Bernardo Sartier
Doctor Mendiño, "Factor de riesgo"
El doctor Gervasio Mendiño, alias "Factor de riesgo", había querido ser médico desde niño. Generalista provecto, médico de cabecera a la antigua usanza era admirador de Marañón y creía, como él, que no existían las enfermedades sino los enfermos.
Precursor del antitabaquismo pensaba que fumar era una enorme tontería, un delito de lesa salud que se cometía contra el organismo. Estudioso y dotado de una gran curiosidad científica, Mendiño estaba suscrito a varias publicaciones médicas y se actualizaba constantemente. En su consulta lucía imponente una librería de castaño donde, ordenados por materias, se apilaban los tratados en sus anaqueles. Mendiño era un vocacional de la medicina que alertaba grandilocuente contra los factores de riesgo. Asistía a congresos, polemizaba y, como ponente, disertaba doctamente sobre tóxicos evitables.
Era un preventivista convencido, alguien que creía en la medicina como ciencia profiláctica: "Señora García (decía Mendiño en tono paternalista, subiendo y bajando la mano como cuando se amenaza a un crío con una azotaina) la comida también mata. Está usted sobrealimentada. Vea, vea los resultados de su analítica: ciento sesenta, tiene usted la glucosa por las nubes". Y entonces Mendiño añadía: "la diabetes es la asesina silenciosa. No se hable más, dieta de mil quinientas calorías. Y no se me aparte de ella".
Otras veces era un fumador el objeto de sus reconvenciones: "Se está usted matando, hombre de dios. Tiene los pulmones como el vertedero del Borrón. No me sea insensato. Si vuelve a fumar no quiero verlo por la consulta. Y a andar. A andar hasta Monteporreiro todas las tardes". En ocasiones era el alcohol el enemigo a batir: "Orencio, por dios, deje usted la caña de hiervas, que le va a traer un disgusto ¿no ve que está al borde de la cirrosis hepática?".
Mendiño era coherente con sus prescripciones y predicaba con el ejemplo. Sus pacientes, al verlo por Oliva o por la Herrería, lo señalaban entre temerosos y retranqueiros, "ahí vai factor de riesgo", decían.
Una mañana que Mendiño subía Andrés Muruais para ir a su consulta, un ladrillo de dos kilos cayó fortuitamente de la última planta del edificio en construcción de las Torres. Allí concluyó el juramento hipocrático de Mendiño, que quedó seco y espatarrado en compañía de su medicina preventiva. Pompas fúnebres la Gloria Eterna se encargó del resto.
Coincidió que entre los que se asomaron al corro de curiosos a presenciar la irreversibilidad de lo acontecido estaba Orencio, uno de sus pacientes. Orencio solo acertó a balbucir "cajo no mundo, xeica Don Gervasio non che contaba con este factor de riesgo".