiroga, Gaos, Montes…), con la que me sentí muy identificada.
- Tienes ya varias admiradoras; entre ellas, tu hermana pequeña. ¿Qué sugerencias les darías a estos amantes del violín, que inician sus estudios?
- Mi hermana tiene grandes cualidades y una gran musicalidad, pero, siguiendo mis pasos, estudia violín y viola da gamba, lo que, teniendo 13 años, es muy duro a la hora de compaginar tantas horas de conservatorio con el colegio y su edad. De todas formas, le va muy bien y yo le aconsejo a ella como a todos los jóvenes que puedan estar en la misma situación que disfruten de su formación musical y que no sólo lo vean como algo más que estudiar, ya que es una experiencia enriquecedora en todos los sentidos, que no se desanimen porque es algo valioso que siempre conservarán toda su vida y que ya tendrán tiempo con los años de decidir qué papel jugará la música como actividad en sus vidas.
- ¿Alguna anécdota graciosa en algún concierto?
- ¡Uf! Muchas, pero las que más recuerdo son dos. En noviembre de 1985 estaba mi padre en la Universidad de Yale con motivo de una gira de conciertos del grupo universitario de cámara de Compostela, cuando fueron invitados a asistir a la clase práctica de un joven director español de orquesta que hacía su máster de dirección con la orquesta sinfónica de dicha universidad; la obra que se analizaba y ensayaba en profundidad, impresionó a mi padre hasta tal punto que quiso saber todo lo posible sobre dicha pieza; meses más tarde mi padre se presentaba a las oposiciones de profesor de música de bachillerato; en dichas oposiciones la prueba más fuerte es el análisis musical de una obra propuesta por el tribunal; cuando empezó la prueba, mi padre sintió un escalofrío cuando, tras los primeros acordes, reconoció la obra escuchada en la clase magistral de la orquesta de Yale y siempre mantiene que gracias a eso aprobó la oposición, consiguió plaza en el Sánchez Cantón, conoció a mi madre y… ¡aquí estoy yo!. Por cierto, ya habrás adivinado de qué obra se trataba: ¡el adagio de la quinta sinfonía de Tchaikovsky!, bonita coincidencia que fuera esta obra con la que yo decidí dedicarme a la música.
La segunda anécdota es un poco más frívola y graciosa, me ocurrió el pasado verano cuando en una actuación al aire libre en un hotel de Sanxenxo, en medio de una obra tuve la “suerte” de tener que dejar de tocar de repente; un saltamontes se enamoró de mi violín. Al verlo dejé de tocar y tuve una lucha para alejar al entrometido pretendiente. Hubo un gran compañerismo y los asistentes, entre aplausos y sonrisas, me ayudaron a depositarlo en el lugar donde no molestaba.
Gracias, Lourdes. Tengo gran esperanza que conseguirás tus objetivos y serás un gran referente para nuestra Galicia y para toda tu musical familia.
Ensayo: Copyright © Pedro de Lorenzo y Macías.
Fotografía: Copyright @Miguel Selas Cangas.
Fotografía: Familia Olbés Corujo.