Pedro De Lorenzo y Macías
Historia del Bar Pitillo en Pontevedra. "José Ramón Fernández Pérez"
En el año 1939, Adonis Fernández Rodríguez y su primo Ramiro alquilaron la Casa das Campás y abrieron el Bar Principal. A los dos se le ocurrió una brillante estrategia para captación de clientes. Viajaron a Barcelona, contactaron con proveedores de tabaco; trajeron varios paquetes de ellos.
En los cafés, en vez de churros u otras viandas, le obsequiaban con un pitillo. ¡Buen marketing para la posguerra! Pronto se hizo notorio y lo visitaban personas de todos los estamentos. La clientela lo rebautizó como “BAR PITILLO”.
Adonis contrajo matrimonio con Aurora Pérez Couselo; en enero de 1949 nace José Ramón Fernández Pérez. Desde los 12 años alternaba sus estudios con su ayuda en el bar. Nos comentó que toda su vida fue el trabajo y la familia; a sus 73 años nos recibe y comenta sus vivencias.
- ¡Ya veis! He nacido para el trabajo y él fue mi camino. Ahora, ya un poco cansado, sigo con mis costumbres. Me levanto y vengo a visitar a la familia que regenta este Bar Pitillo; luego voy a buscar a mis nietos al colegio. Son tareas que fortalecen mi espíritu y me anima a seguir siendo padre y guía de mi familia.
Me casé con Ana de Saá y nacieron mis hijos: Javier, Cristina y Ana Belén. Mi hijo Javier está como regente de esta pequeña empresa familiar. Tuve fortuna de conseguir una gran familia que luchan, con su trabajo, para seguir ofreciendo productos de buena calidad a nuestros clientes.
¿Tendrás algunas cosillas mientras estabas ubicado en la Casa das Campás?
- Son muchas. Lo recuerdo es que de noche se cerraba el bar, se colocaban las sillas en las ventanas para aparentar que estaba cerrado. Se organizaban unas timbas de envergadura. Los asistentes eran de todos los estamentos sociales. A mí me tocaba la hora nocturna, ya que la familia tenía que disfrutar de su descanso.
Recuerdo dos episodios: “Una señora aporrea la puerta; era novato y le abrí; con una estaca empezó a perseguir su marido, dejando el bar como la Guerra de Troia”.
Apaciguada la señora, se fue con su marido, poniéndolo a caldo y otras de sus consideraciones. Los que estaban en la timba ayudaron a colocar todo el mobiliario y siguieron con a su adicción al juego.
Era el encargado de cobrar el diezmo por el uso del bar para las timbas; esto me reportó grandes ingresos que los guardé para posibles avatares del futuro.
¡Ya había adquirido gran experiencia! En 1980 eran las tres de la mañana; una señora aporreó la puerta que permaneció cerrada. Enardecida, gritó que iba incendiar este foco de vicio.
¡Fue un augurio! Al día siguiente se encendió el Casino y el Principal; tuvimos suerte que el fuego nos dejó en olvido.
Por este bar pasarían grandes personalidades, sobre todo las peñas de “Ay que Roelo".
- Mi padre había fundado la Peña Bar Pitillo Club Pontevedra. Servía el café más exquisito, junto con el bocadillo de tortilla y el ansiado pitillo. Casi toda la plantilla del Pontevedra, de la época de Hai que Roelo, eran clientes habituales: Irulegui, Cholo, Calleja, Vallejo, Fuertes y otros de otras generaciones. Era el disfrute de muchos Pontevedreses y amigos de otros pueblos. Fue una época muy próspera, disfrutando de tantos amigos.
¡Llegó la incertidumbre! En 1994 el Concello compró el inmueble para su rehabilitación, ya que se trataba de un edificio de gran historia.
Vivimos unos momentos de desconcierto; además no tuvimos ninguna clase de indemnización.
Con sus ahorros decidieron comprar una casa en Rúa Alta, antes Rúa das Obejas, sita en el Barrio Hebreo, del que hace referencia este documento: “Documento n.º 12, año 1431: El mismo minutario, folio 80. En 11 de agosto de 1431, escritura de venta de la mitad de un terreno que fue casa de la Rúa de las Obejas por María Eans a Juan de Viana, el Viejo, y a su mujer María de Colón, moradores en Pontevedra”.
- Establecidos en este recinto, seguimos con la trayectoria del Bar Pitillo: bocadillos de tortilla, café y pitillo; se jugaban la partida de cartas. Muchas personas nos visitaban; al ver el juego de cartas se iban. Dos grandes amigos, Suso Brea y José Panero me animaron a que sirviese tapas, vinos y comidas.
Apostamos por su recomendación y se nos abrió las puertas de un futuro considerable.
En su inicio estuvimos en un inmueble al lado de este; se fue quedando pequeño y decidimos ampliar las ofertas gastronómicas. Hubo suerte y pronto nos vimos desbordados por grandes clientes, amigos y de otros pueblos. Nos visitaron niños de Italia, que venían de excursión. Tomaron el Bar Pitillo como sede alimenticia; nos escribieron muchas cartas de Italia; al año siguiente, algunos nos visitaron con sus padres, que quedaron emocionados de nuestros productos.
También recibimos la visita de Ufarte, en sus vacaciones; había jugado con los Leones del Burgo antes de que emigrase; regresó jugando en el Atlético de Madrid.
- El regente es mi hijo Javier; está al frente de esta pequeña empresa familiar; casi toda la plantilla somos familia y otros dos empleados, formando un grupo de 8 trabajadores.
¿Cuál fue el recuerdo que más relevante para la familia, para Usted?
- Son muchos y muy agradables. Lo que más emoción para la familia fue cuando nos denominaron con la gran distinción “Amigos de Pontevedra”. Fue en el año 2015. Nos hizo considerar que el trabajo y el buen trato, con el tiempo, es reconocido y valorado.
Quedaron para el recuerdo los duros tiempos de antaño. Pero, inicialmente, era mucho más duro, aquello era de siete de la mañana a dos de la madrugada y así, todo seguido, así estoy yo. La hostelería es hoy muy sacrificada pero aún lo fue más, que se lo pregunten a los que trabajaban aquí, que además no había domingos ni festivos ni nada, se trabajaba a diario, no había descansos ni vacaciones.
En estos tiempos está en mejores condiciones, pero sigue siendo una apuesta de futuro. Hay que trabajar con entusiasmo, ser prácticos, amables y servir productos buenos y frescos.
¿Qué productos son estrella en este renovado Bar Pitillo?
Todos son excelentes. Como tapeo, los más demandados son nuestra tortilla, calamares, pimientos de padrón, las zamburiñas; son productos de primera calidad, como todo lo que servimos.
Gracias, Don José Ramón, por su amabilidad. Pasaremos a saborear sus productos estrella. ¡Suerte, salud y unidad familiar!
Ensayo: Copyright © Pedro de Lorenzo y Macías.
Fotografías: Copyright ©Sofía Lorenzo Gómez.